O4 » ❛ the risk ❜

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CAPÍTULO CUATRO
El riesgo.

Calypso no iba a ser quien lo detuviera.

Ella le había animado. Le dijo:

—Si crees que es la única manera, hazlo. Llegué hace como un día, los demás llevan años y esas cosas, pero ninguno se arriesgaría a que esas bestias los apuñalen con esas cuchillas de sierra que tienen en las patas, ¿No? Debe de ser doloroso. Ayer ví como se llevaban a alguien, Adam, se llamaba. Lo habían atravesado por completo, murió al instante —solo de pensarlo ella se había estremecido—. Como sea, sigues teniendo una buena razón. Seguro que no pasa nada. Lo haces por las razones correctas.

—Si... Gracias por tus palabras. Motivadoras.

—Sé que saldrá como quieres —tuvo que seguir, notando que, en principio, no parecía tan bien como ella pensaba—. Estás asustado y todavía quieres arriesgarte a pasar por algo así. Si no eres tú, no lo hará alguien más, y bueno, yo soy un cyborg. Practicaré mi discreción.

—Va. Descuida. Creo que me siento mejor.

—¿En verdad?

Thomas la había mirado a los ojos. Mientras lo hacía, parecía más interesado en la forma de sus iris, y Calypso sintió que se le dilataban por la expectativa; ¿Sus ojos tendrían algo diferente a los demás? No preguntó. Newt se lo habría dicho.

—Sí. Yo creo que... que necesito pensar.

Así que se había regresado, dejándolo solo cuando él pidió espacio para seguir pensado. Thomas le agradeció que le hubiera distraído. Apenas recordó lo que quería hacer, él necesitó tiempo a solas para recuperarse de su apariencia tan aterrada que le causaba vergüenza que alguien más lo viera.

No tuvo nada más que hacer que perseguir a Newt de vuelta apenas lo encontró. A veces, buscaba en su interfaz el reloj que marcaba cuántas horas llevaba allí desde que subió en la caja, solo para tratar de averiguar cuánto faltaría para que se hiciera la noche, sin embargo, con un cielo gris que no cambiaba en lo absoluto, no podía saber qué hora era; su reloj, en cambio, iba a completar las treinta y cinco horas. Ella habría conseguido adivinar, de no ser porque no sabía a qué hora había llegado para poder ser más precisa.

Cuando llegó la noche, lo único que cambió fue que estaba con Teresa a un metro de ella y Thomas al otro lado. Calypso había dormido un par de horas antes de que se despertara con el sonido escalofriante de los penitentes escalando a través de las paredes, clavando sus afiladas patas de metal; uno había vuelto a la ventana, podía ver su cola abriéndose hasta que parecía un acordión que aplastaría su cabeza al encerrarla en medio. Por primera vez, había sentido un aire frío pasar por su espalda mientras veía la viscosidad de la bestia deslizándose por su cuerpo como si fueran mocos.

Thomas parecía estar temblando, ella no hizo nada más que mirarlo, él no le devolvió la mirada. Sabía que se lanzaría a una de las bestias apenas pudiera, así que, en vez de pensar en el peligro que correría si uno de esos penitentes lo atrapara entre sus pinzas y agujas, y le atravesara el pecho hasta que la sangre le bombeara como si saltara en una piscina, Calypso pensó en que su interfaz se habia vuelto a abrir y mostraba un recuento de los lunares que aparecían en su cuello.

Ella no era nadie más que el rastro de una persona que ahora era carne, hueso y metal, por lo tanto estaba segura de que no habría nada que pudiera prometer una vez él regresara, ni siquiera el cuidarlo en cuanto los penitentes fueran a soltarlo ya pinchado... Si es que lo soltaban.

SKYFALL, the maze runnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora