7.ORGULLO

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Llevábamos ya unos diez minutos moviéndonos, yo en el hombro de Peter y él llevándome colgada. Supe que él no sabía dónde estaba mi casa, así que le pregunté:

-¿Acaso sabes dónde vivo?

Se paró en seco cuando me dijo:

-Estoy esperando a que me lo digas.

Y me enseñó una sonrisa pícara que hizo que me enfadase, no iba a dejar que me siguiera cargando como a un animal recién cazado.

-Bájame, te prometo que no saldré corriendo.

-Tampoco espero que lo hagas en las condiciones en las que te encuentras.

Dijo mientras me dedicaba la sonrisa más desvergonzada que había visto nunca. Era como un niño pequeño, con el cuerpo de un atleta. Cuando me tranquilicé comencé a caminar a duras penas, y al cabo de unos diez minutos llegamos a mi casa.

Era un enorme edificio abandonado, y mi casa estaba en uno de los pisos. La puerta era de acero. La entrada daba lugar a una espaciosa habitación. En el fondo se encontraba un enorme ventanal de unos tres metros de alto y cuatro de ancho que daba unas preciosas vistas a Beacon Hills. Delante de éste se encontraba una espaciosa mesa con varias sillas junto a ella, las cuales no se habían usado hacía mucho tiempo. En la parte derecha del ventanal, estaba la cocina, y en la izquierda, se encontraba un sofá enfrente de mi televisión, y detrás del sofá, unas escaleras que daban al piso de arriba, en el cual se encontraba mi habitación. Estaba todo desordenado, ya que no esperaba que tuviese visitas, y menos un hombre.

-Deduzco que no traes a muchos hombres a casa.

Justo en el blanco, pero no iba a dejar que pensase que soy una sosa que no ha estado con un hombre en su vida, por muy cierto que fuese.

-Puedes creer lo que quieras.

-Huelo tu nerviosismo, así que es verdad, no has traído a ningún hombre... Interesante-dijo mientras sonreía visiblemente.

No sabía como tomarme ese comentario, pero no me importaba lo que él pensara de mí, así que me dirigí a la cocina para cocinarme la cena. Me pareció mal no preguntarle si quería comer algo, así que le dije:

-¿Quieres cenar algo?

Se rio levemente y soltó:

-¿Me estás invitando a cenar, preciosa?

-Haz lo que quieras, pero decídete ya o te lo vas a tener que cocinar tú mismo.

-Está bien, me quedaré. Gracias por tu hospitalidad.

Otra de sus frases sarcásticas... Esta vez no lo escondo y me río con más fuerza que las anteriores.

Peter y NoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora