Era el tercer día después de aquella terrible herida. El haber sido descubiertos por Chloé Agreste, la esposa de Adrien, no facilitaba nada las cosas. Además, era el tercer día que Marinette no comía, tercer día que no dormía bien, tercer día que no quería saber nada del mundo exterior.
Llegó a pensar que no debió meterse nunca con Gabriel Agreste, que debió ignorar sus encantos, que era solo una ilusión. Pero no lo era, era tan real como el horror que estaba viviendo en ese momento, una verdadera pesadilla de la que quería despertar.
Al menos estaba tranquila porque bien había dicho Chloé que no iba a decir nada por ahora. Tenía miedo por sus padres, por sus compañeros de universidad, por Gabriel. Claramente su novio era lo que más le preocupaba en todo el mundo, pues no solo era el hecho de que su tonta terapia de dar clases se iba a arruinar, sino que no podrían verse jamás, nunca en la vida llegarían a casarse como tanto debían discutido unos días atrás, o por otro lado, su reputación estaría arruinada y la reconocidísima marca de ropa Agreste sería bajada de la bolsa internacional, o dejaría de funcionar, o peor... desaparecería.
Y todo por el capricho de quererse.
Escuchó que llamaban a la puertilla, pero como bien lo había hecho desde hace unos días, ignoró a quien fuera que llamara. Ni su padre ni su madre sabían lo que le pasaba a su pequeña mestiza, pero entendían que debían darle su espacio. Fue por eso que, cuando se abrió la puertecilla, Marinette supo que no eran ninguno de sus padres.
—Marinette— la llamó una voz femenina, tranquila.
La pelinegra seguía cubriendo su rostro con las sábanas, hasta que aquella persona le arrebató las telas que la cubrían.
Alya admiró a su mejor amiga del colegio únicamente usando su ropa interior, sin sostén ni pijama. Entendía la situación, así que no la juzgó por estar semidesnuda debajo de sus cobijas buscando algún refugio que asimilaran a los brazos de Gabriel.
—Vete, Alya— lloriqueaba Marinette, girándose, intentando ahogarse a sí misma fallidamente con una almohada
—Marinette...— suspiraba su mejor amiga, cubriéndola con las telas que le había arrebatado.
—Que te vayas, Alya. No entiendes nada...—
—No me hables así, Mari. Solo quiero lo mejor para ti, y es por eso que vine a hablarte de algo muy importante—
Marinette se sentó en la cama, abrazando la almohada, finalmente dejando ver su rostro, el cual se veía fatal, seco, hinchado, con lagañas y mucho dolor.
—¿Qué?—
—Pues... que Nino me dijo que Adrien le contó algo interesante. Y no quería que tu no lo supieras, amiga. Solo vengo a decirte que... que la demanda de la marca de ropa Agreste fue ganada. Eso significa que Gabriel ya no necesitará de la paz que le traían las clases... Y, bueno, sé que no has hablado con Gabriel—
La última parte le llamó la atención de sobremanera.
—¿Cómo sabes eso?—
—Nino... él me dijo que Adrien está enterado, pero que no le quiso creer a Chloé. Que le pidió a su padre no contestarte, ni hablar contigo, porque aún le cuesta creerle a su esposa. Adrien y Chloé... decidieron irse de luna de miel a Milan, pero Adrien le pidió a su padre que no se acercara a ti. Le es difícil creerlo, así que...—
—Estás equivocada— respondió Marinette, negando con la cabeza —Yo no le he hablado tampoco—
—¿Puedo saber por qué?—
—Porque... si lo hago, mi corazón explotará. Sé que solo era una aventura, pero se convirtió en algo más. Yo quería estar a su lado por siempre y sé que él no mentía cuando dijo lo mismo—
Alya hizo una mueca
—Marinette, Gabriel te negó. Dijo que no sería capaz de amar a alguien tan joven. ¡Pe-pero seguro lo dijo por decirlo! ¡Por salvar su pellejo!—
Marinette miraba a su mejor amiga con dolor. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas inmediatamente y si bien no grito, separó levemente los labios, como si quisiera decir algo. Pero nada salió de su boca o al menos nada que la morena pudiera escuchar, pues apenas un extraño chillido de dolor se escuchó, imposible de entender, pasando desapercibido por el aire de la habitación.
Marinette no entendía porqué si es tan especial, era un secreto.
Las dos amigas se abrazaron con fuerza, con suma necesidad. Sobretodo los brazos de Alya que arrullaban a Marinette, quien lloraba sin aliento.
Cuando de pronto, comenzó a sonar el teléfono de la mestiza, sacándola de la realidad en la que vivía, del dolor, solo para tener un poco más de esperanza en el momento en el que vio que le llamaba el mismísimo Gabriel Agreste.
—Alya, me está llamando— decía con notables animos, con mucha más energía, deteniendo su llanto momentáneamente.
Ella contestó, escuchando de otro lado de la línea al mismísimo Gabriel Agreste igual de dolido, con el llanto marcándose en el sonido que se podía escuchar.
—Marinette— decía la voz varonil, intentando calmarse —Quiero verte. Necesito verte—
—Pero, Gabriel, tu hijo...—
—Sí, mi hijo no está. Mi asistente no está, ni tampoco mi nuera. Qué más me da, Mari. Tengo que verte... una última vez—
¿Última?
Gabriel colgó la llamada, y Marinette entendió perfectamente que hacer después. Corrió hacia el baño a meterse a bañar, mientras que Alya bajaba las escaleras para emprender nuevamente su camino a casa.
Alya sabía bien que eso iba a lastimar muchísimo a Marinette, pero también sabía que era necesario.
La morena dejó la casa de los Dupain-Cheng para irse a su hogar, bajando la mirada y negando con mucho dolor, pues no podía creer lo que estaba pasando. Claro, ella sabía mucho más de lo que debía, pero no debía decir nada. No porque no quisiera lastimar a su querida amiga del colegio, sino porque estaba consciente de que a estas alturas, algo debía separarla de su tóxica relación en la que ella estaba metida. O eso creía la morena del lunar en su bonito rostro.
No fue fácil en la boda de Adrien y Chloé decirle a la novia que su suegro se estaba metiendo con una chica de su edad, en una habitación secreta del castillo en el que se supone todos estarían celebrando a la feliz pareja.
Alya no era mala persona, pero quería salvar a su amiga. A Alya nunca le había gustado aquella relación que tenía Marinette con Gabriel, y aunque por más que Nino intentó convencerla de que no lo hiciera... sí, ella le había dicho a Chloé lo que estaban haciendo ellos dos ahí arriba.
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"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}
FanfictionTras algunos acontecimientos desastrosos que ignoraba, Marinette había comenzado la universidad, especializándose en diseño de modas como siempre lo había soñado. Entre aquellos pasos de la vida que no tenía ni idea de que habían sucedido, estaba l...