Capítulo 4, Asalto

450 36 3
                                    

Akimi miró a la sirvienta que se levantó rápidamente sacando un par de pistolas de debajo de la enorme falda que suponía su uniforme. Se sorprendió poco y más cuando se quitó las gafas poniéndoselas como diadema, tenía ojos astutos y parecían ver más allá de todo, pero sobretodo, le parecieron ojos de asesina, como aquellos pertenecientes a los ninjas de su país, personas que habían matado a decenas de personas.

Finalmente apartando la mirada escuchó un enorme estruendo en el patio seguido de una explosión en algún lugar de la mansión, los sirvientes de ese lugar eran temibles, pero no pensaba quedarse con los brazos cruzados, sacó los shurikens de sus bolsillos, era una pena que no hubiera cogido una katana de casa pensó para sí, aunque al ser tan difíciles de esconder había optado por no traer ninguna pero eran las herramientas que mejor sabía usar y las mejores para acabar con intrusos.

-Quédese aquí señorita. -pidió Meirin saliendo por la puerta con las pistolas en las manos, preparada para dispararle a todo aquel que se hubiera atrevido a invadir la mansión Phantomhive.

Pensaba luchar, por mucho que le pidieran lo contrario, hacía mucho tiempo que había dejado de confiar en los demás como guardaespaldas, siempre acababan muertos y dejando a los asesinos pasar, no podía creer que le hubieran prohibido aprender a defenderse con tantos incompetentes cerca, si no hubiera sido por su propia terquedad y perseverancia ya estaría muerta, salió de la habitación tras haber esperado a que la sirvienta estuviera lo suficientemente lejos como para no oírla desobedecer su petición.

Se escuchó otra explosión unos pisos por debajo, ¿quizás en la cocina? Decidió bajar a comprobarlo, sabía lo suficiente de pólvora y explosivos como para huir si llegaba a correr peligro real. Bajó rápidamente las escaleras hasta llegar a la cocina, seguir llevando ropa de chico sería útil, al menos no se enredaría con ninguna de las incomodas faldas occidentales o incluso de sus kimonos.

En la gran cocina había varios asaltantes enfrentándose a un hombre rubio con un cigarrillo en la boca que sostenía un par de granadas en una mano y un lanzallamas en la otra, sonreía, dado su atuendo, un mono blanco propio de un cocinero, Akimi supuso que era el cocinero del lugar, realmente sabía cómo usar el fuego. No tardó en acabar con los intrusos en esa zona, finalmente mirando a Akimi mientras tomaba una calada al pitillo de su boca, encendiéndolo con el lanzallamas.

-Hola señorita, creo que no deberías andar por aquí mientras ocurre todo esto. -observó mirándola tras el humo del cigarro que provocó que la chica tosiera un tanto molesta.

-Estaba buscando el baño. -replicó haciendo una reverencia y dándose la vuelta.

Empezaba a molestarle que todos fueran capaces de ver a través de su disfraz, quizás su flequillo largo la delataba, Jack había dicho que era lo mejor para ocultar su cicatriz y sus rasgos orientales, estaba completamente segura de que ese cocinero no la había creído pero poco le importaba, salió de la habitación lentamente para dirigirse al ruidoso exterior de la mansión.

Había un chico rubio con un sombrero de paja allí, mirando a los asaltantes armados que parecían aterrorizados ante el hecho de que estuviera sosteniendo un enorme árbol por encima de la cabeza.

Su ropa era sencilla y llevaba unos guantes de jardinería, tenía el pelo recogido con horquillas haciendo que el flequillo no le tapara los ojos, en cierto modo su aspecto le recordó a Jack pero su expresión y forma de moverse parecían inocentes, ingenuas, como las de un niño, pese al hecho de que acabara de lanzarles un árbol de más de tres metros a unos hombres que corrían por sus vidas como alma que lleva el diablo.

A pocos metros había otro joven de pelo blanco con escamas por las partes no tapadas por su uniforme de sirviente, no parecía aún muy acostumbrado a llevar ese tipo de ropa, lo que más llamaba la atención no eran las escamas que cubrían su rostro, sino las serpientes a su alrededor y las que tenía enroscadas a su alrededor, que parecían susurrarle.

-No deberías estar por aquí. -dijo con una voz aguda, como imitando a una mujer para finalmente añadir con una voz monótona y más adecuada a él. -dice Emily.

Cuando se dio la vuelta y vio sus ojos verdes rasgados, similares a los de la serpiente que tenía enroscada al cuello, a juego con un mechón verde de pelo al lado de la cara se sorprendió, parecía una serpiente más.

Empezaba a dudar sobre quedarse allí, los sirvientes eran algo de lo que no había visto nunca, aun habiendo conocido a ninjas poderosos y temidos por todos, hizo otra reverencia sin atreverse a pronunciar palabra mirando esos ojos rasgados y se dio la vuelta, esquivando a una serpiente que había llegado hasta ella y que estuvo a punto de pisar.

Volvió al interior de la mansión un tanto impactada para encontrarse a Sebastian con una bandeja de té en las manos, probablemente se dirigía a llevárselo a Ciel, la saludó con una inclinación de cabeza y una leve sonrisa siguiendo su camino.

Dado su comportamiento con Jack y el hecho de que supiera que era un demonio, Akimi tenía muy claro que Sebastian no era una persona normal, consideraba que él también fuera un demonio, por muy amable que pareciera ocultaba algo, entonces... Ciel, un chico aún más joven que ella, ¿había sufrido tanto como para acabar haciendo un pacto con un ser así? Ciertamente, su mirada era la de alguien que ha pasado por mucho, no quería creerlo, volvió a su habitación dispuesta a recoger sus cosas e irse.

La ventana estaba abierta, se le heló la sangre del solo hecho de recordar la anterior situación en la que se había encontrado una así. Sacó los shurikens alertada mirando a cada esquina, esta vez no la pillarían por sorpresa.

Vio un destello dorado por el rabillo del ojo y tiró una de las estrellas ninja, fallando y rasgando el papel de la pared, para finalmente encontrarse con los ojos verdes de Jack.

-Podría haberme hecho daño, my lady. -se limitó a decir el demonio sonriendo y cogiéndole la mano en la que sostenía más shurikens.

-Jack, ¿es cierto que no tienes un contrato conmigo? ¿Por qué me has traído aquí? -preguntó mirándolo a los ojos, tenía miedo, miedo de que fuera uno de los secuaces de aquellos que habían intentado matarla, que todo hubiera sido un truco, una estratagema para llevarla a ese lejano país, pero sobretodo, temía volver a ser traicionada.

Ninjas y demonios en Londres (Kuroshitsuji fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora