Capítulo 10

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Al llegar, Albert se tomó el tiempo del mundo para observar a todos los trabajadores y trabajadoras de lugar, disimuladamente sus ojos buscaban a la hermosa mujer de ojos azules que ya lo tenía más que flechado; mientras caminaba rumbo al segundo piso, en busca de Marcelo.

-¡Carajo! te he dicho que avises donde andas, ¿es que acaso no puedes decirme si llegaste o no?. Tan difícil es eso. ¡MUJERES! Cada día las entiendo menos. -Hablaba Marcelo molesto mientras terminaba de realizar su llamada.

-Vaya que carácter, no se como te soportan. Por eso sigo soltero, tranquilo, sin sobresaltos y sobretodo sin controladores telefónicos. Tú si que eres intenso, hermano, y yo pensando que Albert era el rey del control. -Decía Silvio acercándose a palmear el hombro de un irritado Marcelo.

-No te pregunto como estás porque ya me doy idea, -decía Albert mientras entrelazaba un brazo a modo de saludo con Marcelo.

-Chicos que dicen ¿noche de copas? Pregunta Marcelo, cambiando de tema.

-Pero que sea en casa de Albert -decía Silvio-. Yo no pienso cargar con este pequeño ogro. Marcelo, recuerda que ni bien Albert bebe un par de vasos y ya está ebrio.

-jajajajajajajaja.

-jajajajajajajaja.

-Hey, yo no caigo tan rápido, eres un exagerado Silvio, además yo sé cuidarme solo. No hace falta que se preocupen por mí. Aunque sí. Esta vez quiero que sea en mi casa. Me urge llegar allí.

-Y de cuando acá tu tan hogareño bro, -comentaba Marcelo.

-Creo desde que manda a freír espárragos a las mujeres. Y sobre todo porque se está escondiendo particularmente de una. -Decía Silvio.

-Hagamos una cosa, cada quien deja su auto y vamos en mi camioneta, no quiero imprudencias de uds. Pueden guardar sus autos abajo en el sótano, yo prometo levantarlos temprano y traerlos a la hora del desayuno, para que recojan sus autos y se vayan a trabajar bien temprano bañados talqueados y con el buche lleno, ¿que dicen polluelos?

-jajajajajaja, te tomó la palabra papi gallina. -Decía Silvio riendo.

-Yo prefiero llevarme mi auto, pero está bien, si Silvio deja su auto yo también dejo el mío. -Decía Albert.

Los tres amigos subieron en la camioneta de Marcelo. Al subir Silvio encuentra en el asiento trasero un sujetador, y lo coloca a modo de banderín en su mano, e inicia a hacer graciosas imprudencias por la ventana de la camioneta por todo el camino, molestando a Marcelo, por tan peculiar hallazgo. El mismo que no le hizo ninguna gracia a un fruncido Albert, pues eso le recordó la noche que él vio ingresar a Marcelo en el departamento de Ellen.

-¿Se puede saber desde cuando llevas ese sujetador en la parte trasera de tu auto?, -Preguntó Albert bastante serio, pues ya no podía ocultar sus celos y su molestia contra Marcelo.

-¡Hey!, no seas acaparador, a juzgar por el tonito de tu voz, diría que estás celoso de Marcelo, pues no creo que sea por su nueva conquista, porque simplemente sé que no la conoces, con lo tímido que es Albert con eso ¿o si la conoces?, -Dijo Silvio, presionando la herida que empezaba a gotear en el corazón de Albert.

-Eh, No tengo idea, la última vez que estuve con una mujer fue anoche y no precisamente en mi auto, -dijo Marcelo. Y... ¿por que tanta preocupación por mi desempeño sexual?. O es que quieres que te de instrucciones de cómo usar a Albert Junior.

Y entre bromas pesadas de parte de Silvio y Marcelo contra Albert se pusieron en marcha rumbo a casa de Albert, pararon antes en un supermercado para comprar, piqueos un pack de cervezas, un vino, dos botellas de pisco, frutas y una conserva de durazno. Subieron a la camioneta y siguieron su viaje hacia el departamento de Albert. Al llegar estacionaron la camioneta de Marcelo en el estacionamiento de Albert y subieron inmediatamente hacia el penthouse.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora