Acto 11

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Escandalosamente se reían antes de salir de casa. Galopando con energía sobre su caballo, llevando consigo obsequios y deliciosos postres preparados entre los dos para ser compartidos en su destino. Llegó a creer que podía ganar algo extra con sus creaciones, en ningún momento lo pensó como mala idea pues, desde hacía dos meses la pequeña Nieves vendía un sabroso pastel de zanahoria el cual se terminaba todos los días y era el más delicioso del pueblo, lo cual le alegraba todos los días.

Al llegar, descendió de su corcel y abrió el portón de la entrada. Conversando con la linda fémina y ayudándola a bajar una vez ató a su amigo.

Escribió por texto su llegada, avisando para que fuese recibido. Esperó un par de minutos bajo los monumentales guardas que custodiaban aquella fantástica vivienda. Jugando con ellos para relajar el ambiente pues, su respuesta estaba tardando demasiado, siquiera fue leído. Siempre respondía al instante, aunque ese siempre comenzó a cambiar no mucho tiempo antes.

No le quiso decir nada pero se había dado cuenta. Era diferente, como si estuviese angustiado. No le había visto reírse como lo hacía, incluso, su sonrisa frente a todos cambió de manera drástica, todo. Cada que podía hablaba de sus preocupaciones y viceversa pero eso terminó. Enmudecía con una mueca, evadiendo la mirada, daba la impresión de oscurecerse con solo preguntarle sobre su estado. Le carcomía creer que ello fuese su culpa.

Se armó de valor y caminaron de lleno al elevador. Nunca se percató de lo rápido que su sonrisa se desvaneció al ver a un sujeto con boina de frente. Se quedó paralizado pues no supo que decir. Los silencios eran algo que le daba miedo, e incluso, le ponían de nervios.

Hey, muy buenas -alzó su mano con un ademán alegre-

-Hey buenas –respondió girándose un momento antes de marcharse- Te veré luego entonces, Vegetta –asintió- Llámame si necesitas algo.

-Vale, lo haré. Cuídate.

Se devolvieron la sonrisa y el de verde se despidió del grupo sin soltar nada más.

Su estómago comenzó a molestarle pues un hormigueo invadió sus entrañas. ¿Cómo debía de tomar eso? Simple, solo fue una conversación amistosa, nada que tuviera fuera de lo normal.

Traje algunas cosas para el día -se mordía el labio pues no quiso hacer notar su incomodidad- Me muero de ansias por ayudarte hoy. Heh.

-Creí que ibas a tardar un poco más. Akira aún no termina de preparar el almuerzo.

-Te mandé un mensaje pero, bueno, ya no importa.

Inquieto, caminaron junto al hombre. Admirando el alrededor, como si nunca antes hubiese estado ahí. Era raro verles juntos, era raro que hablasen e incluso que estuvieran en el mismo lugar, le urgía preguntar sobre aquello pero solo lo guardó.

Pasaron la mayor parte del día arreglando la parte superior y las chicas de adornar el jardín. Divirtiéndose, las niñas hablaban y aprendían la una de la otra. Mientras los chicos...

Dieron por terminado la labor cuando se les acabaron los materiales. Faltaba un poco para la cena, lo sabían pues habían visto a las mujeres entrar a casa y el cielo se tornaba de naranjo color. Los presentes fueron consumidos y gran parte del tiempo sus oídos pitaron solo con el ruido de susurros o frases cortas.

Uno de ellos seguía centrado en detalles de la construcción, mientras que el otro, comenzó a ver en la lejanía, como esperando a que algo mágico sucediese.

El azabache tenía un gran peso encima y ya era notorio. Sin darse cuenta, dirigió la mirada a la vivienda de uno de sus amigos, un semblante apático invadió su expresión pues algo en el fondo revoloteaba. Se sentía como una opresión que le hacía distraerse. Su mente llevaba procesando mucha información, como si quisiese encajar piezas dentro de un rompecabezas mental.

Escuchó un suspiro a sus espaldas y accedió a la petición de sentarse al borde, para descansar los pies un poco. El crepúsculo hizo presencia al horizonte, cálido y bello, como lo había sido siempre.

Algo ocurría por su mente, estaría ciego si no se hubiese dado cuneta, es solo que le costaba encontrar las palabras adecuadas. Esculpió con cuidado la forma de hablarle pues el momento comenzaba a enfriar rápido. Agradeció a su instinto el haberle ayudado, fue lo que le otorgó esa pizca de valentía que le faltaba.

-Tío, los pastelitos de Nieves están deliciosos. Tanto que le sacan una sonrisa a cualquiera.

-Ya te creo. Si a la pobre le llevas tanta azúcar que de seguro no sabe qué hacer con su vida, macho.

-Hombre, claro que lo sabe. Volverme diabético. –Escuchó una risa de parte de su contrario y hasta el mismo se alegró- A parte de que me va a reventar el estómago por las risas que pasamos.

-Si tú estás feliz con cualquier cosa. A mí con que vengas a pasar el rato me alegra la tarde y bueno, la mañana o la noche.

Por fin le había sacado una sonrisa y se había sincerado, aunque poco, fue lo suficiente para tener una conversación más larga. Ahora trataba de mantener el hilo, sin meterse de lleno pero tampoco para evitar llegar a un tema. Cuando supo que preguntar, sus acompañantes femeninas subieron a notificarles sobre la última comida del día. No sin antes ayudarles un poco con algunas heridas que se habían hecho.

Fueron ayudadas por un pequeño cerdito y un ave, la cual al de ojos esmeralda le resultó familiar. Se extrañó pues, sabía que Manolo estaba ahí pero de eso a ahora verlo ahí piando era nuevo. Las chicas les dejaron solos nuevamente y se rayó maso pues quien ahora armaba un puzzle era él.

¿Ese no es...? Porque juraría que si es. Ósea. Tú, estoy flipando en colores ahora mismo.

Ah, sí. Si es Frederick. -Suspiró para perderse en el vacío- Por eso Willy estaba aquí. Vino a dejármelo porque Fargan lo encontró vagando en el pueblo.

¿Qué me estás contando, loco? -trató de tener contacto visual pero obtuvo algo distinto-

Me contó que había salido por un descuido de Adan cuando le daba de comer a Abduzcan y a los dragones de Auron. Parece que estaba buscándole. -Giró la vista a ese sitio- Alex fue a buscarlo también pero, aún no estaba en casa. Fue al ayuntamiento y nada. Era como si la tierra se lo hubiese tragado.

¿Estás preocupado por él?  -Caía en razón de no haberle visto- Admito que es más extraño ver a Mango corretear por el pueblo.

Sí, tienes razón. Aunque, hay algo que no quiero relacionar con el que no esté rondando por aquí. Porque eso es algo muy fuerte. -Mordió su labio y por fin devolvió la mirada- ¿Hace cuánto no le ves?

¿Yo, que no le veo? -Lo pensó por un momento- Hace como unas tres semanas a lo mucho, creo. ¿Por qué preguntas?

Porque yo a Luzu no lo veo desde hace un mes, Rubius.

"El muchacho de los ojos tristes"


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Gracias por las lecturas y comentarios.

Triple Betrayal - Luzulitoplay K4Where stories live. Discover now