Capitulo 23. Primera vez.

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Ari estacionó el auto en el sitio habitual del subterráneo.

Realmente no daba para más.

Las piernas me dolían como un jodido infierno, demonios, odiaba definitivamente los jueves. Y obviamente la pelea con Elena no había ayudado mucho a mejorar este día de mierda, lo había empeorado, si existe manera laguna. Liberé un pesado suspiro, Ari tenía su teléfono en sus manos, tratando de pasar uno de los niveles de una de las muchas aplicaciones que tenía. 

Verlo con el ceño fruncido, concentrado en presionar la pantalla táctil varias veces, me hacía recordad mucho al Ari pequeño. Cuando ambos hacíamos estúpidas apuestas como "Te apuesto que la luz del semáforo está en rojo", si gano tienes que ser mi esclavo un día entero". 

Siempre perdía, porque el hombre que está a mi lado tiene una suerte increíble.

-Mejor toma una foto, duraría más.- dijo haciéndome salir de mi trance. 

Guardó su teléfono en su bolsillo y me dio una sonrisa de oreja a oreja.

-¿En qué piensas?- preguntó.

-En lo estúpido que eran nuestras apuestas, cuando éramos niños.

-Sólo dices eso porque siempre perdías. Yo creo que eran geniales.- viré mis ojos y el sólo se río.- Eres un mal perdedor.

-No lo soy.

-Perdías en todos los juegos y nunca querías cumplir los castigos.- dijo acusándome con la mirada.

-No perdía en todo, mentiroso. Te gané una vez en ajedrez, ¿recuerdas?

-Ni siquiera sabía que existía el juego, perdí en la primera partida y en la siguiente te gané.

Crucé mis brazos sobre mi pecho, él tenía un argumento. Era verdad, era un pésimo perdedor. Odiaba perder tanto como odiaba bailar. Imagínense. 

-Hay que hacer una apuesta. El que llegue de último al departamento tiene que cumplir el castigo del otro.- indicó.

Estaba a punto de quejarme cuando Ari abrió la puerta de su lado y bajó corriendo, sin siquiera dejarme un microsegundo para quejarme y decirle que no tenía ganas de jugar. 

Bajé corriendo, tratando el dolor de mis piernas por la clase de gimnasia. Ari entró al ascensor, corrí más fuerte antes de que la puerta se cierre. Pero fue en vano, ya que la puerta se cerró con un Ari sonriente y divertido adentro. 

Comencé a subir por las escaleras, cada paso que daba era agotador. Cuando llegué al cuarto piso, llamé al ascensor. Apenas llegó subí inmediatamente, apreté el botón de nuestro piso y las puertas se cerraron automáticamente.

Cuando llegué a nuestro piso, la puerta del departamento estaba abierta. Ari estaba sentado en el sofá con una sonrisa enorme en el rostro. Si las piernas me dolían antes, ahora era peor. Técnicamente me había cerrado las puertas del ascensor en la cara. El desgraciado iba a pagar. Corrí hasta el sofá y antes de que pudiera hacer algo, Ari me jaló de la cintura, haciendo que cayera encima de él. Me pegó a su cuerpo, sin soltar su abrazo y se dio vuelta haciendo que yo quedara debajo de él.

-Te... voy... a matar- dije con la respiración entrecortada.

-Mal perdedor.

-Viniste en el ascensor, el perdedor eres tú.- me quejé.

-¿Listo para tu castigo?- preguntó.

-Cómo sea. Primero muévete.- moví mi cuerpo tratando de separarme de él, pero parecía ser totalmente imposible.

Promesas de amor (Aristemo)Where stories live. Discover now