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Buenas. Hoy voy a hacer lo que siempre me desaconsejan y traigo solo una parte del capitulo, lo siento. Llevo 8.000 palabras y aún me queda bastante contenido así que he decidido partirlo en dos 😞.

En cualquier caso, espero que os guste y que resuelva parte de las dudas que surgieron en el cap anterior.

Un wayabeso, manada mía, siento este plof después de 1 mes sin subir.

Un wayabeso, manada mía, siento este plof después de 1 mes sin subir

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Rebobinamos unos minutos antes del secuestro y...

Sirius opinaría que la vida está siendo tremendamente injusta con su minina existencia si no estuviera tan agotado de vivirla que pensar queda por completo descartado. En cambio, como protesta por un día de inmerecido abandono por parte de Agoney, ha entrado en una suerte de hibernación sobre la mullida almohada. A ratos bosteza, otros se sume en sopor y esporádicamente, como en este mismo instante, maúlla lastimero. Se pregunta cuándo podrán, por fin, fundirse calentitos, él y su tozudo dueño, bajo las sábanas. Mientras espera, observa perezoso a su humano recorrer una auténtica maratón en círculos buscando la mejor forma de "bailar" con su precioso novio. El mismo que, en este preciso momento, se desprende de su ropa y se enfunda en un pijama dispuesto a morirse de ilusión por los tres mil casi-besos que han adornado el día de su cumpleaños.

Entonces, sin previo aviso, Agoney salta canino en dirección al felino y se arrodilla frente a él.

— Tiene que ser en nuestra cascada. ¡Se lo prometí! —el animal pega un bote y se eriza por completo en reacción, orejas de punta, bigotes en radar y pupilas dilatadas por la oscuridad—. ¿Qué opinas?

Sirius le mira un tanto aturdido y emite un maullido en queja que comienza falto de oxígeno, después le bufa arisco y, por último, lanza un zarpazo, demasiado esponjoso para resultar convincente. Es todo lo que Agoney necesita para interpretarlo a su conveniencia como una clara invitación a llevar a cabo sus planes.

— Voy a llamar al dictador de su padre para que vaya pensando sus condiciones —responde poniéndose en pie, satisfecho y determinado por el beneplácito tergiversado de su mascota.

En realidad, lo hubiera considerado como tal aunque el animalillo le hubiese deletreado a la cara lo que opina. Dos años de espera le obligan a convertir ese primer beso en un recuerdo para siempre, incluso cuando la memoria devenga enemiga en su vejez, allá por los 600 años. Ello implica un entorno megamoñas e hiperglucémico, de carácter prácticamente instantáneo. Al alba mejor que al atardecer y aunque tenga que dejar un rastro de parricidio suegril a su paso.

Dicho y hecho.

— Dame diez minutos, Agoney, espera a que se duerma, por favor. No quiero que Raoul nos escuche volver a discutir.

— Ven tú —no sugiere, exige malhumorado de antemano como reacción a la última palabra.

— No voy a dejar solos a mis hijos en casa. Aún no entiendes por qué hago todo esto, ¿verdad?

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