Roto

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Explicarle a su sobrino fue difícil, termino por decirle que todo había sido culpa de un gato que se había metido por dejar su ventana, él no le creía, pero no hizo preguntas para desmentir esto solo le sonrió tratando de calmarlo. Se fue a dormir mirando la puerta del mayor antes de desaparecer por la propia dejando las maletas de sus amigos en una de las esquinas de la habitación. Y él se quedó en la sala mirando el segundo piso con una sensación agridulce en la boca, esta terriblemente consternado por sus propias acciones. La sensación de victoria había sido mitigada hasta la extinción por la culpa, vaya sentimentalismo más inconveniente en los momentos de éxito absoluto. Se arrojó en el sillón mirando a una de las paredes sin ver nada particular absorto en los pensamientos que parecían succionarlo a una parte muy oscura de su ser.

Todo era su culpa.
Lo sabía de antemano después de todo, la muerte de su hermano y su condena solo pudieron ser causados por el mismo, nadie más condeno su alma a un infierno que no conocía más que el en el momento en que abrió ese libro con una meta clara, también era su culpa lo que había pasado después, las acciones realizados por venganza lo único que lograron era arrastrar más su alma a este abismo.

Sentía tanta lastima por él.
Pero sabía que no podía revertir el deseo que había pedido, le había hecho amarlo obligándole a perderlo todo sin que él quisiera siquiera recibir ese afecto, creía que sería la mejor venganza ya que sufriría el rechazo, entre otros actos infames que había planeado realizar, y ahora completamente abandonado de sí mismo le miraba con unos ojos inocentes que le hacían sentir como la más inmunda de las basuras. Un suspiro ruidoso escapo de su boca, oculto su cabeza entre sus manos incapaz de moverse imaginando la cara de su hermano rechazando su conducta.

- Sísifo- sintió las manos heladas sobre las suyas y miro entre la abertura de sus piernas a esa antigüedad mirándole con una clase de compasión que le retorció las entrañas- ¿estás bien?

No lo estaba, pero callo al mirarlo, sus orbes violetas que poseían algo inhumano estaban velado por una cortina grisácea como si tuviera cataratas era un poco grotesco le hacían sentir que estaba abusando de alguien incapacitado, en su trabajo a veces defendía a los malos de la historia, pero esto era realmente más de lo que pudiera soportar. Se levantó sin atreverse a mirarlo sin querer hacerlo realmente.

- No puedes estar aquí cuando este mi sobrino, o nadie más... solo puedes entrar en mi habitación

El afirmo poniéndose de pie con los labios entre abiertos, sosteniendo su mano de forma insistente, es que era su única luz en ese mundo que empezaba a cubrirse de oscuridad.

- Lo siento ¿está bien? - dijo el humano soltándose de esa mano fría, se mordió el labio y subió las escaleras dejándole en la sombra.

- No lo está...- ¿imaginaste alguna vez perderte? Él había sentido esa desesperación muchas veces en su larga existencia, pero nunca en este punto, tenía momentos de lucidez, pero eran tan débiles y tan efímeros que apenas podían ser llamados conciencia, se cuestionaba sobre el asesinato, pero sabía que de hacerlo acabaría con su propia vida de inmediato. De nuevo.

Pasaron casi dos semanas desde la última vez que fue el mismo, pasaba los días a los pies de la cama mirándole dormir, levantarse y abandonarlo hasta la noche siguiente. Se sentía aliviado por el poco contacto físico pero abandonado como un trasto viejo que debía ser desechado cuanto antes porque lo único que hacía era estorbar en el camino, a veces cuando se hallaba abatido por la soledad tomaba algún libro para leer en las odiosas horas que separaban cada noche de la siguiente, una vez aquel humano no volvió sino hasta el día siguiente oliendo a perfume barato y con marcas rojizas en el cuello que le clavaron una flecha directamente al corazón.

PactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora