Capítulo 2

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      La trattoria tenía una hermosa vista que distraía la mirada con transeúntes que se trasladaban de izquierda a derecha. El ambiente incitaba al descanso y la alegre melodía de fondo propiciaba quietud y calma, todo eso era lo que a Silvio le agradaba de ese lugar. Aunque a decir verdades, no eran los aromas italianos, ni la decoración al estilo de esa vieja italia de los cincuenta lo que atraía a Silvio al lugar. Sin lugar a dudas a esa trattoria intentaba armonizar su decoración y los cuatro pilares con esculpidos ángeles que subían hacia el techo en espiral, elevando sendas bandejas de uvas en la puerta de ingreso que recibía a los comensales. Todo ese ambiente y la decoración para Silvio sólo era eso un lugar más en donde comer. Lo que a él le interesaba era ver las caderas de la bella italiana moviéndose al ritmo de la alegre melodía latina. Silvio llevaba casi dos semanas y media frecuentando esta zona a fin de observar a esa bella mujer. 


     Silvio estaba lleno de deseo. Verla despertaba su lado más primitivo. Pero claro, jamás sería algo más que un super polvo. Total, ya tenía en mente a otra tigresa de piel bronceada y alegres ojos vivarachos color almendra. Toda una diosa. 


     —ring...ring ring...


     —¡¡Habla, galán!! Aunque tu nunca me lo confieses, se que me adoras... ¡Papucho!


     —...


     —Jajajajaja. Bien que te gusta que te digan que estás buenote. ¡Claro! Después que yo. 


     —...


     —¡No jodas! Y pretendes mandar este cuerpecito inmaculado con semejante vampiresa. ¡Perdon!, ¡pero discúlpame!, a mí me gustan virginales así como tú. 


     —...


     —Ruégame.


     —...


     —¡Olvídate! Yo no soy de ese tipo.


     —...


     —¡Noooo! ...¡no, no, no y no!


     —...


     —¡ESTOY OFENDIDÍSIMO!


     —...


     —Mmmm


     —...


     —Ha ver, ...¡Repítelo! Eso lo tengo que grabar. 


     —...


     —¡Mira! ¡¿que siempre me puedo echar para atrás?!


    —...


     —Ya lo sabía ¡Me gusta escucharte rogar! Pago por ver tu cara de perro arrastrado.


     —...


     —No te preocupes, ya lo hice hoy temprano y falsifiqué tu firma como siempre. 


     —...


     —No me agradezcas. Yo sé lo que piensas y deseas a todas horas, papuchis. 


     —...


     —Eso sí, te haces responsable si esa loca intenta ponerme un dedo encima. Yo soy frágil y pudoroso. 


     —...


     —Te estoy vacilando, ¿Cómo crees?


      Unos minutos después Silvio dejó su copa y empezó a mirar su galería de fotos. —Ignora ésas, se dijo para sí mismo, con un puchero.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora