Día 28. Sick/Pillowtalk

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Todo comenzó con un desafortunado estornudo en uno de sus entrenamientos matutinos. El otoño ya había llegado, y las mañanas habían comenzado a refrescar. Sin embargo, Bakugou decidió ir sin una sudadera para ponerse después de la sesión de ejercicio. De algún modo, se había buscado él mismo pillar un gripazo. Eso era lo que le había dicho su madre después de ponerle el termómetro y comprobar que tenía más de treinta y nueve grados de fiebre. Por supuesto, le había gritado de vuelta, pero no pudo negar que tenía toda la razón del mundo, porque es que la tenía. Después de un par de días a base de medicamentos y sopas de pollo en los que Mitsuki no le permitió salir de la cama salvo para ir al baño y ducharse, la fiebre del chico comenzó a disminuir, aunque no parecía que fuera a bajar de los treinta y ocho grados de momento. Si para el fin de semana no lo hacía, tendrían que ir al hospital de nuevo, aunque fuera solo para asegurarse de que no era nada grave. Durante esos días en la cama, el único entretenimiento de Katsuki era dormir y su móvil, con el que perdía el tiempo metido en redes sociales y hablando con sus amigos. Las noches solía pasarlas hablando con Shouto, a quien le había escrito que ojalá estuviera a su lado. Si alguien le preguntaba, le echaría la culpa a los delirios febriles, ni muerto admitiría que echaba de menos a su novio.

Cuando abrió los ojos, ma tarde daba paso a la noche. Era su cuarto día de enfermedad. Se había quedado dormido tras tomar la medicina después de comer. La noche anterior apenas había logrado conciliar el sueño a causa del dolor de cabeza, pero la comida le había sentado bien y le había ayudado a encontrarse mucho mejor. Al lado de su escritorio había una mochila tirada, y estaba seguro de que ni era suya ni había dejado nada ahí por la mañana. Justo en ese instante, la puerta de su habitación se abrió, y Todoroki apareció junto con Mitsuki. La mujer llevaba una bandeja con una sopa de arroz y un vaso con agua para las pastillas, y el adolescente tenía un plato con un sándwich.

  -Mira quién ha venido a verte, Katsuki -dijo su madre con una sonrisa, dándole la bandeja-. ¿Estás seguro de que no quieres comer nada más, Shouto-kun?

  -De verdad, gracias por dejar que me quede.

  -Qué va, gracias a ti. Anoche lo pasó fatal, pero si estás aquí, sé que todo irá bien, y así nosotros también podremos descansar tranquilos.

  -¿Qué cojones significa esto? -murmuró el rubio, atónito a la par que confuso.

  -Esa boca, niño. ¿Acaso no lo ves? Shouto-kun me llamó porque estaba preocupado por ti. Haz el favor de comportarte esta noche y no causarle problemas, ¿de acuerdo?

  -Esté tranquila, me ocuparé de todo -contestó Todoroki antes de que Bakugou abriese la boca para replicar con alguna grosería.

  -Eres un encanto, mi hijo no se merece un novio tan bueno como tú. En fin, si necesitas algo, Masaru y yo estaremos abajo. Buenas noches y, Katsuki, no te olvides de tomar las medicinas. Si mañana no te ha bajado la fiebre, habrá que ir otra vez al médico. -La mujer se despidió de ambos y cerró al puerta al marcharse, dejando solos a los chicos.

  -¿Qué coño haces aquí?

  -Dijiste que querías estar conmigo, así que he venido -respondió Todoroki con simpleza, mordiendo el sándwich.

  -¿Eres imbécil, bastardo? ¡Lo dije por la fiebre!

  -No tenías tanta fiebre.

  -Tenía casi cuarenta grados.

  -Vale, a lo mejor sí. Pero ya estoy aquí, así que, de perdidos, al río.

  -Te voy a contagiar, idiota.

La conversación finalizó ahí. El rubio agachó la cabeza en un intento por ocultar su sonrojo, y comenzó a tomar la sopa. Al cabo de un rato, los dos terminaron de comer, y Shouto colocó la bandeja en su escritorio para que no molestara. Katsuki volvió a tumbarse, medio adormilado. Shouto empezó a acariciarle la cabeza, enredando sus dedos con cuidado y cariño entre sus cabellos.

  -¿Dónde vas a dormir, bastardo? -cuestionó Bakugou sin abrir los ojos.

  -Contigo.

  -Si dormimos en la misma cama, te contagiaré, imbécil.

  -Tú puedes matarme, una gripe no. -Bakugou se apartó, haciendo hueco para Todoroki, que se subió sin dudarlo y se tumbó encima de las sábanas-. ¿No decías que ibas a contagiarme si dormíamos juntos o algo por el estilo?

  -Cállate -bufó Bakugou, hundiendo el rostro en su pecho-. Sigue acariciando, bastardo?

  -Sí, señor.

  -Tal vez... Tal vez te echara un poco de menos.

TodoBaku MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora