Capítulo 17 - Aquel día

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  Apreté los puños y respiré varias veces para intentar calmarme, como si el hecho de inhalar y expulsar aire pudiese calmar aquella angustia que me paralizaba.

  Su respuesta me había obligado a hacer las dudas a un lado.Sentía que estaba ahogándome en mi propia tormenta y él era mi salvavidas. . Sin embargo, estaba cansada de esperar a que él me salvase; sabía que tarde o temprano uno de los dos se rompería en tantos pedazos que sería imposible volver a reconstruirnos. Pero esta vez... podía juntar algunos de ellos y aceptar su mano para confiar por última vez en él, simplemente porque no había otra opción.

<<Ya es tarde para mí>>

  Así que asentí con la cabeza y esperé a que Levi abriese la puerta —por primera vez— con cuidado. Cerré los ojos durante unos segundos y di el primer paso hacia la oscuridad, imaginando su silueta.

— Estaré detrás de ti —susurró, como si hubiese sabido lo que estaba pensando.

  Me obligué a caminar, a dar un paso tras otro a pesar de que mis piernas se sentían pesadas y mojadas. La penumbra entorpecía mis pies y me resultaba insoportable... así que traté de mantener la mente en blanco, pero era imposible: sentía el sudor frío en toda mi espalda y los mechones de cabello se me pegaban al rostro. 

  Después de todo este tiempo, me había dado cuenta que el miedo era una de las pocas cosas que el ser humano podía sentir con tanta intensidad como el dolor físico. Te acaricia hasta atraparte, te paraliza y luego te quiebra como si fueses una pesa en una pegajosa telaraña. Me mantuve todo este tiempo en la trampa, esperando a que suceda algo mágico en vez de enfrentar el hecho de que era jodidamente vulnerable. 

  El sonido de la madera crujía debajo de mis zapatos, recordándome a cada segundo que esto era real, que mi decisión había sido pasar por esa puerta y que cada avance, por más pequeño que fuese, significaba que había logrado algo. Aun así, el corazón me latía tan rápido que pensé que en cualquier momento hiperventilaría y caería desmayada. La oscuridad tampoco ayudaba, sólo me hacía sentir en peligro. Me recordaba a aquella mazmorra, aquella sucia celda donde el infierno se había vuelto posible. Tragué con dificultad y el pensamiento de huir invadió mi cabeza. Necesitaba darme la vuelta, abrir la puerta y huir de allí. Lo necesitaba. Pero sabía que las cosas que necesitaba no llegarían jamás a mi vida. Después de leer su carta, lo tenía claro y... convengamos que ya no tenía mucho que perder.

<<Pero sigues aferrándote a la vida, ¿no es así?>>

  No había mucho por recorrer, no era una casa muy grande: una pequeña cocina comedor repleta de platos sucios y rotos, además de una mesa con varias botellas vacías y por último unas escaleras que llevaban a dos habitaciones. A pesar del hermoso exterior, sólo resultaba ser una fachada. Los pisos estaban polvorosos y el ambiente olía a moho y excremento de rata. Por unos segundos pensé que seguía en la celda, hasta que escuché al capitán chasquear la lengua. Supuse que por la inmundicia que nos rodeaba. Aquello me causó cierta gracia.

En el primer piso no había nadie, por lo que solo quedaba subir. Atravesé el pasillo y me detuve frente a la única puerta que quedaba. Llevé mi mano temblorosa hacia el picaporte y apretando los dientes, la abrí. Las bisagras produjeron un chirrido desagradable.

— ¿-Quién anda ahí? —dijo. Su voz me produjo escalofríos. Quería cerrar la puerta de un portazo y largarme de aquel maldito lugar.

<<No puedes hacerlo>>

  Relamí mis labios y me obligué a continuar. La habitación casi se sumía en la oscuridad y olía terrible, como a humedad. Un relámpago iluminó el ambiente y pude ver a la perfección cómo una silueta negra se levantaba bruscamente de la cama. Mis músculos se tensaron.

Camino de aspiraciones y cadáveres [2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora