¡ dos !

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Minho entró con sumo cuidado a su hogar, procurando no realizar ni el más mínimo ruido que pudiese alertar a sus padres de su tardía presencia en la gran casa. Seguía sintiéndose un tanto perplejo por lo sucedido con Jisung, y la enorme cantidad de alcohol todavía no absorbido en su cuerpo cumplía su trabajo desconcertándolo. Odiaba tener que volver tan temprano de las fiestas, y aunque no había sido una buena o divertida, estaba teniendo un gran momento con Jisun; no se sentía para nada contento habiendo terminado la noche tanto tiempo antes. 

Se dirigió rápidamente a su habitación y se acostó en la gran cama de sábanas y mantas blancas sin siquiera quitarse un poco de la ropa que llevaba encima. Miró su celular a la espera de un mensaje de Jisung, alguno que le preguntase si sus padres lo habían descubierto y aprovecharía para agendar su número junto con caritas tiernas de animales o emojis azules parecidos a su cabello. Sin embargo, sólo tenía dos mensajes de Felix avisando que se iría al departamento del chico morocho que había visto en la fiesta.

Se durmió después de unos pocos minutos, pensando en que Jisung apenas había aparecido en su vida y que no conocía nada de él, no tenía ningún motivo para querer su compañía ni su presencia cerca, ni para esperar un mensaje que quizás nunca llegase. 







En la mañana, su madre lo regañó por salir sin avisarle, y Minho no pudo excusarse porque era obvio lo que había hecho la noche anterior; la ropa y el olor a alcohol lo delataban. La mujer no le prestó mucha atención al hecho de que su hijo tomase alcohol, sabía muy bien que él conocía las consecuencias de sus actos, y aunque le molestase un poco, no dijo nada; sólo lo obligó a terminar los trabajos pendientes que le quedaban de la última etapa del colegio y Minho aceptó sin más. 

Su vida se basaba en eso: estudiar, hacer feliz a su madre, cocinar los domingo junto a su padre, y jugar con sus hermanos menores cuando tenía tiempo libre en la semana. No era una mala vida, tenía todas las comodidades que necesitaba y recibía muchísimo amor, y aunque su progenitora pensaba heredarle las escrituras de la empresa que habían construido durante años, tanto ella como Minho, sabían que eso no sería posible. Minho se negaba rotundamente a manejar una empresa que no le interesaba ni apasionaba en lo más mínimo, él sólo quería salir, divertirse con Felix y disfrutar la vida. Y aunque su madre podía llegar a sentirse un tanto dolida por la decisión de Minho, estaba orgullosa de verlo crear su propia vida.

Ese domingo, sus hermanitos pequeños lo ayudaron a él y a su padre a cocinar en el jardín; Minho los quería, los quería demasiado y aprovechaba cada momento que se le presentaba para decírselos. Cuando su padre les indicó que ya no necesitaba su ayuda, debido a que la comida estaba cocinándose, sus hermanitos se acercaron a él con una sonrisa tímida.

—Minho Hyung —llamó el mayor de los niños por un año, Hyeongjun, tirando suavemente de la manga del buzo del rubio—, ¿jugarías con nosotros? Queremos jugar a las escondidas pero es aburrido si sólo somos dos. 

Minho rió al ver como, atrás de su hermanito pelinegro, se escondía el menor de los tres Lee; Taeyoung, que con siete añitos era la pequeña píldora feliz del hogar, llenando cada lugar de la casa con alegría y risas.

Minho no entendía bien por qué su hermanito menor no se le acercaba tanto como el pelinegro; siempre que jugaban los tres juntos, se escondía detrás de la espalda de Hyeongjun y miraba a Minho de reojo, con sus mejillas ligeramente rojizas, una sonrisa tímida dibujada en su cara y sus ojos abiertos en alerta. 

BAD ━ HANKNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora