Capítulo 7 - Corazón

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  Dejo que la puerta se cierre de un portazo, mientras bajo los escalones casi a trompicones. Cuando me apoyo en la pared del bar Tender, pequeñas piedras se incrustan en mi espalda, pero estoy tan enojada que prácticamente ni las siento. Maldigo al capitán en voz baja y el recuerdo de Merigold apretando su brazo y atrayéndolo hacia su pecho se instala en mi cabeza a martillazos.

  Estoy dolida. Y traicionada.

  Hasta ahora, pensé que estábamos juntos en esto. Que después de todo lo que hemos pasado podría considerarlo, no sé, ¿un amigo? Ni siquiera puedo engañarme a mí misma: lo considero más que eso. Una voz en mi cabeza me recuerda que lo necesito; que disfruto de sus charlas nocturnas, los tés que prepara mejor que nadie, sus valiosos consejos y su capacidad para decirme lo justo y necesario en los momentos más devastadores.

  Y, sin embargo, cuando le he demostrado al capitán una parte de mí que ni siquiera Erwin conoce, la realidad me golpea como si fuese una cachetada.

<<Al final parece que un par de tetas grandes terminan corrompiendo hasta el hombre más serio y correcto, ¿no? ¡Vete a la mierda, Levi!>>

  Quiero gritarle que se pudra, decirle que es un imbécil y que me ha dejado en ridículo por seguir los más cobardes, míseros y rastreros instintos humanos. Yo no soy ninguna niña, ¡soy la sobrina del mismísimo comandante de la Legión de Reconocimiento y la futura esperanza de la humanidad! No merezco que me dejen en ridículo de esa forma, y mucho menos que me echen de allí como si no fuese absolutamente nada.

  Cierro los puños y apoyo mi cabeza contra la pared, cerrando los ojos.

  <<Como si no fuese absolutamente nada.>>

  ¿Y qué se supone que soy? En realidad... no soy nadie. Sólo una desafortunada soldado a la que tiene que proteger y cuidar. ¿Por qué estoy tan enojada...? Él puede hacer lo que le plazca, después de todo es el soldado más fuerte —e idiota, dadas las circunstancias— de la humanidad, y eso seguro que a las prostitutas les gusta mucho. Total, ¿a mí qué diablos me importa? Sólo somos compañeros, por lo tanto no tengo derecho a reclamarle nada.

  Repito esas palabras mil veces, pero aun así, no puedo explicar por qué siento el corazón como si me lo hubiesen sacado y pisado hasta dejar sólo polvo. Respiro un par de veces para tranquilizarme y deshacer el nudo que tengo en mi garganta, hasta que siento cómo unas manos me toman de la nuca y me empujan contra la pared, dejándome la frente en carne viva.

  Todo mi cuerpo se pone en tensión y la desesperación me inunda cuando siento cómo envuelve su brazo sobre mi cuello. Dios, ¿¡cómo he sido tan imbécil para quedarme de espaldas...!? Trato de mover mis brazos, mis piernas, pero es imposible. Quienquiera que me esté agarrando aprieta más fuerte, y yo suelto un gemido lastimoso mientras sigo forcejeando como si fuese un mísero gusano al que han atrapado.

  Echo mi cabeza hacia atrás, pero no logro alcanzarle. No sé dónde diablos está su cuerpo, pero sé que es mucho más fuerte y grande que yo; lo siento por sus antebrazos, por la forma en la que mi cuerpo diminuto se hunde ante su presencia. Cuando me levanta unos centímetros, comienzo a marearme.

—¡S-suel...ta...me! —ruego entre gemidos.

  Logro golpear alguna parte de su cuerpo y consigo apenas un margen para recuperar el aire entre jadeos. Cuando extiendo mi brazo para volver a golpearlo, el golpe nunca llega. Me envuelve la muñeca con tanta fuerza que suelto un quejido y luego me estampa contra la pared con violencia.

  Mi visión se vuelve borrosa por unos segundos, pero vuelvo a cobrar el sentido cuando sus dedos toman mi cuello y lo aprietan como si fuesen tenazas ardientes.

Camino de aspiraciones y cadáveres [2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora