Capítulo 5 - Perdida en un mundo cruel

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  El primero en entrar es un hombre de gran estatura, puedo darme cuenta por la larga sombra que se acerca. La oscuridad lo hace parecer más moreno de lo que debe ser y su anguloso y afilado rostro le da un aspecto que me hace estremecer. Camina hacia nosotros mientras su compañero, no muy agraciado y con ropa sucia y vieja, se coloca a un costado de la habitación y se acaricia la barba mientras nos mira.

—Bueno, ¿qué tenemos aquí? —pregunta el primero. Se pasa la mano por el cráneo rapado. —Una cría y un enano que se meten por propia voluntad en la boca del lobo. ¿Puedes creerlo, Alphonse?

—Debe ser que la Policía Militar no tenía a nadie mejor para enviar —responde, con una sonrisa maliciosa.

  Otros dos entran, pero se mantienen en silencio. Me acerco lentamente hacia el capitán y me relamo los labios, nerviosa.

—Levi... —susurro. —¿Qué hacemos?

  Antes de que pudiese responderme, el calvo se adelanta y nos apunta con su navaja.

—Ch, ch. —Alza las cejas y niega con la cabeza. —Me sorprenden. Ustedes... Los de la superficie, nos envían a vivir aquí, entre la peor mierda, mientras ustedes celebran bailes, se broncean bajo el sol y ganan miles deteniendo a gente como nosotros. Gente que sólo sobrevive como puede. ¿Y encima... tengo que aguantar que sean unos putos maleducados? ¿Qué acaso no les enseñan modales allí arriba?

—¿De qué estás hablando, maldita escoria? —pregunto, con desagrado.

En mi puta vida he ido a un baile.

—¿A quién le dices escoria, ramera? —replica Alphonse. Tiene un aspecto enojado, feo y malicioso.

—Calma. —El "jefe" lo mira por un segundo y luego desvía su vista hacia nosotros. —Lo que digo no es más que la realidad. Pero te diré una cosa, como pareces más ingenua que el estándar y estás un poco buena, tendré piedad y te daré dos opciones: hacemos esto por las buenas, dejas a tu compañero y vienes con nosotros sin chistar. O lo hacemos por las malas y terminan los dos muertos, haciéndole compañía al pobre que tienen detrás.

  Siento que los fríos dedos de Levi me tocan la mano. Envuelvo los míos en los suyos, pensando que es su forma de decirme que nos enfrentamos a una situación demasiado complicada. Sin embargo, cuando siento el mango y el metal entre mis dedos, me doy cuenta de lo que está tratando de decirme.

—¿Y bien? —pregunta.

—Hay una tercera opción... —digo, esbozando una pequeña sonrisa. —Que es iros todos a tomar por el culo.

  El jefe deja escapar un largo suspiro.

—Es una lástima —me responde, con una mueca de decepción—. Ya me harté de la amiga del enano. Ya saben qué hacer, muchachos.

Levi se coloca delante de mí y me mira por el rabillo del ojo.

—Ellos te subestimarán —murmura—. Es entonces cuando...

  Antes de que pueda terminar, uno de ellos se abalanza hacia él y comienzan a forcejear. Me quedo en mi posición mientras observo con miedo la diferencia de tamaño entre ambos. No puedo moverme, porque los otros van a agarrarme, así que ayudarlo es imposible.

<<Recuerda con quién entrenas>>, me digo.

  Agarro con firmeza la navaja y me quedo en mi lugar. Espero que el primero se acerque lo suficiente para intentar agarrarme y me muevo hacia otro lado para darle un puñetazo. Escucho que suelta un quejido de dolor y me mira con frustración. Su desesperación provoca que se mueva de forma descontrolada en vez de pensar, así que me escurro para dar una estocada hacia delante. El cuchillo le roza el costado y su camiseta se llena de sangre, pero no es suficiente, y sus dedos envuelven mi muñeca para empujarme contra la pared. Cuando mi mejilla impacta, no puedo evitar apretar los dientes.

Camino de aspiraciones y cadáveres [2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora