Uno

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Eran las seis de la mañana y para mi sorpresa no tenía sueño. ¿Sabéis? Creo en los zombies. Además , pienso que yo soy uno de ellos. Ni con todo el maquillaje del mundo dejaría de parecer uno de ellos. Bueno tal vez de un zombie cambie a un payaso, pero no desearía serlo.

-¡Wendy despierta!- Decía la abuela sin entrar a mi habitación.

Ella no sabía nada, no quería preocuparle. Desde que el abuelo murió la abuela pasó por una gran depresión. Yo misma me encargué de que la depresión se medio fuese ofreciendo una mascota a nuestra unidad doméstica. Le regalé un gato por su cumpleaños. Realmente sé de sobra que no le hizo ilusión pero poco a poco fue cogiéndole cariño. Era una pequeña bolita de pelo entre dorado y gris. Su especial característica era sus ojos azules, parecía un ángel gatuno. A día de hoy allá donde la abuela se dirija , Blonde, ya sea en brazos o a patas, también va. Excepto cuando es la hora de dormir, siempre ocupa el lugar donde deberían ir mis pies en la cama, esto conlleva a que yo tengo que dormir encogida.

Alargué el brazo en busca de mis gafas , las coloqué en mi rostro y retiré las mantas de mi cuerpo. Pasé ambas manos por mi cara y acto seguido me estiré. Como me gustaba aquello. Justo al mismo tiempo de estirar mis músculos, caminé al espejo casi con los ojos cerrados. Sí, me solía poner las gafas para después cerrar mis ojos. En mi defensa diré que me ayudaba a enfocar la imagen al abrir los ojos.
Podría recorrer toda mi habitación con los ojos cerrados sin tropezar con nada. Todos estos años con casi los mismos muebles me han servido para memorizar el lugar de cada uno. Pero cuando alargué mi brazo para tocar el espejo solo toqué el aire, no estaba en su lugar ¿Estaba empezando a tener pérdidas de memoria?

Abrí los ojos y enfoqué perfectamente la esquina donde el espejo se hallaba. Pensé que quizá la abuela entró a mi cuarto en busca de prendas sucias, así que lo olvidé. Acto seguido cogí algo de ropa de mi armario y salí de mi habitación. Mi abuela se encontraba en su sillón acompañada por Blonde y la taza de café que yo le regalé que ponía: "Soy la abuela más molona". Justo cuando le  fui a saludar, un ruido extraño procedente de mi habitación hizo que le diese la espalda a esta. Mi mirada no pudo evitar fijarse en otra cosa que no fuese el espejo, había vuelto a su lugar.

**************

Caminaba por el pasillo del autobús mirando los asientos libres. Deslizaba la mano de respaldo en respaldo a la vez que escuchaba música, aquello quedaba tan bien cuando lo encajaba con el ritmo de la música que podría ser un videoclip.
Escogí un asiento doble y me senté dejando el lado de la ventana libre, odiaba los sitios de las ventanas. La abuela siempre me dice que no los ocupe ya que en lugar de accidente saldrían más perjudicados los de dicho lado. La abuela, una persona tan positiva.

Esperaba ansiosa la llegada de Siwon, mi mejor amigo. Esa persona que siempre está a mi lado desde que eramos unos garbanzos. Habíamos pasado por miles de baches a lo largo de unos largos 14 años pero nada rompía nuestra amistad. Cuando digo nada es nada. Aún recuerdo cuando él empezó su amistad con Noah a los 13 años. Este quería la amistad de Siwon para él solo pero mi mejor amigo supo mantener ambas amistades perfectamente.

-¡Wen!-Al verme ,Siwon, apresuró su paso hasta ubicarse justo en el sitio que yo misma le había reservado. Puso su mochila en su regazo y me miró. -¿Dormiste hoy?- Alzó una ceja.

Y en ese momento supe que mis ojeras eran notables, muy notables. No recomiendo el antiojeras del bazar de tu barrio.

Me alcé de hombros en forma de respuesta, no quería preocuparle a él tampoco aunque siempre acaba sabiéndolo todo. No sé que tipo de poder tiene pero siempre se entera de todo y solo se relaciona con el majo de Noah.

-Genial Wen, otra noche en vela. No me gusta nada. ¿Tomaste tu medicamento?- Abrí los ojos como platos al recordar aquello. El medicamento, ese jarabe abandonado en el armario de la cocina.

-Eh...- Mordí mi labio y miré la mueca de enfado de mi mejor amigo. -¡No me ayuda en nada!- Dije en mi defensa intentando excusarme.

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Gracias a mi querida profesora de Historia, perdí el único bus que pasaba por este instituto. Después de varias maldiciones y suspiros cuando ya llevaba medio camino hecho noté una sombra ,que conocía bastante bien, en las fachadas de los edificios que se aproximaban. Él caminaba concentrado en la música que procedía de sus auriculares amarillos a conjunto con su pelo. Se veía tan sumamente bello, aún llevando una capucha que cubría media cabeza dejando ver su pelo alborotado. Me quedé analizando a Noah, estaba tan embobada que ni me percaté de que mis pies caminaban solos, sin mi permiso. Noté como el libro de Artes se escurría entre mis manos y cuando fui a cogerlo, choqué con un rostro desconocido.
Dolía mucho, fui a coger el libro como si me fuese la vida en ello, tan brusca y rápidamente que el impacto fue aún mayor. Llevé la mano a mi frente y gemí de dolor al tocar la zona donde en un futuro próximo saldría un nuevo amigo, un chichón.
Al levantar la vista me topé con un chico, que me sacaba perfectamente una cabeza y me miraba callado. Tenía una expresión facial seria pero no paraba de mirarme. Parecía que el chico expontáneo esperaba que yo hablase, y así fue. Pero antes de ello me fijé en el libro, gruñí al ver como este, abierto por la mitad, se iba empapando más y más al haber caido en un pequeño charco.

Tan pronto como pude cogí el libro y me dirigí con la mirada al chico. Fruncí el ceño y planee más o menos que decir en mi cabeza.

-¿¡Por qué no miras por donde vas!?- abracé mi libro sin importar mojarme y ví una sonrisa ladeada en el rostro del individuo que tenía delante.

¡Y encima me sonreía!

Suspiré algo enfadada y esquivé su figura al caminar hacia mi casa.

-¡Oye espera! ¡Perdón!- Escuché pero no me detuve. Noté como empezó a caminar detrás mía y en unos pocos segundos me alcanzó. Cogió mi muñeca y tiró de ella sin hacer ningún daño para que me diese la vuelta.

Al quedar cara a cara analicé su rostro. Su cabello era corto, aunque varios mechones más largos caían por su frente, era castaño con destellos más morenos. Cuando miré a sus ojos me dí cuenta de su heterocromía, tenía un ojo de cada color; color avellana y verde, cosa que nunca había visto en una persona.Y finalmente tenía la piel algo pálida, pero no mucho.

Cuando dejé de contemplar su rostro me fijé en que una de sus cejas estaba alzada y su sonrisa volvió a salir. Fruncí de nuevo el ceño y me solté de su agarre.

-¡Déjame tarado!- Le miré con los ojos medio entrecerrados pero me puso una mano en el hombro.

Y en ese momento mi paciencia se agotó por completo, había mucho contacto físico por su parte y ya empezaba a cansarme.
Sin pensarlo le dí una bofetada en su mejilla izquierda. Tal vez me pasé, o tal vez no... Bueno si, un poco.
El chico abrió la boca e hizo un movimiento de mandíbula al mismo tiempo que acariciaba su mejilla.

-Dios mio lo siento- Desvié la mirada y me fijé en la gente que pasaba por mi lado. Bueno mi lado, tomaban como una especie de espacio y me miraban como si estuviese loca. Solo me miraban a mi. Me giré y observé a más gente, todos me ojeaban con la misma intención quitando a los niños que pasaban con sus auriculares.

-¿En serio puedes verme?- Preguntó en un susurro y yo rodé los ojos. Este chico era el loco, no yo.

-¡Pues claro! ¿Te estás quedando conmigo?- Suspiré y negué con la cabeza antes de darle la espalda y echar a caminar.

Aquello fue demasiado surrealista y raro. Sobretodo muy raro.

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora