Acto 5

859 102 5
                                    


Era por la mañana en el tranquilo pueblo. El sol daba los primeros rayos de luz y las aves comenzaban a piar entonando sus hermosos cánticos para agradecerles a los dioses el estar vivos un día más. Mientras tanto, en una casa...

-Oigan, escúchenme una cosa. Eh, lo mínimo que pueden hacer es escucharme... -se movió con pesadez- Tengo unas piernas mamadísimas, mis gemelos están petadísimos por teneros toda la puta noche encima. Tíos iros ya. Me revientan las piernas, tienen ustedes cosas. Joder. Veinte kilos de puro animal, cojones.

Una pequeña risita con eco se escuchó del lado derecho de su cabeza. Y esta pronto se convirtió en un canto que movió a todas las mascotas de encima, liberándole del peso que le sofocaba.

En el bunker hacía bastante frío por las noches y pese a que todo estaba en condiciones habitables, no dejaba de quedar una parte que les recordaba el calor del sol. Gracias a los tragaluces, por la tarde el calor se guardaba un poco pero no lo suficiente como para guardarlo y dormir cómodamente. Por ello, los animales de la mano derecha dormían a su lado. Porque necesitaban calor y querían mucho a su dueño. Y él a ellos.

-Buenos días, señor enojón –puso sus manos en el vidrio que mantenía su lugar estable y le siguió con la mirada- Vaya, esta vez no se te han dormido las piernas. Me alegra mucho eso.

-Hola, preciosa. –se acercó y puso una de sus manos sobre el cristal, saludándole- Creo que ya me estoy acostumbrando a tenerlos encima toda la noche. Pero mira, entre correr en el pueblo todo el día y dormir con estos encima, me voy a hacer el hombre más guapo y fuerte de todo Karmaland. ¿No crees?

La sirena se río ante aquella semejante aclaración mientras que el moreno acariciaba a cada uno de sus compañeros. Deseándoles buenos días y alimentándolos amorosamente.

Porque, aunque lo negara, le encantaba no sentirse solo en su casa. Tenía compañía y al menos ellos no lo dejarían tirado.

Por la puerta el ruido del metal siendo tocado bruscamente lo sacó de sus casillas cuando escuchó gritos supo de quien se trataba, por lo que subió a abrir.

-¿Quieres llevarte mi puerta o por qué la maña de tirarlas con solo tocar? –frunció el ceño, algo molesto-

-Tardas mucho en abrir, macho. Yo no tengo la culpa de que no tengas timbre.

Se cruzó de brazos y lo empujó levemente por el pecho, asomándose por la entrada

-¿A qué te suena este botón? Cacho ciego

-Ah, yo pensé que eso era de tu consulta, Auron.

Evitó hacer más comentarios al respecto y le dejó pasar sin regañarle. Era inteligente, no cavia duda pero en ocasiones respiraba profundamente y contaba hasta diez.

Llegaron al piso donde todos desayunaban aún y el más alto le sonrió a la mujer. Su hermana había preguntado por ella y como estaba, a lo cual respondió que no se podía quejar.

Hablaron un buen rato entre todos y al comer el azabache le notó un semblante diferente al tipo. ¿Se había puesto maquillaje en el rostro?

-Si vas a preguntar, mi sobrino se subió a un árbol y tuve que bajarlo –tomó entre sus brazos a la pequeña ave blanquecina y la cepilló- Ese niño se ha vuelto más travieso y como su tío tengo que cuidarlo.

-¿En serio fue eso? –se acercó-

Con el dedo pulgar sobre la mejilla contraria quitó la base en polvo que le cubría, dejándole ver unos rasguños en el rostro.

Recordó que al darle episodios de ansiedad se rasguñaba la cara, aunque por la forma en las que estaban hechos, parecían más con rabia que con miedo, como sí algo dentro de él le pesara.

-Lolito, dime la verdad

-Ay, ay. Mi Auron, preocupado por mí.

-Ay Mi Alcalde, que tonto es.

Ambos se rieron y el menor le curó un poco mejor las heridas. Porque pese a que aceptaba ser un traidor, nunca rompería la promesa de ayudarle siempre. Al menos, no por ahora.

-Oye, tengo algo que decirte



"Porque hasta la amistad es impredecible"

Triple Betrayal - Luzulitoplay K4Where stories live. Discover now