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Dicen los psicólogos que hay personas que se enajenan cuando están viviendo un suceso traumático... Es un mecanismo de defensa.
Sus mentes salen de su cuerpo y se quedan en una especie de limbo, donde observan toda la situación como si se tratara de un película.
Así se encontraba Raquel en esos momentos... En un limbo
No supo en qué momento sucedió todo, pero cuando se vino a dar cuenta ya estaba rodeada por un montón de policías, los cuales desde cierta distancia analizaban como sacarla de aquella situación.
Y fue entonces, que su mente comenzó a volar...

...
Madrid, 1998
Sin duda hoy era uno de los peores días en la vida de cadete de Raquel Murillo. Todo le había salido mal. Y adivinen a causa de quién?
Por qué demonios no podían trabajar como un equipo?
En el momento en el que el sargento las señaló a ambas para la tarea, Raquel supo que terminaría en desastre.
Y así fue...
Por culpa de Alicia y su nivel elevado de competitividad y falta de compañerismo habían acabado siendo las peores de la clase. Y por consecuencia, habían recibido como castigo correr más de 30 vueltas por todo el campus de la academia.
A estas horas, Murillo sentía dolor hasta en los músculos que no pensaba que tenía. Y sin duda mañana despertaría peor...
Solo una ducha de agua caliente, y trece horas de sueño repararían eso...
Finalmente llegó a su habitación, donde ya su compañera se encontraba durmiendo como un corderito.
Sin duda Mónica, no tenía estos problemas. Ella podía ser una cadete normal, sin tener que lidiar con una hoja de puta a parte de todo lo que ya conllevaba estar preparándose para policía, pensó Raquel mientras veía a su compañera de habitación estirarse  mientras soñaba en su cama.
Se sentó en la silla de metal que reinaba junto al pequeño escritorio que compartían, y agarró su móvil con la intención de mandarle el ya habitual mensaje de buenas noches a su madre, pero antes de que pudiera escribrir la primera letra, dos toques en su puerta interrumpieron con su labor.
-Murillo- dijo Antoñanzas desde la puerta vestido ya de pijama. Se veía realmente ridículo con esas fachas
-Qué pasa?-
-Te busca el Sargento Martínez. Dice que vayas al tabloncillo en 5 minutos- le informó el chico mientras se rascaba la cabeza
-Qué? Para qué?- viendo las horas que era.
Ya habían pasado las 9 de la noche. Para qué demonios la quería el Sargento Martínez? No era algo normal que un maestro citará a un alumno a estas horas, y menos en ese lugar.
-De acuerdo. Ya voy- asintió Raquel viendo como su compañero se marchaba nuevamente de la habitación.
Con un extraño presentimiento y llena de preocupación, la castaña salió de su habitación en dirección al tabloncillo.
Para qué quería verla el sargento Martínez? Sería por el castigo? O... No, joder, por favor, que no sea de esos sargentos que se encarnan en sus estudiantes, suplicó mentalmente tras pensar en esa remota posibilidad.
Martínez no tenía pinta de ser de esos... No, no era por ese motivo, sin duda.
Una vez frente al tabloncillo, se topó con que las puertas estaban entreabiertas, pero antes de que tan siquiera pudiera llamar, el color verde de una nota que colgaba en la pared llamó su atención.

"Siento lo de la mentira, pero valdrá la pena", leyó la castaña frunciendo el ceño. De quién era la nota?
Ya más que curiosa y un tanto preocupada, Raquel empujó finalmente la puerta de aquel tabloncillo, donde habitualmente practicaban defensa personal.
Al hacerlo, la castaña de llevó un sorpresa...
En el medio de aquel vacío lugar, un montón de pétalos de rosas se encontraban agrupados formando una forma... La de un corazón, mientras que unas velas lo rodeaban haciendo que se viera un hermoso constraste.
Qué era esto? Pensó Raquel mientras caminaba hacia el improvisado corazón
-Quién...?- murmuró mirando a su alrededor, esperando encontrarse a la persona responsable de esto. Pero nada... Una vez más el causante de sus pocas sonrisas era un fantasma.
Por qué no salía de su escondite? A qué le temía? A su rechazo?
Por Dios, ella nunca rechazaría a quién sea que le regalaba estos momentos tan maravillosos.
Desde el instituto, esto llevaba ocurriendo. Un misterioso admirador le dejaba una rosa roja y... Ahí está.
Con una sonrisa, Raquel se agachó para recoger el ya habitual chupachups de cereza que siempre acompañaba cada sorpresa.

Némesis // Alicia y Raquel (Ralicia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora