Capítulo 13

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      Siendo tarde y estando a punto de oscurecer tanto Silvio como Marcelo salieron juntos del depa de Albert entre bromas y risas.

     —¡Qué problemas contigo hermano! Ya no aguantas nada —Comentaba Marcelo con mofa.

     —¿Qué no aguanto nada? Vaya... ¿quién lo dice? Si eres tú el que se picó por ganarte la apuesta.

     —No me he picado por eso sino porque Albert nos corriera de su piso.

     —Ya lo conoces es un cascarrabia desde siempre, además entiendelo hace muchoooooO que tiene el dinosaurio petrificado, al rato reacciona y te va a pedir perdón a su manera, ese "'on" no sabe vivir sin nosotros. Y claro, sobretodo, no puede vivir sin mí, soy algo así como su amor platónico.

     —¡Ya cállate!, o te acabarás creyendo tus propias  locuras. Bueno, te veo mañana, tengo mucho que hacer y trabajo pendiente por terminar y estar aquí sólo retrasó y aumentó mi trabajo.

     —¡Quieto allí Kimosabi! ni un paso atrás.  ¿Es que acaso olvidaste que tienes mi auto en tu garaje junto al de mi crush?

     —¡Cierto! ¡sube a prisa antes que me arrepienta!

     —Mínimo sé caballeroso y ábreme la puerta delantera como lo haría todo un caballero.

     —¡Mierda Silvio! ¡Súbete ya y no me vengas con huevadas!

     —¡Qué fea arruga se te hace en la frente, wey! Así no llegarás ni a los cuarenta, pues de frente te los saltarás a los setenta.

     —¡Silvio! ¡Silvio! mejor enciendo la radio para escuchar música, porque si sigo escuchándote me desquicio. ¡No sé como te aguanta Albert en el bufete!

     —Fácil, Albert me adora, no puede resistirse a este rostro tan tierno y angelical, ni a mi magnética mirada. —Comenta Silvio haciéndole ojitos a Marcelo con el afán de hacerlo renegar.

     Después de casi cuarenta  minutos llegaron a "Aromas Peruanos"; Marcelo subió a su apartado a trabajar en su oficina revisando sus cuentas y llevando la contabilidad de su negocio, mientras que Silvio se quedó un momento en el garaje, y luego quedó en pasar a su oficina a cenar juntos.

     Casi una hora después que llegaran Silvio y Marcelo llegaron Albert y Ellen tomados de la mano, llamando la atención de todo el personal que no dejaba de mirar al hombre tan bien ataviado que entraba de la mano de Ellen. Y ella ruborizada sólo seguía avanzando sin pronunciar ni un sólo sonido. Subieron directo a la oficina de Marcelo sin detenerse.

     Al llegar a la tercera planta antes de pasar a la casa de Marcelo se imponía ante ellos una oficina de vidrios altos con las cortinas abiertas que dejaba mostrar a un Marcelo completamente entretenido tras cientos de documentos y a un Silvio al lado con sus anteojos de lado lleno de documentos y con la sonrisa a flor de piel muy característica en él...

     —¡Buenas noches, chicos! —Comentó Albert ingresando de la mano de Ellen y pegándola a su cuerpo como haciendo incapie en la relación que había iniciado con Ellen, llamando la atención de Marcelo y Silvio que recién levantaban la cabeza de los documentos que revisaban.

     —Buenas noches tortolos, ¿No me digas que no te has despegado de esta pobre criatura del Señor? —Comentó Marcelo elevando el rostro por encima de los documentos y su ordenador.

     —¡Eh!, Pero que se va a despegar de Ellen no ves que ella lo embrujó, ya lo perdimos wey. ¡Te lo dije! ¡Te lo dije!. Y tú Ellen, si tú, ¿Qué tienes que decirme Ellen?,..aceptaste a este hombre incivilizado, medio imbécil, para ser parte de tu vida, sabiendo que no te dejará dormir por intenso,... que es un fanático del orden y milimetrado en todas sus costumbres, y que lleva algo así como tres profesiones diarias paralelas, al tipo que odia recibir llamadas que interrumpan sus rutinas impostergables, el que le huye a las mujeres. ¡Y no me mires así!, no es gay, es hetero, y le gustan las hembras, ¡ya te lo habrá demostrado a lo largo de estos dos días que te secuestró!, ¡Y vaya que te lo ha demostrado!. —Comentó Silvio dejando a Ellen con la boca abierta sin saber que decir.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora