Memorias I

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El sueño lo envolvía, sumergiendo su consciencia en un mar lleno de penumbras; estaba agotado, mental y físicamente, sin energías ni para respirar. Abrir los parpados fue un logro en si mismo, terminando por emitir un quejido ante la luz que se colaba por una de las ventanas.

El ruido del viento era algo lejano y el calor de la primavera se colaba entre sus capas de ropa. La dureza del lecho era poco acogedora para él, pero el aroma que desprendían aquellas telas fue un mimo para su corazón.

Tardó en comprender todos los sentidos que bailaban a su alrededor, terminando por prestar atención a una sutil melodía de cuerdas. Una canción entonada con melancolía y una dulzura que se impregnaba en cada roce, una canción llena de anhelo.

Su cabeza se giró a donde provenía aquel sonido, notando que, en efecto, no estaba solo en los aposentos.

Los rayos del sol que se filtraban se mezclaban con el aroma a sándalo; la brisa, como si fuera un acompañante más, mecía el cabello oscuro que caía como cascada por la espalda de Lan Wangji.

Sin percatarse de ello, su propia mirada se endulzó, sintiendo cómo un calor conocido envolvía su pecho y hacía palpitar su corazón. Porque, aunque hubiera sido siempre un vaivén, Lan Zhan era una constante en su vida, y eso hacía feliz a Wei Wuxian.

—Lan Zhan... ¿Cómo?— susurró apenas pudo, llegando a sentarse con una mueca.

Pero antes que pudiera empezar a hablar, la mirada dorada se centró en la de él, indicándole que mantuviera silencio. De alguna forma, y aunque en muchas veces le costara acatar esta orden, esta vez lo hizo, presionando sus labios.

El segundo Jade Lan volvió a cerrar los ojos y la dulce melodía se acentuó. Wei Ying esta vez ahogó un suspiro, dispuesto a dejarse llevar por lo que Lan Wangji deseaba transmitirle. Sus parpados se sellaron y su cabeza se meció apenas, notando cómo cada cuerda pronunciaba una palabra silenciada por años [1].

Wei Ying esta vez se dispuso a escucharlo, quedándose simplemente así, con las caricias que pasaban por sus oídos. Sin embargo, así como llegaba, lentamente la melodía empezó a hacerse cada vez más lejana. Algo extrañado emitió un quejido, abriendo de nuevo sus ojos tan sólo para encontrar que, esta vez, la habitación en el Receso de las Nubes se veía diferente.

La impecable madera y los adornos de jade habían sido vulgarmente cambiados por metal y plástico; inclusive su lecho se sentía diferente, algo más suave ante su tacto.

¿Cuándo había vuelto a recostarse?

Parpadeó varias veces, buscando de nuevo a Lan Wangji, notando como este ya no se encontraba lejos tocando su guqin, sino que estaba sentado a su lado con una mirada llena de preocupación. Quiso mofarse de él, soltar alguna frase indecorosa para resaltar las obvias emociones ajenas, pero no llegó a hacerlo cuando notó un detalle en específico, sus ojos ya no eran dorados.

Se sintió algo aturdido, perdido, entrecerrando sus parpados hasta sentir la mano de Lan Zhan en su cabello; recién allí recordando que estaba acostado.

—Xiao Zhan... Zhan ge...—

¿Xiao Zhan?

Su mente tuvo una sacudida dolorosa, la zona arriba de sus ojos presionaba y su nuca parecía haber sido brutalmente golpeada. Le costó comprender qué era lo que estaba soñando y qué era la realidad.

—No te muevas, ge... Estás con fiebre.—

Xiao Zhan apenas pudo escuchar su voz, girando el rostro para poder ver a quien estaba a su lado. Yi Bo ya no traía su traje de la secta, sino que tan sólo cargaba una sencilla chaqueta de color oscuro y su cabello corto tapando sutilmente parte de su rostro. Pero, aunque era obvio, su mente parecía estar sucumbida bajo un manto.

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