Target 14: Mezzanotte

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Tsuna despertó en su cama. No recordaba haberse ido a dormir y le pareció extraño no escuchar el alboroto usualmente creado por Lambo e I-pin. Tampoco hubo explosiones ni comentarios hirientes por parte de Reborn, por lo que se sentía tranquilo y especialmente callado esa mañana. Sus pensamientos se remontaron a aquellos días de secundaria en los que la vida no parecía tener más preocupación que terminar de leer los mangas que compraba cada cierto tiempo. "Si tan sólo pudiera volver..." pensó y se puso alerta por si Reborn estaba tratando de tenderle una trampa. Se levantó de la cama y fue al baño. Después de lavarse la cara, bajó las escaleras llamando a Nana varias veces, pero nadie le respondió.

– ¿Qué hora es? – Se dijo a sí mismo y tomó su celular para ver la hora: 2:00 p.m. Era probable que su mamá fuera al centro con los niños como de costumbre y que Reborn estuviera con Bianchi arreglando algún asunto de la mafia. Su teléfono comenzó a vibrar en ese instante y se alegró al ver en pantalla el nombre de su guardián favorito.

– Hola Gokudera, ¿a tu casa? ¡Sí! Voy para allá. – Sonrió al escuchar su voz. Tomó las llaves y al instante salió de la casa para encontrarse con él. El trayecto le pareció extraño porque no había ni una sola alma en todo Namimori y tanto silencio lo perturbó. Trató de no darle importancia y siguió caminando hacia la casa de su mejor amigo con una cautela exagerada. No tardó mucho en llegar a la casa de su guardián, aún con la idea en la mente de estarse perdiendo de algo importante. Suspiró para volver a inspirarse para disfrutar de una tarde llena de cariños.

Pero una tarde de besos y arrumacos no lo tenían tranquilo. Estar caminando rumbo a casa de Gokudera y recordar todo lo que había pasado entre ellos desde el incidente del diario lo inquietaba. No iba a negar que le gustaba... pero también sintió algo parecido por Haru en algún momento y al final, sus sentimientos por Kyoko terminaron ganando. Se dijo que no podía comparar ambos gustos: a Haru le gustaba verla porque era linda, porque era atenta, olía rico y era sumamente cariñosa con él. Sí, admitía que algún momento llegó a su mente el "¿... y por qué no?" Pero todo terminó derrumbándose cuando Kyoko le cocinó un postre de fresas con crema para él solo. La cosa era completamente diferente con Gokudera porque no se limitaba a que era atento y leal. Le tenía confianza y era su mejor amigo... aunque ya no podía llamarlo únicamente mejor amigo porque se dejó envolver por las palabras de su diario y el peligro de la situación para convertirse en algo más. Tsuna se permitió descubrirlo guapo y sensual al probar sus labios y tocar su piel en aquel salón de música. Ni siquiera en sus más sucias fantasías se había permitido tocar a Kyoko de la forma en la que disfrutó a su guardián aquella ocasión y aunque no hubo nada sexual, se cuestionó hasta donde habrían llegado si no hubieran sido descubiertos. ¿Por qué no se sentía culpable en lo absoluto de lo que había pasado con Gokudera? Tal vez si probaba una vez más se convencería de lo que sentía por él.

¿Kyoko o Gokudera? La chica le ofrecía la posibilidad de entablar una relación que acarició entre sueños e ilusiones. Era la consolidación de un amor platónico que había nacido en la secundaria y que, según el futuro que habían visitado, terminaría por hacerse real en algún momento. Sonaba bien, sonaba correcto y pareciera que era lo que todos estaban esperando. Por otro lado, ¿qué significaba elegir a su guardián? Ambos eran hombres y eso, de entrada, era un gran impedimento. Sus personalidades chocaban en ciertos puntos. Pero también era cierto que Gokudera era muy complaciente con él y se entregaba totalmente cuando se trataba de su bienestar y felicidad. No había capricho que Gokudera no le cumpliera porque el chico era atento y por qué no decirlo, Gokudera era muy lindo. Era sexy, porque bajo esa camisa se encontraba un cuerpo esculpido con base en los entrenamientos y misiones que habían enfrentado... y el sabor de sus labios. ¡Por Primo Vongola! El sabor de sus labios era la cosa más embriagante del mundo. Se cuestionó si sólo se estaba entregando al deseo del cuerpo adolescente o si debajo de todo ese calor corporal había algún sentimiento que le diera pie a tener algo. No supo qué contestar y sintió que debía tomar distancia pero ya era tarde porque acababa de llegar a casa de su guardián y de pronto, ya no le parecía la idea más correcta de todas.

El secreto de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora