"Put your head on my shoulder
Hold me in your arms, baby
Squeeze me oh-so-tight
Show me that you love me too"
***
Escucho desde el salón un estruendo junto a la puerta de mi piso. Aguardo hasta que escucho otro más. Me levanto con cautela, «tal vez el señor Davis necesita ayuda». Miro mi vestimenta y me pienso dos veces el salir, aunque intento no darle muchas vueltas, se podría haber caído y necesitar atención médica.
Abro de golpe y buscó por todos lados con la mirada a mi vecino, sin embargo no me encuentro al anciano enternecedor que me saludaba cada vez que me veía. En su lugar, arrodillado a mis pies se encuentra un chico, no, un chico no, un hombre rubio extremadamente atractivo.
-Tú no eres el señor Davis- me abofeteo mentalmente por el comentario, claro que no es el señor Davis.
Unos ojos increíblemente azules me devuelven la mirada, junto con una sonrisa de medio lado. Aprieto con fuerza el puño con el que me había agarrado al marco de la puerta porque las rodillas me tiemblan, como le pasa a las chicas de 16 años de los libros de amor empalagoso.
-El señor Davis se ha mudado con su hija - de mi boca sale un suspiro al saber que no le había ocurrido nada - soy el nuevo inquilino, Steve.
Se levanta de golpe para ofrecerme una mano. Muevo el cuello para conseguir alcanzar sus ojos. No era una chica bajita, de hecho, siempre había tenido problemas para encontrar a alguien más alto que yo y, sin embargo, el tal Steve me saca una cabeza o tal vez algo más.
Veo que una de sus cejas se arquea y paro de mirarle como una psicótica. Sonrío y levanto una mano que rápidamente desaparece entre la suya por completo. «¿De donde diablos ha salido este tío?»
-Sansa.
Su roce desaparece y me sorprendo (aunque no demasiado, en fin, ¿tú le has visto?) al comprobar que no quiero que lo haga.
Se instala un silencio incómodo entre los dos y mi mirada se dirige al suelo a regañadientes, observando varias cajas de cartón apiladas en el rellano y, justo a nuestros pies, una rota con varios objetos derramados.
-¿Necesitas ayuda con...
Parece volver de sus pensamientos cuando señalo sus pertenencias.
-Oh, no querría molestar, siento el ruido.
-No es molestia. - Lo digo mientras empiezo a recoger cosas del suelo. Rápidamente él se arrodilla a mi lado y comienza a recoger cosas del suelo. No paro de pensar en qué podría haber hecho bien para que este espécimen sea mi nuevo vecino.
Mientras metemos las cajas, hablamos de cómo ha acabado viviendo en el edificio y cómo la empresa para la que trabajaba le había ayudado a buscar éste apartamento, pues estaba muy cerca de su trabajo.
Durante la conversación no puedo evitar pensar que Steve es un chico encantador y no sólo por su apariencia.
Cuando dejo una de las últimas cajas sobre la encimera de la cocina veo otra de la que sobresalen vinilos. No puedo evitar leer el nombre de los artistas.
Él me observa en silencio mientras coloca algunas cosas al otro lado.
-Fred Astaire... - lo digo más para mí que para él, en un susurro que es imposible que llegue a sus oídos.
