"Imprudente"

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Un descuido, un maldito descuido le había costado todo, ese día había tenido una pequeña discusión con su detective, había sido una cosa insignificante (al menos así lo consideraba), pero ver su tierno rostro cubierto de lagrimas antes de salir corriendo de su casa, le había clavado una daga en el corazón, y es que maldita sea, no tuvo ni el tiempo ni la fuerza para detenerlo, además de que se alejo en su patineta a toda velocidad una vez llegó a la acera.

La discusión con el pequeño había sido por su necedad en realizar el atraco esa noche, llevaba algunos días enfermo, incluso ese día había faltado a la escuela por la fuerte fiebre que lo atacaba, el pequeño lo había ido a visitar y le sugirió posponer el robo, su salud estaba algo delicada y eso podía costarle incluso la vida.

La preocupación del pequeño fue sincera, pero el solo sonrió y haciendo aparecer una rosa le dijo que no había de que preocuparse, lo haría rápido, complacería a su público y volvería a casa a descansar.

­– ¡No seas imprudente idiota, mira nada más como estas! –Le había gritado al ver como se tambaleaba ligeramente al levantarse.

Estoy bien Shin–chan, esa joya solo será exhibida esta noche, tendría que esperar 50 años antes de que pudiera volver a verla, ¿Qué tal que se trate de pandora y to aquí sin hacer nada? –Con una sonrisa se dirigió hacia donde estaba la fotografía de su padre.

¡Estas dejándote llevar, por favor piensa en tu salud, se egoísta al menos una vez!

–Shin–chan...

– ¡Terminaras muerto tu también! –Continuó –Se que tienes que encontrar a los responsables de la muerte de tu padre, ¡Pero si no eres prudente terminarás muerto! ¿De qué te servirá encontrar la joya si significa que mueras?

–Mira quién habla de prudencia, el detective curioso que terminó convertido en un niño por no saber cuando no debe meter las narices donde no lo llaman. –Soltó sin pensar.

¿¡Crees que no lo sé!? ¿¡Crees que me encogí por gusto!? –Explotó. – ¡Por ello es que te lo digo, para que sepas que no hacer! –Sin más, salió corriendo sin darle tiempo al mago a disculparse.

Resignado a que su detective estaría molesto con él por algunos días, procedió a entrar a la habitación secreta de su padre y vestirse para lo que se aproximaba.

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Todo había marchado a la perfección, había logrado infiltrarse con éxito al museo donde se exhibía la famosa joya, se sentía sudoroso y en momentos se sentía mareado, pero trataba de mantenerse concentrado a pesar del dolor de cabeza que lo amenazaba cada que recordaba el rostro lloroso de su pequeño y lo cruel que había sido con él, quizá debió de hacerle caso, ser egoísta por una vez y quedarse en casa.

Sin otra alternativa, decidió continuar con su plan, cuando finalmente consiguió burlar al inspector Nakamori y al sistema de seguridad se acercó para tomar la joya, un fuerte mareo lo atacó y su temperatura comenzó a subir gradualmente.

Debo darme prisa... –Tomó la joya y se dispuso a subir a la azotea para escapar, una vez allí, los helicópteros de la policía lo rodearon, el frio viento de la noche le provocó más escalofríos, su respiración era cada vez más pesada y cada vez veía más borroso. –Maldición... perdóname detective, debí hacerte caso... –Fue su último pensamiento antes de caer inconsciente.

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