Capítulo 8, Cementerio

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Estando su anfitrión y criado ocupados con examinar el cadáver y, Snake alimentando a sus serpientes o por lo menos con ellas, se alejó escabulléndose en las sombras, si por su culpa no iban a poder salvar a nadie, los salvaría ella misma, no pensaba quedarse con los brazos cruzados allí.

No tardó en llegar a la entrada del pequeño cementerio, el pueblo no era muy grande después de todo. Las tenebrosas estatuas parecían mirarlo aun sin haber puesto un pie en el interior del terreno, abrió las puertas de metal con cuidado, estaban oxidadas por lo que el ruido que hicieron fue notable, por no decir molesto.

Entró tragando saliva, la luna iluminaba escasamente las estatuas y el cementerio, haciendo que los rostros de las primeras fueran realmente espeluznantes, pasó por delante de una, por un segundo habría jurado que había movido los ojos.

No se escuchaba nada, siguió caminando hasta llegar a la entrada de una cripta, no había visto nunca una pero la fría piedra blanca totalmente cubierta por enredaderas hacía que tuviera escalofríos, algo le decía que lo que buscaba estaba allí dentro pero su mente le pedía que huyera y no mirara atrás, quizás no debería haberla ignorado adentrándose en el interior de la cripta pero, no podía volver atrás ahora, no cuando alguien podría morir por su culpa.

El interior estaba muy oscuro pero había una leve luz bajando por las escaleras, debía de haber alguien allí abajo... junto a los cadáveres, hacía mucho frío y tenía que aguantarse para no ponerse a tiritar, las escaleras estaban mojadas y resbaladizas, no tardo en caerse en la oscuridad, manchándose de lo que quiera que cubriera los peldaños.

Escuchó murmullos provenientes del mismo lugar que la voz, por su torpeza debían de haberla descubierto, se sacó rápidamente los shurikens de los bolsillos, ella no era una aldeana indefensa, no la capturarían tan fácilmente, o al menos eso era lo que quería creer, de otro modo solo le quedaba la muerte.

Nadie salió a atacarla, ni siquiera a ver quien había entrado en el lugar, aquello le extrañó, ¿no la habían oído caer acaso? Se levantó con dificultad, fuera lo que fuera lo que cubría las escaleras era espeso, frío y estaba empezando a secarse, aunque con la cantidad que había tardaría un buen rato.

Entró en la sala iluminada, sus ojos tardaron unos instantes en acostumbrarse a la luz de las velas, había varios ataúdes de piedra y, un hombre de espaldas, con una de las velas justo delante. Su sombra llegaba hasta la puerta por esta razón, Akimi se miró a las manos por un instante, las tenía manchadas de sangre, así que aquello era lo que cubría las escaleras... por un momento le entraron nauseas pero siguió avanzando hacia la única figura de la habitación, hasta que escuchó como una losa de piedra se movía en la parte superior de la cripta.

Se dio la vuelta asustada, alguien tenía pensado encerrarla allí dentro, con la sangre y los cadáveres de los ataúdes de piedra, corrió hacia el hombre para darle la vuelta y comprobar que era un cadáver más, probablemente el dueño de una parte de la sangre de los peldaños, le faltaban los ojos y su expresión era de puro terror, las nauseas de Akimi crecieron, quien quiera que estuviera tras los asesinatos y desapariciones en ese lugar era un sádico sin ningún tipo de escrúpulos.

Dejó de escucharse el arrastrar de la piedra, debían de haber acabado de cerrarla, si era la única fuente de aire al menos no tendría que preocuparse de morir de hambre, la falta de oxigeno acabaría con su vida, había estado a punto de asfixiarse así en una de sus pruebas, en ocasiones así había pensado que su padre no quería que entrenase porque se preocupaba por su bienestar, pero si en algún momento se hubiera preocupado por ella... otro sonido cercano interrumpió el hilo de sus pensamientos.

Miró a su alrededor, las llamas de las velas titilaban, aparte del hombre que había vuelto a poner de espaldas para no tener que verle los ojos, estaba sola, volvió a oír el mismo sonido, era como si alguien arañara la piedra, quizás... se acercó a uno de los ataúdes de piedra y pegó la oreja.

Lo primero que notó fue el frío de la roca, agudizó el oído ignorándolo... escuchó cómo arañaban la piedra al otro lado, con visible pavor comenzó a desplazar la losa de piedra que mantenía cerrada aquella arca blanca. Realmente esperaba que los muertos andantes no existieran realmente, con todo lo que le había pasado era posible y, la idea resonaba en su mente, atemorizándola.

Vio como salía una mano por la rendija que acababa de abrir y saltó hacia atrás instintivamente, cogiendo sus estrellas ninja, preparada para atacar a lo que hubiera allí dentro, hasta que una voz humana hizo que sus miedos se despejaran.

-¿Hay alguien ahí? -preguntó débilmente el hombre que había sacado el brazo, casi había perdido la esperanza de salir de allí, más con todo lo que había visto hacer a quien lo había metido en ese lugar.

Akimi suspiró aliviada, acercándose de nuevo al ataúd y acabando de abrirlo, dejando salir a un hombre con unas gafas un tanto rotas y lleno de arañazos y leves contusiones. El hombre la miró un tanto sorprendido y con temor, probablemente por estar manchada de sangre y sosteniendo unos instrumentos cortantes.

-Soy Akimi Nakamoto, ¿usted es? -preguntó guardando las estrellas ninja y limpiándose las manos como podía contra su ropa, un tanto sucia ya.

-Me llamo Arthur Conan Doyle. -replicó el británico un poco más relajado y dándole la mano.

-Un placer, ahora intentemos salir de aquí. -asintió acercándose a las paredes y tomando una de las velas.

Subieron las escaleras ensangrentadas lentamente, estando a punto de caer en varias ocasiones, la vela era útil pero no quitaba que el suelo estuviera completamente encharcado de sangre, llegaron a la que debía ser la entrada, estaba cerrada a cal y canto con una piedra lisa, al otro lado se escuchaba algo, era difícil oírlo dado el grosor de la piedra pero sin duda era el arma que llevaba antes el pelirrojo que había visto con los demás.

La roca que tapaba la entrada comenzó a moverse de repente, el ruido había parado, al poco ya se podía ver la escasa luz de la luna colándose al interior de la cripta. Un rostro levemente conocido se asomó por la rendija, era el shinigami de antes, parecía un tanto molesto.

-¿Arthur Conan Doyle? -preguntó mirando al hombre de las gafas e ignorando completamente a Akimi.

El británico asintió lentamente, probablemente había tenido bastantes sobresaltos esos días, Grell abrió por completo la piedra que tapaba la entrada e hizo que su arma comenzara a hacer su ruido característico mientras las hojas de metal se movían. Cortó de forma limpia al hombre mientras Akimi se quedaba paralizada en el sitio, mirando. Algo comenzó a salir del corte, no era sangre si no una especie de correas blancas, era, el cinematic record, algo que Akimi no había visto nunca, las imágenes de la vida del hombre comenzaron a pasar por delante de los ojos de la joven.

Grell las miraba aburrido, como si fuera algo que hiciera todos los días, se escucharon pasos acercándose a través del cementerio y entrando en la cripta, era un hombre joven, con los mismos ojos verdes amarillentos del pelirrojo, llevaba unas gafas negras y gruesas y el pelo negro le brillaba levemente.

-¿Aún no has acabado, Grell Sutcliff? -preguntó ajustándose las gafas el recién llegado.

-¡Will!~ -exclamó feliz Grell moviéndose de una forma extraña y ganándose un golpe por parte del moreno con una especie de pinzas largas que traía en las manos.

-Traigo órdenes de arriba, al parecer, aún no es el momento de que muera. -anunció volviendo a ajustarse las gafas e ignorando el hecho de que su interlocutor estuviera en el suelo.

-Agh... -se quejó levantándose el pelirrojo y cerrando el flujo del cinematic record con su guadaña.

Will, arrastró a Grell fuera, para cuando Akimi se repuso y salió tras ellos no había nadie a quien perseguir, ellos no parecían ser los que la habían encerrado ni a ella ni al escritor con el que se encontraba así que, ¿dónde estaba el culpable? No tardaron en responder a su pregunta, escuchó una risa acercándose, arrastró a fuera al inconsciente Arthur.

El cementerio estaba oscuro, las nubes comenzaban a tapar la escasa luz de la luna mientras oía como aquella risa se acercaba, tenía un peso muerto a cuestas, lo máximo que podía hacer era esconderse...

Ninjas y demonios en Londres (Kuroshitsuji fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora