El amor es un pájaro rebelde

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Le dolía el cuerpo pues habría golpeado contra uno de los muebles, tenía un moretón horrible y un hueco en el estómago, sin dormir mirando por la ventana aquel libro meciéndose entre las ramas del árbol esperando que callera pronto de la cima para que el pudiera tomarlo como Eva tomo la manzana, condenando su recién adquirida libertad, pensaba cortarlo pero cuando se lo comento a su sobrino este se negó por completo: era un viejo roble que había estado ahí incluso antes del nacimiento de su padre. Pero él no podía quitar sus ojos de esa portaba desgastada de color negro que parecía estar a nada de caer, pero nunca lo hacía como si se negara a estar en sus brazos una vez más.

En el mundo real no basta con decir lo siento para sanar las heridas causadas, como era posible que una mueca de placer se convirtiera tan rápidamente en la agonía de una persona, sus dedos se deslizaron por el borde de la ventana donde aquel había desaparecido esperando ansiosamente que volviera a sus manos. Había sobrevivido al fuego y lo había seguido al hospital por que ahora estaba manteniendo su distancia. Leyó aquel libro que hablaban de él riéndose cada vez que recordaba que nunca uso su nombre para referirse a él, tal vez si lo hubiera llamado mientras le consolaba tras su desliz este no estaría así o si viera escrito que iba a viajar con su sobrino este no estaría tan enojado con él. Siempre que volvía de su trabajo se pasaba largos minutos mirando el árbol como si quisiera asegurarse de que siguiera ahí, luego entraba para desvanecer en un sillón agobiado por completo por sus acciones torturándose con preguntas sobre su comportamiento.

A los pocos días se anunció la primera tormenta del año, miraba como las hojas se movían frenéticamente e incluso una de esas páginas rotas voló hasta la cerca movida por la violencia del viento, acaso estaba planeando ser destruido por completo para que el nunca más pudiera llamarlo, trago saliva mientras guardaba está en una caja fuerte para después llamar a los bomberos, les ofreció una suma increíble para que bajaran aquel libro viejo, estaba enloqueciendo por tenerlo que casi lo arrebata de esos hombres cuando estos se lo mostraron. Se sentía ansioso por alguna razón que no terminaba de comprender del todo.

- Lo siento, lo siento, lo siento- murmuro contra la pasta roída de aquel documento, besando esta mientras acariciaba sus hojas con cuidado temiendo romperlas- no quiero que me odies, sé que hice mal todo este tiempo, pero te lo suplico déjame tenerte... necesito tenerte

¿Por qué lo quería? No lo sabía a ciencia cierta, simplemente lo deseaba como de niño había deseado una vida mejor, el pequeño él se repetía que quería darle una buena vida a su madre, pero dentro sabía que lo que más deseaba era dejar de tener que morir de hambre y dormir en el suelo, quería el reconocimiento de Ilias o quería aplastarlo para demostrar que era mejor. Lo quería por el placer de su carne hundiéndose en su palpitante recto mientras sus cuerpos se retorcían en la sombra de la noche, con sonidos salvajes mientras se colocaba sobre de el: poder, placer y vanidad. Todo en un baile desenfrenado de caderas mientras marcas rojizas se pintaban en su cuello y pecho.

Abrió el libro en su habitación con aquellas velas negras mientras sujetaba a un cuervo que había encontrado por ahí, con su ala rota y graznando de dolor. Le abrió el cuello dejando el líquido verterse en el cuenco de bronce que fue volcado por los aleteos frenéticos del animal que arañaba su piel con sus garras y soltaba gritos ahogados que resonaban en la habitación mientras el libro se empapaba un poco en el elixir carmesí una de las velas callo sobre este extinguiéndose al momento que el ave moribunda abandonaba sus energías, extinguiendo la vida en sus ojos negros y sumiéndole a él en un aterrador silencio. Trago saliva desconcertado con los ojos fijos en las páginas del libro esperando, aunque sea algún movimiento y orando en su mente por la oportunidad de tenerlo. Cuando apareciera le besaría furiosamente hasta tenerlo acorralado, le importaría poco si se presentara como una criatura animalesca con ojos de cabra, piernas retorcidas y cuernos afilados, su corazón parecía estar a nada de explotar en su pecho podía sentirlo palpitar en sus sienes mientras con ojos bien abiertos estudiaba las sombras de su propia habitación.

PactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora