Pequeña Gran Revolución

1K 49 14
                                    

Pasaron los días, las semanas, los meses y, más bien tarde que pronto, ya han pasado casi cuatro años. Cuatro años desde que lo vio por última vez. Anne no ha vuelto a saber nada de él, ni dónde está, ni cómo se gana la vida, nada. No llamó aquel verano, sin embargo, y aunque ella jamás lo admitirá, no ha dejado de esperar su llamada.

Anne compró una pequeña casa de campo en el sur de Francia, lo más cerca de Navarra posible, dónde vive ahora. Desde un principio tuvo claro que quería intimidad, para ella y para Aba. Su música ha alcanzado una popularidad que ella jamás se imaginó y, ahora, es bastante famosa, de hecho, está haciendo la maleta, tiene un par de entrevistas para presentar su nuevo disco, después irá con Samantha y Flavio a Valencia para celebrar su compromiso, se quedará hasta la boda, para la cual aún falta, pero necesita estar un tiempo en España y, qué mejor excusa, que aquella.

Relee un par de veces sus nuevas canciones, le ha costado mucho trabajo escribirlas y demasiado esfuerzo conseguir el valor para sacarlas a la luz, pero se ha atrevido a hacerlo y ya no hay marcha atrás. Aún no acaba de decidir si le gustaría o no que él las escuchase.

Se encuentra sentada en el césped, con su casa a su espalda, aquel paisaje ha sido motivo de su inspiración muchas veces, el sur de Francia le resulta tan mágico. Las praderas verdes inundan su campo de visión, se extienden más allá del límite del que sus ojos alcanzan. Los árboles, con sus diversas frutas y flores, pintan el horizonte.

Una pequeña criatura, la cual también ha sido motivo de muchas de sus letras, corretea, persigue a una paloma que huye despavorida de las manos de la niña. Tiene la piel blanca, menos que la de su madre, los ojos los ha heredado de Anne, sin lugar a duda, tiene el mentón marcado, los pómulos sonrojados, los labios rosados, su pelo es rizado y rubio, le cae por encima de los hombros, dorado como los primeros rayos del día.

Anne siempre ha pensado que Aba ha heredado lo mejor de cada uno, sabe que Gèrard diría lo mismo.

La niña abandona su oficio de perseguir palomas, se gira hacia su madre y va corriendo hacia ella, con las brazos abiertos de par en par. Anne la recibe con un gran abrazo, besándole la cabeza y acariciándola con dulzura. Aba se sienta en su regazo, dándole la mano a su madre y sonriendo.

-Mami.

La niña la mira con unos ojitos que solo pueden significar que tiene una pregunta que hacerle, desde que nació resultó ser curiosa y también muy lista, es algo por lo que Anne siempre ha dado las gracias, excepto ahora.

-¿Y papi?
-No lo sé.
-¿Está bien?
-Tampoco lo sé.
-¿Me quiere?
-Voy a serte sincera habibi, tu padre no te conoce, pero estoy segura de que si lo hiciera te querría un montón, no puedes ni imaginar te cuánto.
-¿Le conoceré?
-Lo intentaremos.

Sabe que es verdad, que a partir de ahora no debe interponerse entre su hija y el que, a día de hoy, sigue siendo el amor de su vida. Debe dejar de huir.

Aba le acaricia un mechón rebelde que tiene su madre en los hombros, se lo dejó crecer el día que su queridísima hija le cortó un rizo para intentar hacerlo suyo, porque, según ella, sus rizos eran tan bonitos que todos debían tener mínimo uno. Decidió dejarlo crecer para que estuviese menos rizado antes de que Aba empezase a repartir todos sus mechones entre sus seres queridos.

-Vamos a hacer las maletas.
-¿Por?
-Nos vamos a ver a los abuelos y después a Valencia con el tito Fla y la tita Sam.
-Los titos.

Dice estirando sus bracitos hacia el cielo mientras Anne le abraza y le hace cosquillas en la barriga. La risa de su hija es el sonido más bello del mundo. Siempre ha pensado que ella es su Pequeña Gran Revolución, como diría Izal, que llegó al mundo para hacerle la vida un poco más amena. Aba también ha sido el mejor regalo que nadie le ha hecho, nació el día de Navidad y siempre ha pensado que es lo último que Gèrard le dejó.

Anne tiembla al oír su nombre, pero siempre le estará agradecida, aunque tal vez algún día él también sienta lo mismo, piensa ella, lo que no sabe es que será muy pronto.

Tanto que le daría miedo.

Al volver a su casa, coge el portátil y se sienta, mira como su hija empieza a jugar con un peluche que le regaló Flavio al cual llama Señor Oso, puede que Anne se arrepienta un poco de haberle enseñado a Aba tantísimas series americanas, y es que la favorita de la madre es Friends mientras que la otra es muy fan de Full House y ha adoptado demasiadas frases de las tres hijas Tanner. Samantha dice que es muy gracioso oírla decir cosas como Qué grosero o Vale, chaval. A Anne, aunque nunca lo admitirá, también le hace mucha gracia.

Aba juega a curar al Señor Oso, parece una doctora de verdad, la pasión que le pone a todo lo ha heredado de su padre, es una de las cosas que más le gusta a Anne de su hija.

Entra a un documento de Word, el cual ya conoce muy bien.

Podría decir que esto es un diario, pero ambos sabemos muy bien que el diario no se lo escribes a nadie y, en cambio, yo te escribo a ti, desde el día en que te fuistes, nunca me cansaré de hacerlo, aunque preferiría decírtelo, algún día amor, algún día volveré a mirar a esos ojos verdes que tanto me gustan y te diré lo mucho que te quiero. Hasta el momento, me conformaré con soñarte.

¿Sabes?

Tengo miedo.

Miedo de verte y quedarme paralizada, de no reaccionar. Podría ocurrir, mentiría si dijese que no. Miedo de verte y recordarlo todo con más intensidad, miedo a tenerte miedo. También temo que no me reconozcas, que me mires a los ojos y digas "Quién eres" , porque para mí lo sigues siendo todo. Y, por supuesto, tengo miedo de que el día que te encuentre, ya estés acompañado, no tienes nada que te ate a mí, solo una caja llena de recuerdos y un par de acordes desaprovechados.

También empiezo a temer por Aba, hoy ha preguntado por primera vez por su padre y yo no he sabido qué responder. Sé que la querrías con toda tu alma y a ella a ti también, tal vez mi mayor temor resida en que cuando te conozca ya no se acuerde de mí, tú siempre fuiste mejor con los niños, con todo, en realidad.

Me recuerda a ti, en sus gestos, siempre cuidadosos, meditados; también en su mirada, en la forma en la que observa todo, como si quisiera guardar cada pequeño detalle en su mente ¿Habrás guardado cada uno de mis rasgos en el interior de tu alma? Yo sí que lo hice, con llave y doble cerradura.

Aún te veo, sé que sonará a que estoy loca, tal vez lo esté, pero te veo en todas partes. En los libros, especialmente en todos aquellos que me recomendaste; en los discos, en la música en general, tu pasión, tu gran arte; también en el campo, el verde me recuerda a tus ojos. Te veo en cada rincón de la casa, en el chocolate caliente, en las formas de las nubes.

Tú y yo nunca hablamos de ello, pero el lado derecho de la cama sigue siendo tuyo, no me he atrevido a tocarlo. Aba lo sabe también, las noches en que tiene miedo se levanta de su camita y, arrastrando los pies por culpa del cansancio, como hacías tú, entra en mi habitación. Se acurruca conmigo, a pesar de que gran parte de la cama está vacía, y pone una mano en tu sitio, como si te acaricia se. Se que suena loco e imposible, pero estás aquí y ojalá algún día pueda decirlo sin que la gente crea que se me ha ido la cabeza.

Te extraño Gèrard, aún te quiero, nunca he dejado de hacerlo.

Siento que pronto nos volveremos a ver, quién sabe, tal vez tú más estable y yo menos callada, tal vez está vez sí que sea nuestro momento y nos toque ser felices, a los tres, o a lo mejor cuatro. Pienso en ello, en como hubiese sido si me hubieses llamado, en que Aba estaría más feliz con otro crío en casa, porque este hogar se queda muy grande para las dos solas.

Te esperamos.

No tardes, mi amor.

Jamás me olvidé de Ti [Geranne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora