Día 18. Pro-heroes/Living together

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Vivir con tu pareja tenía muchos pros, como que alguien te despertaría si te quedabas dormido (y no sería tu madre, lo cual siempre daba puntos extra), cabía la posibilidad de ahorrar agua duchándose a la vez, o que tu armario se agrandaría, ya que, evidentemente, llevarías su ropa la mayor parte del tiempo. Sin embargo, también tenía algunos contras, como que lo más probable era que os quedáseis dormidos los dos porque a las tres de la madrugada seguíais dale que te pego (dale que te pego limpiando la cocina después del estropicio que fue intentar preparar la cena juntos, evidentemente), que al final vuestras duchas se alargarían demasiado, o que de tanto mezclar ropa, tu camiseta favorita terminaría teñida de rosa porque fue a la lavadora con sus calcetines rojos. Por no mencionar los humores matutinos de mierda, el baño compartido que nunca parecía estar libre, los hábitos desagradables del otro, y ese yogur que dejaste en el frigorífico para comerlo a la cena y que desapareció sin dejar rastro. Eso, más o menos, fueron las primeras semanas de convivencia conjunta de Bakugou y Todoroki después de graduarse de la UA y convertirse en héroes profesionales. Sus amigos hicieron una porra para ver cuánto tardarían en matarse el uno al otro y, para sorpresa de la mayoría, ganó Kirishima, que fue el único que dijo que dejarían a un lado sus diferencias y se comportarían como personas maduras que se querían. Les costó bastante, eso sí, pues los dos eran tozudos como mulas. Es decir, había un motivo por el cual sus amigos no daban un duro por ellos después de todo.

Al cabo de los años, su convivencia mejoró de forma inevitable. Trabajando en la misma agencia y casi con los mismos turnos, no fue difícil que se formara una rutina agradable. Shouto no era ningún búho nocturno, pero le gustaba dormir por las mañanas, así que Katsuki se levantaba antes que él y se iba directo a preparar el desayuno. A veces su compañero abría los ojos, hambriento, a causa de alguno de los aromas que llegaban desde la cocina, y otras el rubio iba a despertarlo (con algún insulto habitualmente). Comían juntos, y luego se arreglaban, empujándose para que solo uno de ellos pudiera verse en el espejo del baño. Entonces, terminaban besándose, olvidando que en seguida tendrían que salir por la puerta y marcharse a arriesgar sus vidas por el bien de los ciudadanos. Cuando cruzaban la puerta de su apartamento, dejaban de ser una pareja feliz anónima y se convertían en la pareja de héroes profesionales que todo el mundo en Japón conocía y admiraba. Podrían no regresar a su piso, un fallo estúpido por parte de cualquiera de los dos podría destruir su afable rutina, sus besos en la ducha, el calor de la espalda de Bakugou en la cama, la suavidad de los dedos de Todoroki cuando le acariciaban. Todo su pequeño mundo podía desaparecer en un segundo, y eran tan conscientes de ello que dolía, porque sabían que no sobrevivirían un solo día sin el café caliente con azúcar moreno, el golpe de cadera para hacerse con el espejo, el canzoncillo que no le pertenecía pero estaba colocado en su parte del cajón. No querían ser como el calcetín desparejado cuya segunda mitad jamás consiguieron encontrar por más que revisaron en cada rincón de la casa. Por eso luchaban, porque como héroes, no solo protegían a la gente, protegían la felicidad de la persona que más amaban.

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