8. NOA

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Mientras cenábamos, nos contábamos anécdotas increíbles y divertidas que nos habían pasado, y en un momento de distracción me preguntó:

-Y que me puedes decir de ti, quiero decir, más íntimo.

Lo dijo con una sonrisa astuta, lo cual hizo que me acordara de mi familia, y me vino un bajón enorme al cuerpo.

-No me gusta hablar de ello...-dije con la cabeza gacha.

No dijo nada, lo cual me extrañó, y al levantar la mirada vi que me estaba viendo como si estuviese viendo las vistas mas bonitas del mundo, como su hubiera visto aparecer a un ángel, y comencé a ponerme muy roja y nerviosa.

-Tranquila, no tienes que decirme nada.

Se me hizo raro que no hubiera dicho una de sus frases míticas, esas que intentan hacerte daño, pero a la vez te crean ganas de reírte de lo estúpidas que son.

-Mi familia...-comencé- ellos murieron cuando tenía siete años. Fue un accidente de coche. No recuerdo nada del golpe-no quise darle detalles, porque tampoco quería recordarlo-, y cuando me desperté estaba en el hospital. Me dijeron que todos habían muerto, pero lo extraño fue que estaban llenos de arañazos y marcas de que los había atacado un lobo, uno inusualmente grande. He estado sola desde entonces...

Peter me miraba con una mirada que conocía, una mirada que me decía que aunque no quería creerlo, pensaba que había sido yo quien los había atacado, que no fue un accidente, que fue decisión propia atacarles; era una mirada de tristeza.

Me levanté para distraerme y llevar los platos a la cocina. Cuando los metí en el fregadero, fui a darme la vuelta, encontrándome a Peter de frente.

-Sé que piensas que fui yo.

-No es así. Sé que no fuiste tú, lo sé.

Le miré a los ojos. Tenía una mirada sincera, me estaba diciendo la verdad. Le sonreí haciéndole sospechosamente feliz, debido a la sonrisa que me devolvió. Desde que le conozco nunca le había visto sonreír así, me sentía afortunada, y ni siquiera sabía por qué.

Peter y NoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora