Capítulo 5, Cara a cara

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-Verá my lady. -empezó Jack mirándola a los ojos mientras pasaba lentamente la mano libre por el brazo de Akimi.

-No me toques. -siseó Akimi sin alejarse, tenía la impresión de que si se movía acabaría con su vida.

-No sea así... -susurró a su oído haciendo que se estremeciera, no estaba segura de si había sido de asco o por algún otro motivo. -no es como si le quedara mucho de vida después de todo, no preferiría... ¿disfrutarlo?

-¿Vas a matarme entonces? -preguntó tragando saliva.

-Oh... yo no tendré el placer, no habría tenido sentido traerla aquí si yo fuera a hacerlo, aunque estoy seguro de que ya lo ha deducido. -seguía susurrándole al oído y pasando los dedos suavemente por su brazo, quería apartarlo pero su mirada fría la paralizaba.

Finalmente fue él el que se alejó sin dejar de mirarla a los ojos y con una sonrisa burlona en su rostro.

-Ahora se va a venir conmigo my lady, vamos a ver a mi maestro.

-La persona con la que sí que tienes un contrato... debí haberlo deducido. -murmuró amargamente.

-No ponga esa cara tan triste, es inteligente pero la venganza la cegó hace mucho. -la disculpó pasando la mano por la cara de ella y parándose en los labios. -un completo desperdicio... -murmuró con una mirada que aterró a Akimi.

Una sola lágrima comenzó a bajar por el ojo derecho de la joven mientras un cuchillo de cocina plateando pasaba a su lado casi acertando al demonio rubio que tenía delante, fallando sin embargo por su gran agilidad.

-Siento decirle que no puedo dejar que se lleve a una invitada de la casa Phantomhive contra su voluntad. -dijo Sebastian desde la puerta, sonriendo y con la mano llena de cuchillos plateados. -acabemos pronto, aún tengo que preparar la cena. -añadió mirando un reloj de bolsillo que sostenía con su mano libre y que se volvió a guardar al momento.

-Sebastian-san. -dijo sorprendida siendo agarrada rápidamente por Jack, sintiendo su respiración y el latido de su corazón, había vuelto a bajar la guardia... si moría sería por su propia ingenuidad pensó para sí mientras empezaban a resbalarle más lagrimas por las mejillas.

No quería morir, no quería acabar así, sin saber por qué, sin haber tenido a nadie verdaderamente leal a ella en toda su vida, habiendo estado sola y aislada de todos aún siendo entrenada, nunca había tenido un amigo... usó toda la fuerza que pudo reunir para realizar una llave de karate y dejar a Jack en el suelo, dado que él no se lo esperaba surtió efecto.

Se alejó acercándose a Sebastian y saliendo por la puerta sin detenerse a mirarlo, si empezaban a luchar debía estar lejos de allí, tropezó con la sirvienta que la había visitado antes, llevaba las gafas puestas y no había rastro de las armas que había usado.

-Lo siento. -se apresuró a disculparse Akimi con los ojos inundados en lagrimas, se encontraba débil, frágil y comenzaba a tener esperanzas de que la tragase la tierra, dado que estaba exactamente como no quería que nadie la viese.

-¿S-señorita? ¿Está usted bien? -se apresuró a preguntar Meirin preocupada.

Akimi no pudo hacer más que asentir, no estaba bien pero por su experiencia, nadie solía hacer nada por mucho que lo supieran, quería seguir corriendo, quizás así la realidad cambiara, o se alejara de ella.

Meirin acabó llevándola a la cocina, depositando una taza humeante de té en sus manos, a pocos metros había un mayordomo que bebía té en una taza tradicional japonesa, algo que le chocó ver en aquel lugar occidental.

Mientras, en la habitación de invitados en la que se alojaba nuestra protagonista, los dos mayordomos intercambiaban miradas y estocadas frenéticas sin quitarse los ojos de encima. El rubio no tardó mucho en ver que no hacía nada allí, su fuerza estaba casi a la par con la de Sebastian pero aún si conseguía derrotarlo tendría que acabar con los sirvientes que había estado observando unos minutos antes, para ser humanos no lo hacían nada mal, realmente los había elegido bien.

-Me temo que me esperan para un compromiso. -se disculpó Jack acercándose a la ventana con su habitual sonrisa burlona y haciendo una reverencia teatralmente.

Sebastian no se movió ni aun cuando Jack saltó, sus órdenes habían sido claras, proteger a la invitada y expulsar a los intrusos, no habían llegado a ordenarle que los eliminara por lo que cerró la ventana y volvió con su joven amo en cuanto comprobó que Jack se había ido realmente.

-Te has tomado tu tiempo jugando Sebastian. -comentó Ciel mirando por encima de los papeles que leía.

-Disculpe la tardanza joven amo. -replicó el mayordomo haciendo una reverencia.

-Hay un nuevo encargo de la reina. -anunció simplemente mostrando un sobre en su mano derecha. -el famoso escritor Arthur Conan Doyle ha desaparecido.

-Si no necesita nada más, iré a preparar la cena. -se excusó haciendo una reverencia y esperando la respuesta de su amo que fue simplemente un gesto con la mano indicándole que se fuera mientras volvía a enfrascarse en los documentos.

Bajó a la cocina, encontrándose un trozo de pared quemada y suspirando, tendría que arreglarlo más tarde, esos sirvientes iban a acabar con él, Meirin había roto gran parte de la vajilla al intentar guardarla sosteniéndola formando una enorme torre, el estruendo había sido espectacular, y el joven amo se había quejado con gran vehemencia durante un buen rato, había tenido que pararlo aunque las quejas hubieran empezado a dirigirse a él al hacerlo por haberlos elegido.

Eran buenos guardianes pero, como sirvientes eran de lo peor que se podía encontrar sin duda, pero, la seguridad iba antes que la utilidad en la casa de los Phantomhive, más con su historia y la manía del joven amo de acabar siendo secuestrado, habría empezado a pensar que le gustaba si no lo conociera bien.

Nada más entrar por la puerta vio a Akimi, parecía estar a punto de quebrarse, que frágiles eran los humanos, podían romperse con una facilidad enorme, y aún así lo divertían más que cualquier otra criatura viviente, aunque los gatos eran más interesantes, y esponjosos... volvió a la realidad tras perderse momentáneamente en las mullidas patas de los gatos y sus ojos rasgados.

-Una invitada no debería estar en la cocina, Meirin, llévala a su habitación o al salón. -instó a la sirvienta que lo miró repentinamente nerviosa.

-¡S-si Sebastian-san! -respondió levantándose nerviosa y dirigiéndose finalmente a la chica.- vamos señorita, estará mejor junto al fuego.

-Mm, hai. -musitó tras unos instantes Akimi, al menos ya no lloraba ni sentía la cara mojada por las lagrimas.

No se había dado cuenta de que el mayordomo había entrado en la habitación por haber estado escuchando a Meirin, haber acabado siendo consolada, se sentía peor si era posible, se levantó de la silla en la que estaba sentada, cogiendo la taza de té que le había dado la sirvienta hacía un rato.

-Señorita, yo puedo llevarle eso si quiere. -se apresuró a decir Meirin sintiéndose culpable por hacer cargar a una invitada con cosas que debería llevar ella.

-No hace falta. -replicó la chica recuperando poco a poco la compostura, provenía de un clan noble que había servido al emperador, no podía perder el tiempo lamentándose ni compadeciéndose de sí misma en aquel lugar, tenía que descubrir la verdad, el por qué de los intentos de tomar su vida y... también quería conocer la historia de Jack.

Acabó siendo escoltada por Meirin, que se cayó de bruces un par de veces, al gran salón de los Phantomhive, la chimenea había sido encendida hacía poco, quizás por el cocinero del lanzallamas, parecía controlar bastante bien el fuego. Si hubiera dejado que la sirvienta llevara la taza de té, era más que probable que se hubiera quedado sin él, no comprendía el por qué de esas enormes gafas que le dificultaban más la visión que facilitársela, ¿tanto querían ocultar esos ojos en aquella mansión?

Se sentó en una butaca cercana al fuego, mirándolo fijamente mientras intentaba decidir lo que haría a continuación, quedarse en esa mansión era peligroso, pero lo era más salir de allí y quedarse a merced de quien quiera que fuera el patrón de Jack. Por el momento, intentaría averiguar más cosas sobre su anfitrión y sus sirvientes, había demostrado ser alguien temible pese a su corta edad y estatura, no debía menospreciarlo o lo pagaría caro.

Allí se quedó gran parte de la tarde, meditando y descansando, sabiendo que sería el último día en el que tuviera la oportunidad de hacerlo.

Ninjas y demonios en Londres (Kuroshitsuji fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora