Target 11: Illusioni

165 16 8
                                    

Faltaba un día para el recital. Gokudera pidió permiso para faltar a la escuela porque el instituto de Haru quería hacer ensayos generales porque todo debía ser perfecto. Tsuna también pidió permiso de ausentarse: alegó dolor de estómago y presentó un dictamen falso que le proporcionó el Doctor Shamal. Así pudo colarse junto a su guardián al ensayo sin ningún problema. Después de haberle confesado que lo quería, sentía ganas de estar cerca de él y disfrutar todo lo que pudiera porque sabía que su humor cambiaría si tuviera que darle explicaciones a Yamamoto o a Reborn.

La noche anterior la había pasado en casa de Gokudera; quién, después de arreglarse a la mañana siguiente, pasó junto a él a su casa para que pudiera prepararse, llamar a la escuela, pedir permiso y mandar el dictamen de Shamal por correo electrónico. Así evitaba toparse a su tutor y al guardián de la lluvia que seguramente lo esperaban en la escuela. Ahora estaba en el salón de música del Instituto de Haru junto a su pianista favorito, lo escuchaba tocar y recordaba la noche anterior.

¿Qué significaba decirle "te quiero"? ¿Era diferente decirlo a sentirlo? Tsuna no iba a negar que se sentía confundido, pero no se arrepentía de habérselo dicho. Sí, había besos, le gustaba abrazarlo, hacerlo sonrojar y estar con él. Le gustaba cuando estaban solos, como en ese momento, como la noche anterior. Suspiró y se limitó a contemplarlo al piano. Le gustaba verlo tocar con tanta pasión y notó que tenía un perfil muy atractivo. También le gustaba ver lo expresivos que podían ser sus dedos mientras se movían por el teclado, le gustaba ver cómo su postura subía y bajaba, cómo se mantenía recto o arqueaba un poco la espalda de acuerdo al dramatismo de la pieza. Adoraba ver cómo cerraba los ojos mientras sonreía al tocar...

– Me gusta cuando sonríes así. – Supo que Gokudera escuchó el comentario porque al instante vio que sus orejas se pusieron rojas. No necesitaba verle la cara para confirmar que se había sonrojado. Le encantaba tanto verlo así... pero no sabía cómo le gustaba Gokudera.

–Gracias Décimo. – La sonrisa de Gokudera no se había desvanecido en todo el día. Pasar la noche al lado de su amado Décimo le devolvió un poco de esperanza a su corazón. Sin embargo, dentro de su ser, la idea de regresar a Italia latía con más intensidad porque tenía miedo porque en el momento que la hermana de Sasagawa viera con ojos de amor a su Décimo, él saldría perdiendo.

–Creo que empiezo a conocer tus sonrisas y tus miradas. No importa que quieras hacerte el rudo, eres muy expresivo y eso me gusta. – Gokudera volvió a sonrojase.

– Yo también le conozco todas sus expresiones, Décimo. Sé cuándo algo le molesta, cuando está realmente feliz, alegre, triste, emocionado... y enamorado. – La última palabra la dijo con un dejo de nostalgia que sólo él pudo notar. Sí, conocía sus miradas y los ojos que le regalaba a él no eran ni la milésima parte de los que le daba a Kyoko. Ella lo tenía todo y él... No se permitió sentir celos porque al final del día, Tsuna no era suyo.

–Me conoces bien. – Tsuna se levantó y lo abrazó por la espalda. Y entonces comenzó a cuestionarse: ¿por qué lo estaba haciendo? ¿Qué lo movía a querer estar así de cerca con Gokudera? No lo sabía, pero le gustaba. Tal vez nunca sabría el motivo y le molestaba, porque si no sabía, Yamamoto y Reborn tenían la razón: era un maldito egoísta.

–Es el deber de la mano derecha, ¿no? – Gokudera quiso cambiar el tema de forma rápida. No quería que sus sentimientos avanzaran más. Creía que aun podía tener control de ellos y que podía tener algo de espacio. Sentía que si el amor crecía, perdería hasta su voluntad y se sometería entero a las peticiones de su amado.

– ¿En qué piensas, Gokudera?... – No se dio cuenta cuándo había dejado de tocar.

–En usted, Décimo. – Tsuna se sonrojó y se dio cuenta que era lindo estar así. Podría disfrutarlo, tenerlo siempre junto a él, supo entonces que estos abrazos y esa cercanía no eran propias de una mano derecha y estaba bien, porque al final del día, hacía muchos tiempo que Gokudera era más que una mano derecha y justamente era más que un amigo simplemente.

El secreto de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora