Final: el gran orgasmo.

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El había vivido demasiado tiempo atrapado en un libro, siempre esclavo de los deseos de alguien más sin pensar demasiado en lo que quería ¿realmente añoraba ser un caballero? ¿los favores del rey? Pudo haber sido más feliz con una simple hacienda pasando los días bañándose en el sol junto a sus seres queridos, no les hubiera ahorrado tanto dolor si viera dejado atrás un sueño que no estaba seguro que fuera suyo, tal vez solo se dejó arrastrar por el fervor de la época. Desvió sus ojos al rostro del mortal durmiendo plácidamente mientras se aferraba a él temeroso aun de que desapareciera, pero incapaz realmente de retenerlo cuando irremediablemente lo hiciera, una sonrisa se formó en la fina boca de aquel demonio mientras pasaba su índice por los brazos algo bronceados del abogado que trato de huir de las prisiones de Morfeo para ir a su encuentro. De sus memorias no quedaban más que piezas inconexas, las personas que había conocido a lo largo de su vida no poseían rostro, ni voz, nada humanamente reconocible como si su cabeza hubiera censurado cualquier cosa que no fuera quien dormía a su lado, persistía ese sentimiento de desasosiego al saber que ya no era el mismo, pero no podía seguir persiguiendo recuerdos que ahora no valían nada. Antes de que la semana llegue a su fin el habría de desaparecer para siempre ¿Qué importaría entonces su nombre, su familia o su historia? Cerro los ojos acomodándose cerca de él, robando un poco de ese calor producido por la sangre que bombeaba un corazón vivo, se dispuso a acompañarle al mundo de los sueños sintiendo su aliento romper contra su cuerpo como las olas contra las rocas. Destruyéndose por completo para no quedar más que un caparazón vacío, busco el calor de aquel cuerpo palpitante de vida a su lado y durmió profundamente. Hace cuantos siglos había dejado de soñar y ahora, cuando su vida llegaba a su fin el mundo onírico le abría sus puertas de nuevo, al fin deseaba algo por su propia cuenta más allá de su final o del tan esperado encuentro con su amada el anhelaba a aquel joven hombre a su lado tenerle en sus brazos mientras las estaciones pasaban dormir al lado de esta persona le llenaba de la misma paz que sentía con su amada esposa ¿él estaba casado? Tal vez si ella se volviera a encontrar con el estaría furiosa por estar con este hombre, realmente era anormal y repulsivo la atracción irresistible que despertaba el castaño sobre él. Había olvidado que todo ello era producto de un deseo egoísta de una maldición sin escapatoria. Y le gustaba olvidar, era tan tranquilizador dejar que todas las cosas que sabía se desvanecieran en la nada, ya no tenía culpas que doblegaran su alma ni más deseo que ser amado.

Que placer era abrir los ojos y encontrarlo ahí con los ojos brillando deslizando sus dedos por sus cuernos de azabache profundo con una sonrisa dulce que era como la miel más dulce del mundo, sus pálidas mejillas se enrojecían de solo imaginar el deleite de presionarlo contra los suyos sin poder evitarlo su garganta se secó como los mas áridos desiertos y el aire le faltaba de los pulmones se relamió los labios que sentía agrietarse y trato de pasar algo de la saliva de su boca inútilmente. La mirada azul de aquel hombre se posó sobre sus labios leyendo sus intenciones se acercó en busca de la anhelada caricia era un licor tan adictivo que se creía incapaz de sobrevivir unos segundos sin él, una mano cálida subió cuidadosamente por sus costados hasta su mejilla separándose un poco para incorporarse de su lecho. Un quejido habría escapado de su boca y como si fuera un cachorro al que se le niega el premio que se le había prometido simplemente sintió la calidez de su tacto en su cabeza.

- Te traeré el desayuno antes de ir a trabajar

Realmente se iría cuando el parecía no poder vivir sin él, escucho como se alejaba por los pasillos y su corazón se retorció en su pecho, no quería esperarlo y trato de seguirlo. Sus piernas eran atravesadas por un dolor insufrible, sus huesos se sentían como hierro oxidado y carcomido cediendo contra el más suave peso, finalmente cayo con un ruido sordo a escasos pasos de la cama mirando en dirección a la puerta semi abierta donde una bola de pelos de color negro le miraba con penetrantes ojos rojos y sus pupilas se contrajeron de temor como si hubiera visto la cosa más terrible del mundo: tal vez eso vio. Los pasos silenciosos de Sísifo se acercaron a la habitación ahuyentando a la criatura de inmediato permitiéndole calmarse momentáneamente, su pecho ondulaba con desesperación tratando de tomar aire, su mandibulada estaba tan tensa que dolía y su cuerpo parecía estar a nada de simplemente romperse en miles de pedazos.

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