Capitulo 3

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El helado que sujetaba en su mano diestra empezaba a derretirse, no había logrado disfrutar de la merienda helada que había comprado, estaba dispuesta a reprochar por las acciones ajenas, hasta que su celular empezó a vibrar, no quería tirar el helado pero tampoco quería tirar su uniforme.

Alzo la mirada para poder buscar alguna solución, miro una banca libre no tan lejos de ella, empezando a caminar lo más rápido hacia ella, una vez cerca colocó con cuidado las prendas de la institución para poder sacar su celular de su bolsillo, las acciones de la azabache eran seguidas por la mirada del joven rubio, causándole cierta gracia.

¿Bueno? — Atendió la llamada lo más rápido posible, tragando en seco al escuchar la voz en la otra línea — Ya estoy en camino.... Si... No... — Su madre estaba preocupada por ella, tal parece que su hermana había avisado que llegaría después pero que ella ya había salido camino a casa.

El teléfono no se separaba del odio de la dueña del aparato, sabía lo que le esperaba en casa, debía de dar una larga explicación de su retraso, miro de reojo el uniforme, frunciendo levemente su entrecejo, suspirando resignada una vez escucho como su madre daba fin a la llamada, miro el helado para poder comerlo rápidamente, tomando las prendas y empezar a correr hasta su hogar, olvidando por completo al rubio.

— Mi condición es un asco — Se lamentó en un susurro, había dejado de intentar llegar a su hogar en una carrera.

Sus pasos empezaron a ser normales, tranquilos sin prisa alguna, si bien aún mantenía el miedo de que le llamarán la atención debido a su retrasó, el aliento le faltaba y sus piernas flaquean por el cansancio.

Su casa se encontraba más cerca por cada paso que daba, permaneció un rato más caminando debajo de la luz del sol, sintiendo como gotas de sudor empezaban a caer de su frente, deslizándose por los costados.

Kiy-chan, ¿Por qué tuviste que tomar todo el gen deportivo? — Dejo escapar un suspiro cansado.

El aparato volvió sonar, atendiendo de inmediato, escuchando como su madre gritaba desde el otro lado, alejando la pantalla de su oído, frunciendo con molestia sus labios.
Después de que el tono de su madre se tranquilizara, acercó de nueva cuenta al oído, no pudo decir palabra alguna, su progenitora solo le daba motivos para que resultará castigada, para después colgar de nueva cuenta.

— ¿Será muy difícil fingir mi muerte? — Colocó su mano diestra sobre su mentón, reflexionando aquella idea, negando con la cabeza para seguir su camino.

Una vez subió en el autobús que la llevaría a su hogar, recordó que aquel rubio había estado con ella, sus ojos se colocaron en blanco, lo había abandonado en el parque, negó con la cabeza, ella no fue la que le invito a pasar el rato a su lado, colocó sus manos sobre su rostro, sintiéndose apenada, con aquel pensamiento suspiró, para poder fijar su vista en la ventana, tratando de olvidar sus actos.

— ¡Ya volví! — Cerró la puerta detrás de ella, para poder ver a su madre con el entrecejo fruncido.

— ¿¡Dónde estabas!?, ¿Sabes lo preocupada que estaba? — Al igual que su ceño, cruzó sus brazos, queriendo respuesta sobre la tardanza de su hija

Fui por el uniforme —  Alzó las prendas mencionadas anteriormente para escuchar a su madre suspirar

— Casi me da un infarto, deberías de avisar.... — Su expresión se relajó, tomando entre sus manos el uniforme que le mostraba — Que orgullo, mis dos pequeñas siguiendo sus pasos — Sonrió mientras abrazaba las telas.

—¿Ya puedo irme? — La esperanza de poder librarse de algún castigo se hizo presente al ver el cambio de actitud de su madre.

— No, ¿Pensaste que te ibas a librar? — Aquel gesto amable que mantenía cambio a uno terrorífico— Mañana irás con Kiyoto para ver el instituto, no quiero que te pierdas

Pe-pero...— Trago en seco al ver la mirada de su madre, tratar de buscar una salvación sería en vano — Está bien...

La mayor asintió, para poder dejar que la joven entrará dignamente al recinto, dirigiéndose a su habitación, dejándose caer rendida a su cama.

— No siento las piernas — Soltó un bostezo, rendida, había utilizado muchas energías el día de hoy.

Se acomodo en posición fetal, empezando a cerrar lentamente sus ojos, durmiendo plácidamente, el cuerpo de la joven seguía con otro horario, aunque no estaba tan cansada gracias a las pastillas, solo las usaría por un tiempo, tomar medicamentos excesivamente era peligroso.
Sus manos rodeaban la figura de la única almohada cercana, balbuceando cosas sin sentido alguno, su respiración era tranquila, dejando una pequeña abertura entre sus labios, donde empezó a salir un poco de su saliva, dejando un rastro en su mejilla.

Todo era obscuro, raramente soñaba con algo, sin embargo cuando aquello ocurría, siempre se empeñaba en recordarlo, sintiéndose alegre y contándole a su hermana, el tiempo paso y su madre apareció en la recámara, sintiéndose alegre de volver a ver a su hija dormir en su habitación, el colchón se hundió en la parte baja de la cama, la madre había tomado asiento, ver así de tranquila relajaba su actitud hace tiempo que no la veía.

La joven empezó a removerse en su lugar hasta poder levantarse por completo, quedándose con la vista perdida sobre el techo, dando un último bostezo para poder ver a su madre.

— ¿Dormí mucho? — Hablo una vez el bostezo termino.

— No lo suficiente como para no dormir está noche — Acercó su mano para poder acomodar el cabello de la joven — La cena está lista, vamos

— ¡De inmediato! — Aquello pareció llenar su energía por completo.

Una vez levantó de su cama, ambas figuras abandonaron la habitación, para poder bajar y degustar en familia la cena elaborada por la madre de ambas jóvenes.

La menor miro por todas partes inquieta, tratando de encontrar a su hermana, mirando a sus padres en busca de respuestas.

— Aún no llega, tardará un poco más — Hablo su padre, volviendo a ver su celular

— Pero ya es tarde — Rascó su codo inquieta, le gustaría ofrecerse a ir por ella pero si algo ocurriera sería un estorbo

— Vendrá segura no te preocupes, por ahora come, mira lo delgada que estás, ¿No te alimentabas bien? — Regañó para poder acercarle más los alimentos

— Claro que sí — Se defendió de inmediato, para poder empezar a comer.

La comida transcurría entre anécdotas de la más joven, poniéndolos al tanto de su vida, mostrándoles fotografías que había tomado de tantos lugares que le fascinaron como de amigos que había conocido.
El timbre resonó por todo el hogar, siendo la azabache la primera en correr a poder abrir y atender a su hermana.

Bienvenida a casa Kiy-chan— Comentó recreando la bienvenida que hace tiempo no lograba pronunciar.

Motivos para sonreír (Kei Tsukishima y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora