Target 1: Il diario

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Tsuna llevaba desde la noche anterior sintiendo una pesadez enorme en el corazón. No tenía ganas de ver a nadie y tampoco quería quedarse solo porque recordaría el motivo de su angustia: Gokudera. Todo inició esa tarde al terminar la escuela. Como de costumbre, Tsuna no había puesto atención en clase y se la pasó holgazaneando durante todo el día. Lo último que escuchó fue que "mañana tendremos examen, así que espero que estudien todos esos ejercicios". Suspiró aburrido mientras veía cómo todos sus compañeros tomaban sus cosas y comenzaban a salir del salón.

– Descuide, Décimo, yo lo ayudaré a estudiar. – El chico de cabello plateado que se sentaba delante de él le volvió a solucionar la vida. Así era él. Cálido, amable y siempre dispuesto a sacarlo de los apuros en los que se metía. Sabía que si necesitaba algo, ni siquiera necesitaba pedírselo. Su amigo más incondicional le terminaría ayudando por iniciativa propia.

Tsuna se levantó de su lugar y tomó sus cosas mientras sonreía porque la preocupación por el examen se había esfumado. Sus guardianes predilectos lo imitaron y se fueron los tres juntos rumbo a casa. Yamamoto, Gokudera y Tsuna caminaron a sus casilleros, tomaron un par de libros y se fueron tranquilamente. Ojalá pudiera detener el tiempo y que todo se quedara así, pensó Tsuna, sin preocupaciones de la mafia y con la única responsabilidad de tener un examen al día siguiente... aunque también agradecía la existencia de ese circo llamado "Mafia Vongola", pues le había traído a sus más queridos amigos y la posibilidad de hablar con Kyoko cuando quisiera.

Se sentía feliz.

– Bueno, chicos, yo me despido. Papá tiene un pedido especial hoy y debo ayudarlo con la entrega. Después de eso trataré de estudiar. – Comentó Yamamoto al llegar al restaurante. Usualmente, el chico sólo pasaba a saludar y se iban los tres juntos a casa de Tsuna para hacer tarea o pasar la tarde siempre y cuando su papá no necesitara ayuda con algún pedido de sushi.

–Bueno, Yamamoto, ¡hasta mañana! – Dijo Tsuna mientras se despedía ondeando su mano derecha al aire.

–Hasta mañana chicos. Gokudera, no seas tan estricto con Tsuna. – Como respuesta del peliblanco, Yamamoto sólo recibió un chasquido de dientes. Tsuna les sonrió a ambos y lamentó que no pudieran estudiar los tres, aunque también lo agradeció porque cuando estaban sólo ellos dos, Gokudera tomaba más tiempo en explicar cada tema y ahora que tenían examen, quería tener al italiano para él solo. Así podría repetir los ejercicios una y otra vez hasta que no tuviera dudas.

Si había algo que adoraba de Gokudera era su paciencia con él, aunque también le parecía raro que el chico fuera tan amable, calmado, atento y hasta dócil en comparación a lo irritable, pedante y muy poco tolerante que podía llegar a ser con los demás miembros de la familia. Sabía que todo se debía al cuento de ser la leal Mano derecha del Décimo Vongola y que si no fuera por eso, Gokudera no tendría tantas atenciones con él. En otras circunstancias no querría toparse a Gokudera en un día normal, pues su mal humor y agresividad le parecían aterrantes, aunque a las chicas de la escuela les parecía llamativo y hasta encantador.

–Oye, Gokudera, ¿quién te gusta? – Le había hecho la pregunta un par de veces esa semana sin recibir un nombre en concreto.

–Décimo, pues, este... no es algo importante. No tengo tiempo de fijarme en esas cosas. – Evadió la respuesta como tantas veces durante esa semana. Tsuna chasqueó los dientes en señal de molestia al darse cuenta que su amigo le rehuía a darle un nombre y eso lo desesperaba.

–Si yo no fuera el Décimo Vongola, ¿seguirías siendo mi amigo?

–Pero qué cosas dice, Décimo, ¡claro que sí! Yo lo seguiría por el simple hecho de ser usted y lo protegería aunque no existiera la mafia. – Esas palabras no lo llenaron ni tantito. La lejanía con la que lo llamaba, aunque detonaba respeto, le sabía amarga, sin sentido y hasta ridícula. Si tan amigos eran, ¿por qué no podía hablarle de tú? ¿Por qué no podía siquiera hablarle por su nombre? Eso le molestaba.

El secreto de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora