Acto 13

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Aquel sonido atacó sus oídos otra vez.

Aturdido fijó la mirada sobre esa ventana.

Un dolor apuñaló su bello corazón.

Ese sentimiento de nuevo, ¿A caso era...?

Su tercera traición fue la más dolorosa

Sentía el asco revolverse en sus entrañas.

Odio y desprecio recorrieron sus venas.

Hervía del calor que su ira irradiaba desde lo más recóndito. Dejó al animal solo y el suelo daba temblores al sentir sus pasos, tan metido en el papel iba que, al voltear uno de los involucrados terminó por sonreírle, viéndole acercarse e incitó a su compañero a hacer lo mismo.

Cuando sintió la mirada del hombre que le examinaba fijamente, desvió la vista algo asustado. Incrédulo, agachó la vista y su labio comenzó a sangrar. Tragó el sabor metálico, como si nada ocurriese, y solo el saludo devolvió. Fue una mentira, era una mentira.

Ese mamarracho tocaba con agraciados movimientos aquel rostro que deseaba poder deleitar. Era tan onerosa la forma en que posaba esos blasfemos dígitos sobre la piel que añoraba desde hacía tiempo. Estuvo a punto de herir a alguien que no era. Nuevamente ese lapsus. No podía ser. ¿Cómo era eso posible? ¿Qué demonios ocurría?

Maldijo, lo maldijo tan furioso que del cielo gotas de lluvia cayeron sobre sus mejillas. Esa escoria era un maldito casquivano que jugaría con el corazón de su amado. Le destrozaría y huiría de lo miserable que era.

Al subir y bajar, en su pecho la puñalada que recibió, le hizo temblar y la mejor respuesta fue correr. Detrás olvidó su sombrero y un pañuelo. Por poco pierde la corbata pues el aire le faltaba.

Escapó de todo recuerdo hiriente. Cualquier cosa, persona o animal provocó que un quejido saliese de su garganta. Negó tres veces en tres circunstancias distintas ante tres parejas diferentes.

La primera fue esa pareja que comía en tranquilidad. La segunda a una que caminaba con alegría, riéndose de todo, absolutamente todo. Y la tercera, hizo sucumbir el más satisfactorio de sus deseos uno que esperaba disfrutar con cada fibra de su ser, pero aún no lo había visto. Pronto.

No estaba bien, estaba colapsando. Lo había logrado. Era una broma de mal gusto, una basura.

Desalineado e impío, llegó al único lugar que, pensó, le ayudaría. Abrió la puerta y enteco se tambaleó hasta donde el sagrario era exhibido y mostró postura de derrota al arrodillarse frente a ese altar. Entrelazando sus dedos y elevando la vista a los iconos de las deidades.

Era una persona asendereada, valiente, orgulloso y frágil. Alguien que nunca creyó en movidas como esas. Siempre fue firme con su condición, voto y ejecución pero ahora acorralado era un total desastre. Tan molesto su interior se vio que la lluvia regresó. Los caudales bajaban por sus mofletes e impregnándose en el pulcro suelo.

-Dioses, perdonad a este pecador. Perdonadme. Os lo ruego, perdonadme .Lamentándose, sollozó- Solo, Solo quiero vivir y tener lo que merezco. No me importa si tengo que quitar a ese maldito o a medio pueblo de encima. Lo quiero, le quiero a él.

Quebrantó la voz al recordar e idealizar a ese ser del cual se enamoró con profundidad.

De tez morena, actuar valeroso y personalidad tranquila. Héroe para nadie y trabajador para todos. Orgulloso y sencillo como lo era. De sonrisa encantadora y actitud divertida. Era todo para él. Es el mundo que anhela tener. No fue justo que se burlasen de ello, no entendían lo que su corazón en realidad hablaba. Estar junto a él era lo que merecía después de tanto esfuerzo. Había ganado su confianza, trabajaba, reía, salía y hacia demás cosas a su lado pero eso era una ilusión.

La gente le veía feliz en su compañía y al cambiar la cara a la moneda, no era lo que se esperaba, en absoluto. Repetía el nombre infinidad de veces cuando el desastre le encontraba. Y era quien calmaba sus miedos más profundos. Su recompensa.

Una mujer mayor se acercó al abatido hombre y acarició su espalda con solo verle. Al notarla, el sobresalto no se hizo esperar y trató de impedir esa acción pero fue frustrado con la mirada contraria.

Por primera vez experimentó una sensación especial. Como si ella fuese luz pura y energía bondadosa. Piedad. Dioses, eso era.

Hijo mío. Malhadado te veo y de ti me compadezco. -Amable, se quedó a su lado en tiempo de penumbra- El mal de amores es lo que te congoja, ¿no es verdad?

Mi amado se fue y tengo miedo de haberle perdido. Aún lloro su perdida pues no tengo nada más. Estoy perdidamente enamorado. -Sostuvo las manos de su acompañante y cual niño pidió ayuda- Por favor, no puedo vivir con la angustia de saber que no está aquí. Mi niño, mi ser entero. Estoy tan perdido.

Los dioses te ayudaran a encontrar la luz. Tu corazón es puro, tu mente está en un periodo de oscuridad. Pero el que hace latir tu corazón solo debe ser quien eclipse tu razón. Los dioses son todo pero todos somos la luz y la oscuridad, el arte y el saber.

Yo no soy quien usted cree. -Pausó- Ellos dicen que soy el diablo. Un alma endemoniada, un ser perdido que no puede lidiar consigo. Que solo sabe herir a los demás. He derramado sangre por locura, amor y desgracia. He privado de su libertad a todo aquel que fuese mediocre. Soy todo, menos bueno.

Yo no soy quien para juzgar, hijo mío. Quizá seas la persona más malvada del mundo o la más amable, sin embargo, bajo el manto de la misericordia todos somos iguales. Ante los ojos de la ira, cualquier mala intensión se vuelve obsesión.

Dejó de penar y se incorporó ante la mirada de la madre. Suspirando agradeció una última vez y antes de irse, acarició y besó con ternura las envejecidas manos de su escucha.

-¿Puede usted perdonarme? -Con ojos glaucos confesó-

-Lo tienes. Solo espero tu alma quede libre de rencor una vez lo realices. Que los dioses estén contigo.

Reverenció y salió por la puerta, viendo la imagen que había iniciado todo.

Una boda.


"¡A quién le importa la tristeza del diablo"

Triple Betrayal - Luzulitoplay K4Where stories live. Discover now