36

401 54 179
                                    


Aviso importante: No es el cap al completo. Tengo serias dificultades para terminar la parte que se viene y llevo ya 3 semanas sin actualizar así que os publico el aperitivo y os adelanto que del siguiente tengo ya 3.500 palabras escritas que se niegan a ser coherentes y convencerme. He escrito muchísimo, he borrado aún más pero no me rindo así que prometo estar de vuelta en un pronto muy de estilo canario.




Un Marcos ido, cegado, con la mente entre tinieblas y ahuyentando a manotazos los restos de pesadillas suicidas, baja escoltado de esa azotea. Bracea incansable al aire entre fantasmas y tropieza a cada paso, en un camino que resulta interminable para la paciencia de los que le observan con el corazón en un puño y la esperanza de que todo haya, por fin, acabado.

Ese lugar ha supuesto para nuestros archienemigos tan solo un primer acto. Un mero aperitivo sin más importancia que la de mermar al enemigo, un ingenuo juego de niños a modo de distracción, en el que los peones más débiles debían ser lícitamente sacrificados.

Para Marcos? Para el joven significará un punto de inflexión sin retorno a ningún lugar antes visitado. Podemos disfrazarlo, empatizar, perdonarle, excusarle, buscar justificaciones... suavizarlo. Nos pongamos como nos pongamos Marcos jamás llegará a ser el mismo y jamás podrá recuperar los años robados de un plumazo. Ha matado. Buscadlo en el diccionario. Ha cometido inequívocamente asesinato. Cómo podría alguien llegar a perdonarse por eso nunca? Es simple y llanamente inviable para un chico imposible en un mundo inalcanzable.

Diréis... Bea, no exageres, tampoco es para tanto.

Lo es.

Él lo sabe y no piensa olvidarlo. Le perseguirá insaciable toda una mísera y eterna vida. Un vampiro que deseará arrancarse el corazón, y con él el estigma de un recuerdo que rememorará punzante y agrio. Y es que, aunque no conoce ni a Samuel ni a Pedro, se encargará de sabérselos de memoria, de no ser capaz de olvidarlos, de amar lo que fueron y venerar lo que debieron haber sido, de no saborear ni un ápice de ese perdón que sería naif creer merecido... de interiorizar el profundo dolor de los druidas que hoy le escoltan para que esté a salvo.

De esa raza que no es la suya y que, sin embargo, hoy le acoge y le protege de sus pecados, de su naturaleza... de sus peores pesadillas... en definitiva, de lo que más odia. Porque los odia, a ellos, a todos, a los vampiros, y, por ende, también a sí mismo.

En contraposición con un pueblo druida sabio y compasivo pero agotado.

No es nada en comparación con el estado de Marcos. El joven camina en modo automático, dejándose guiar hasta el interior del círculo mágico que se erige en cánticos de muralla infranqueable, con Nerea, Juan Antonio y Raoul como núcleo. En cuanto traspasa la barrera de magia blanca, la calma le rodea en espiral, arremolinándose en su estómago. Se desvanece allí mismo, de inmediato, como una marioneta sin titiritero, como un chico sin futuro ni pasado. Neonato. Desconectar la mente de las 3 muertes que ha causado no es ni mucho menos reconfortante pero su cuerpo pide una tregua que resulta imprescindible. Y, allí, escudado por aquellos a los que acaba de herir de muerte, Marcos se siente, por primera vez en su vida, macabramente en paz y a salvo, con la verdad y la valentía agazapados.

Aquellos que seáis creyentes, independientemente de la naturaleza de vuestra divinidad, ya sea Dios, los astros, Buda, Mahoma o el karma, olvidemos los debates sobre religión, y pidamos clemencia por la suerte de nuestro joven Marcos. Y es que no sé si recordareis a su familia, cuyo recuerdo supone pesadillas que rivalizan con las que ahora le atormentan. Esos monstruos, que distan tan solo un puñado de kilómetros de donde ahora nos encontramos, reclamarán raudos una custodia inmerecida. La petición resultará aparentemente normal y legítima a ojos de un desconocido que deberá juzgar y decidir sin conocer su verdadero legado.

WayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora