Capítulo 7, Sorpresa

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Finalmente salió del lavabo de señoras, Ciel y Sebastian estaban examinando el dedo, al parecer el ojo no era humano y solía ser parte de los ingredientes del estofado... occidentales... pensó para sí, el dedo por otra parte, llevaba una sortija y pertenecía a una mujer joven, el dueño de la posada juraba que no había echado nada de ese estilo o composición al estofado, lo había hecho su mujer, como era costumbre, para Ciel el mensaje estaba claro, si el posadero no lo había hecho, el culpable de las desapariciones estaba diciéndoles que se fueran de allí o acabarían muertos, grave error retar al conde Phantomhive.

Como solía decirles a todos aquellos que lo tomaban por solo un niño, los niños odian perder, él más que ninguno, era conocido por obtener siempre lo que quería, fuera la victoria o cualquier otra cosa, incluso la verdad como buen sabueso que era de la reina, nada se le escapaba de las manos, nada. Algo que Akimi desconocía pero que probablemente intuía, y que acabaría sabiendo con el paso del tiempo.

Se acercó a ambos lentamente, tenía el estomago vacio y revuelto pero aún así quería saber cómo había llegado ese dedo allí, aunque fuera a arrepentirse y no pudiera volver a comer estofado en lo que le quedara de vida... tampoco se perdía gran cosa, se tranquilizó.

-¿Cómo... ha llegado eso a mi plato? -preguntó finalmente al lado de ambos que miraban el dedo pensativos mientras la esperaban.

-Alguien intenta asustarnos. -replicó Ciel cogiendo el dedo con un pañuelo y quitándole el anillo buscando una inscripción o algún tipo de marca para encontrar a su anterior dueña, o a su marido, si es que seguía vivo y en el lugar.

El anillo tenía dos pares de iniciales y una fecha, "S.W.", "J.W." "07-12-1886", quien quiera que fuera la dueña de la sortija se había casado hacía apenas dos años, debían buscar al señor W. fueran cuales fueran sus iniciales, probaron primero por preguntar al posadero que aún seguía temeroso de que se lo llevaran a la cárcel o ante la reina por un delito que juraba no haber cometido.

Antes de que pudieran sacar nada en claro escucharon un sonido fuera, uno que Akimi no había oído nunca, parecía una especie de gruñido animal sintético, escuchó a Sebastian y Ciel murmurar algo mientras se dirigían a la puerta, los siguió lentamente, no le gustaba ese sonido y tenía la impresión de que acabaría arrepintiéndose de descubrir de donde provenía.

En el exterior había un hombre sobre un cadáver, Snake estaba a unos metros con las serpientes enroscadas a su cuerpo, mientras el resto reptaba por el suelo siseando. El hombre que sostenía el objeto que parecía emitir el ruido y que estaba sobre el cadáver vestía de rojo, con una cabellera de igual color y unas gafas, para variar también rojas, cuando escuchó que habían salido levanto la mirada, dejando que Akimi viera con la poca luz de la noche, a un... ser de extraño aspecto y con una sonrisa psicópata en la cara.

Un ser porque por su larga cabellera y abrigo de mujer parecía pertenecer al género femenino pero a pesar de ser delgado, su cuerpo parecía el de un hombre, Akimi se había encontrado personas así principalmente en sus visitas guiadas al teatro, lugar en el que no permitían actuar a las mujeres y los hombres tenían que ocupar su lugar en las representaciones, convirtiéndose en travestis, esa persona le recordaba a aquellos actores... sobre todo por las poses que había empezado a hacer.

-¡Sebas-chan!~ -gritó la persona de rojo acercándose a Sebastian.

-Grell Sutcliff. -dijo simplemente Ciel mirando a la figura de rojo.

Cuando estuvo lo bastante gente, el tal Grell acabó siendo golpeado con tranquilidad pero con mucha fuerza por el mayordomo.

-Un placer volver a verle, Grell Sutcliff. -saludó Sebastian con una falsa sonrisa.

-Oh~ Sebas-chan~ no seas así, tengo información que os iría muy bien a ti y a tu amo, si cooperas es toda tuya.~ -anunció el extraño personaje lanzándole un beso al mayordomo pese a estar bastante golpeado.

-No creo que haga falta, ahora bien... ¿Piernas o cara? -preguntó Sebastian ajustándose uno de sus guantes con los dientes mientras miraba a Grell y... tras esquivar su beso con habilidad.

-¡E-en la cara no por favor! ¡Solo estaba aquí para recoger almas! -suplicó el pelirrojo mirándolo asustado.

-¿Algún nombre en particular del que debas hablarnos? -preguntó Ciel altivamente acercándose un poco.

-He venido por las almas de tres personas, Erin Harshel, Brian Thompson y Arthur Conan Doyle. -dijo Grell a desgana.

Akimi miraba la escena desconcertada y con mil ideas en la cabeza, almas... ¿a que se referían con eso? ¿Realmente a almas o era un código? En las leyendas de youkais y seres sobrenaturales de su país había unos seres que recogían las almas de los muertos tras juzgarlas, esos eran...

-Shinigamis. -acabó en voz alta observando al pelirrojo que levantó la mirada reparando por primera vez en ella.

-Oh, espero que no andes tras Sebas-chan chica... porque es mío, pero sí, soy un shinigami, poca gente suele saberlo. -comentó divertido el pelirrojo.

-Supongo que tras haber visto demonios, el hecho de que haya shinigamis no debería sorprenderme, tendré que empezar a buscar youkais cuando vuelva a casa.

Si es que vuelvo, añadió para sí misma sin apartar la mirada del shinigami, sus ojos eran de un verde amarillento frío similar al de los gatos, a juego con una sonrisa que parecía del mismísimo felino de Cheshire.

-Soy el apuesto e impresionante, Grell Sutcliff...DEATH. -lo ultimo lo añadió ya de pie gritando y haciendo una pose extraña mientras ponía la mano delante de su cara y levantaba los dedos meñique e índice de la misma.

Si no hubiera tenido un arma de peligrosas cuchillas y que hacía un ruido endiabladamente alto, a Akimi le habría dado gracia esa pose, era un personaje excéntrico pero no debía subestimarlo, sus ojos fríos y su arma se lo recordaban.

-Si vas a por Doyle deberías saber dónde está, habla. -ordenó Ciel con su habitual orgullo y altivez que se verían un tanto ridículos dada su estatura de no ser por el aura que desprendía.

Grell sonrió mientras negaba con un dedo, parecía realmente divertido, algo que molestó al joven conde en gran medida, odiaba que se burlaran de él o que le ganaran en información.

-Niño verás, voy a juzgar esa alma y no vas a entrometerte como las últimas veces, es importante que recoja el cinematic record o Will se enfadará de nuevo conmigo. -su voz era un tanto estridente y aguda. -ya me costó que me devolviera la guadaña, así que, bye bye, Sebas-chan. -se despidió volviendo a lanzar un beso y desapareciendo por las calles del pueblo, en dirección al cementerio del que tanto habían oído hablar.

Tras esquivar el beso con frialdad y desprecio Sebastian se acercó a Ciel mientras Akimi seguía pensando en todo aquello, ¿el mundo estaba lleno de criaturas sobrenaturales? Si lo estaba realmente esperaba que no fuera como aquel shinigami, acababa de destrozar la imagen que tenía de esos dioses de la muerte nobles y siniestros de sus leyendas e historias, dejando una impresión que sería difícil de olvidar, teniendo escalofríos cada vez que recordaba sus poses.

Snake se acercó con sus serpientes, sostenía una entre las manos, Akimi retrocedió unos pasos antes de darse cuenta de que se dirigía a ella, lo hacía mucha gracia estar cerca de las serpientes pero dejó de ir hacia atrás y paró, esperando a escuchar lo que el chico tenía que decir mientras Ciel y Sebastian se acercaban al cadáver sobre el que había estado Grell hacía unos instantes.

-Tengo un mensaje para ti. -anunció con una voz grave. -dice Oscar.

-Soy todo oídos. -replicó mirando al encantador de serpientes a los ojos mientras intentaba no pensar en las serpientes y no temblar.

-En cementerio caerá bajo las olas y él no podrá salvar a nadie por tu culpa. -hizo una pausa tras imitar una voz grave y pasar finalmente a la suya. -es lo que dice Oscar.

Ninjas y demonios en Londres (Kuroshitsuji fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora