Día 13. Wishes coming true

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El verano japonés era muy caliente, pero, por suerte, la casa de Bakugou tenía aire acondicionado, por eso a Todoroki le gustaba quedarse a dormir allí. Bueno, y porque no le gustaba mucho la idea de ver el careto de Endeavor todos los días durante las vacaciones. Los padres del rubio no tenían ningún problema, el chico les parecía una buena influencia para su hijo, aparte de que consideraban que debían atesorarlo, ya que no mucha gente tenía la paciencia suficiente para soportar el terrible carácter de Bakugou. Además, cada noche que Todoroki se quedaba a dormir Mitsuki aprovechaba para hacer bromas acerca de la importancia de la protección, y les recordaba que su habitación se encontraba no muy lejos y no querrían despertarse de madrugada por el ruido. Y cada noche significa cada noche, lo hacía siempre, sin excepción, en aquella ocasión también.

Katsuki entró en su dormitorio con una toalla alrededor del cuello. Shouto estaba sentado en su silla de ordenador, vestido solo con unos calzoncillos y mirando embobado por la enorme ventana. Ese chico no cambiaba nunca, después de ducharse siempre se quedaba en ropa interior disfrutando del aire acondicionado. El rubio suspiró hastiado, sabiendo que iba a suceder de esa manera, y le arrojó una camiseta de manga corta para que se la pusiera y no cogiera una pulmonía. Luego, lo hizo levantarse de la silla para poder sentarse detras de él y secarle el pelo con la toalla que había traído del baño entre protestas. Sin embargo, Shouto era muy consciente de que si lo odiara tanto como aseguraba, ni siquiera se molestaría en hacerlo, y solo le daría la toalla para que se comportara como una persona funcional en lugar de mimarle y consentirle.

  -Dicen que hoy habrá una lluvia de estrellas.

  -¿Por eso miras por la ventana como un gilipollas? -inquirió Katsuki, tirando la toalla a la cama y rodeando el cuello del otro con los brazos, pegándolo a él.

  -Nunca he visto ninguna.

  -Pareces un niño.

  -De niño estuve a punto de ver una, la noche en la que mi padre se llevó a mi madre al hospital psiquiátrico. Me había prometido que la veríamos juntos en el jardín y pediríamos un deseo.

  -Dios, eso es jodidamente deprimente, bastardo -bufó Bakugou, hundiendo la cabeza en el hueco del cuello de Todoroki.

  -Lo siento.

  -¿Quieres que pidamos un deseo cuando aparezcan las estrellas fugaces?

  -No hace falta. -Todoroki posó las manos sobre los fuertes brazos del rubio que lo abrazaban-. Tú ya eres un deseo hecho realidad.

  -Bastardo...

  -Katsuki, si sigues apretando, me vas a asfixiar.

  -¡Cállate! ¡Muere!

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