Capitulo 14 - Perdida antes del alba

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 Si cerraba los ojos... parecía como si el patio estuviese vacío. Ya era de noche, pero aun así los soldados teníamos permitido deambular por casi cualquier lugar de la Legión; era nuestro día libre. Por primera vez nuestro trabajo era lo suficientemente reconocido como para merecer un descanso, y eso significaba para mí "celebración". Sin embargo, la realidad era muy distinta para algunos: los soldados que ocupaban el enorme patio no festejaban, algunos solo se disponían a recoger leña en silencio, otros miraban el cielo estrellado y otros lloraban y se consolaban entre sí.

Para ellos este día no significaba ningún festejo, más bien era una especie de duelo. Era muy difícil no sentirme responsable de aquello.

<<Elegiste. Elegiste a Einer por sobre los otros dos soldados. Elegiste matarlos a ellos y salvarlo a él>>

Y a pesar de todo, no me sentía culpable. Tampoco orgullosa. Solo sabía que podía haberlos salvado a ellos y así haber evitado que Einer muera, después de todo estaba segura de que nadie lo lloraría... pero lo preferí a él. A él, qué irónico.

Y por eso mismo, me correspondía escuchar sus llantos desconsolados, sus lamentos, observar cada uno de esos rostros deshechos y escuchar cómo le preguntaban al cielo si se podría haber hecho algo más para cambiar las cosas. La respuesta era sí, solo que ya era tarde; tarde para mí, y tarde para ellos.

Cerré los ojos por unos segundos y realicé una especie de rezo en silencio. Aunque a decir verdad, yo no creía en ningún Dios de las Murallas. No sé, pienso que tal vez serviría, que en donde quiera que estén, junto con Marco y Triss, podrían... llegar mis palabras, podrías saberlas. O tal vez simplemente estoy perdiendo la cabeza, no lo sé.

Metí mis manos en los bolsillos del pantalón y entré en el comedor, donde la realidad era muy distinta: todas las mesas estaban repletas de comida que los propios soldados habían estado preparando –supuse que desde ayer-, y las sillas estaban ocupadas por gente que hablaba de manera alegre y demasiado entusiasta. El sonido de las voces era tan algo que me aturdió y tardé unos segundos en acostumbrarme al ambiente.

De pronto, algunos reclutas movieron una mesa contra la pared y comenzaron a bailar como si nada. La mayoría de ellos no vestía con el uniforme: camisas sencillas, pantalones de tela barata y vestidos simples y informales; era el reflejo de lo que ganábamos por arriesgar nuestras vidas.

En cuanto a mí, preferí usar el pantalón blanco del uniforme y una especie de... blusa negra con los hombros al descubierto. Las insistencias de Annie y Sasha fueron tan intensas e insistentes que preferí ponerme la maldita camisa antes de seguir escuchándolas.

Caminé entre la multitud tratando de que nadie me empujase, aunque era muy difícil: la mayoría parecía haber estado bebiendo desde hacía rato y como consecuencia se movían de manera torpe y brusca. Al llegar a la mesa donde se encontraban mis amigos, di gracias por no haber terminado con la ropa llena de cerveza o vino.

─ ¿Debería decir buenas noches? ─pregunté sentándome.

Annie me sonrió. Me sorprendí al verla con un vestido rosa pálido que tenía mangas hasta los codos, con terminaciones extrañas... ¿cómo se llamaba? ¿volados? Esa cosa que quedaba muy bonita. El escote de la rubia no era muy profundo y el resto del vestido era simple, sin embargo... lucía tan hermosa. Sasha optó por una camisa blanca ceñida y un chaleco elegante por delante que combinaba bonito con su falda negra.

─ Un pajarito nos contó que casi mueres ─dijo Jean, mientras se acomodaba un ridículo y feo sombrero que jamás le había visto─. Otra vez, para variar.

─ ¿Ah, sí? ¿Un pajarito o tu compañera la potrilla? ─respondí cruzándome de piernas.─ Hablando de ella... ¿pudiste mirarle bien el culo o terminó descubriéndote por ser un imbécil obvio?

Camino de aspiraciones y cadáveres [2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora