Perdidas

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Las semanas siguen pasando, aquellas pesadillas acuden a mi cabeza con mayor intensidad y la presencia de ese mostró al que yo mismo abrí las puertas se vuelve asfixiante. Es mi culpa me repito mientras veo desde la ventanilla como el ventilador mantiene a mi hermano vivo, si pudiera le daría mis pulmones aun que seguramente estos estaban más infectados que los de él, no puedo revertir lo que he pedido esas eran las letras pequeñas del contrato si los humanos mientes, y eso lo sabía mejor que nadie dado su trabajo, que hay de un habitante del infierno seguramente era mucho peor que esos.

Al fin podía entrar en la sala, su sobrino seguía en la escuela sin sospechar apenas el martirio que los dos adultos estaban pasando uno en cuerpo y el otro en alma, vio como el mayor escupía los restos de sangre en un pequeño balde de metal, cuando respiraba se escuchaba un leve silbido que le erizaba la piel cada que le escuchaba. No había vuelta atrás los dos lo sabían a su manera e incluso cada cuanto se veía tentado a confesarle que todo eso era a causa suya. Que era una persona horrible y sin duda se merecía el peor de los castigos, pero cada vez que trataba de hablar sobre ello su lengua se trababa y la garganta le ardía como si estuviera bebiendo aceite caliente.

Aquella criatura sin nombre paseaba en sus sueños tratando de convencerle de que extinguiera la vida del menor, a veces veía visiones del pequeño Leo muerto atropellado, ahogado, asesinado, de solo recordarlo se le revolvía el estómago. Su cuerpo empezaba a resentir aquella situación, sus ojos se veían velados por el cansancio y la delgadez de su cuerpo hacia sobresalir su cuerpo, empezaba a perder masa muscular pareciera que él era quien pasaba por una terrible enfermedad. Comía poco pues no tenía apetito solo se estaba dejando morir, hasta que le fue imposible ocultar que se encontraba mal, su hermano se veía preocupado más por el estado en el que se encontraba que su propia enfermedad, se sentía patético por depender del sostén de un moribundo cuando él debía ser quien tratara de sobrellevar todo lo que estaba pasando a su alrededor.

- Me dirás que es lo que pasa- decía en su despacho tecleando en su computador mientras el bebía algo de brandy en uno de los sillones, no le gustaba el sabor, pero había empezado a beberlo para calmar un poco su nerviosismo.

- Lo siento, solo estoy estresado por esta situación, no creo poder ser un buen tutor

- Sé que no es tu deber

- Claro que lo es, soy su única familia, solo que no merezco el honor de cuidar de el... no soy una buena persona

- ¿Qué te hace creer que no lo eres?

- Te envidiaba incluso llegue a odiarte pese a todo que has hecho por mi

- Todos cometemos errores- ni siquiera le miraba concentrado en el computador frente a él, eso le irritaba al más joven pero lo cayo puesto que no tenía derecho a recriminar tal acto- tal vez debí ser alguien más accesible, debía criarte y no sabía cómo hacerlo, creo que ahora te dejo en la misma posición en la que me dejo mi padre... solo espero que tú lo hagas mejor de lo que yo lo hice

- No podre

- Eres realmente accesible, sé que lo lograras incluso si tropiezas podrás salir Sísifo, sobreviviste en un ambiente horrible y te abriste paso en este mundo

- Incluso si cause tu muerte

Su hermano no le miro sorprendido y suspiro dejando de teclear por primera vez dejando que sus dedos descansaran en su escritorio mirándole como si deseara penetrar en su corrupta alma, haciéndole como seguramente Adán y Eva se sintieron cuando comieron del fruto del conocimiento, se sentía desnudo ante los orbes verdes de aquel con quien compartía alma.

PactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora