IX El hijo de Teobaldo

8 0 0
                                    


Aunque tenía la costumbre de amanecerse viendo las películas de Teobaldo, Theodore aquel día había decidido dormirse temprano. Por ello, se le escapó incluso una mala palabra, cuando el timbre sonó, interrumpiendo un sueño hermoso en el cual se casaba con la mujer de su vida.

Bajó a la sala, descalzo, y lanzó otra maldición cuando se golpeó el dedo chiquito del pie derecho contra la mesita de centro. Refunfuñando contra el invasor, y prometiéndose a sí mismo que si se trataba de Peter lo bañaría en agua helada, abrió la puerta, sin siquiera preguntar.

— ¿Qué diablos quie...? ―pero calló al ver a su visitante―. ¿K...K...Kimberly? ―Theodore tartamudeó por la impresión de verla de pie, en la puerta de su casa, a las dos de la mañana.

— Hola, lamento haberte despertado ―la joven paseó su mirada por el pijama de ositos que lucía en ese momento, sonriendo divertida ante semejante espectáculo, y él carraspeó, sonrojado.

— Yo... pues... No hay problema, últimamente no duermo mucho que digamos ―la miró fijamente―. Shaji no está, supongo que venías a hablar con ella, ¿no? ―fingió total indiferencia, a pesar de que su corazón parecía estar a punto de estallar por la emoción de verla.

— Sí, lo sé. Precisamente le pedí que no estuviera, para conversar con mayor tranquilidad ―ingresó, casi empujándolo con su hombro, y se sentó sin ser invitada, sonriendo con descaro.

— Pues, ¡adelante! ―ironizó un galante gesto, antes de cerrar la puerta, y sentarse frente suyo―. Tú dirás, ¿para qué soy bueno?

— Por el momento solo para escucharme ―Theodore reprimió un comentario lleno de indignación.

— Vaya, eso promete, entonces...

— No te imaginas cuánto. ¡Fui de vacaciones de fin de semana a Drien! Realmente está muy cambiado y lindo ―a Theodore se le revolvieron los intestinos.

— Sí, no dudo que haya cambiado mucho desde la última vez que fuimos, que fue, hace, ¿semanas, meses...? ―comentó con ironía.

— La verdad no me acuerdo ―un nuevo golpe bajo―. Solo sé que en esa ocasión no fuimos por aquellos condominios, así que no sabía que Teeb tiene una casa en Drien ―las facciones llenas de molestia del joven se fueron relajando, hasta el punto de la incredulidad y el asombro―. Llegué de casualidad y, ¿qué crees? Tu hijo Ben estaba en su casa, ¿lo visita con frecuencia? ―sus ojos verdes quedaron fijos en los suyos, borrando sus capacidades cerebrales de golpe.

— Hem, sí, como, como estudia en Drien, en un internado, él... ―se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación con nerviosismo―. Teeb lo cuida, mientras Shajak trabaja y... ―ella se le acercó, y lo miró fijamente.

Theodore comenzó a temblar, nervioso por su cercanía, por las preguntas, por sus ganas de abrazarla...

— Y... yo, yo creo que... Pues, a veces...

— ¿Qué ocurre, por qué tiemblas? ―los ojos verdes de la joven parecían radiografiarlo.

— Es... extraño tenerte tan cerca ―tragó saliva, sin poder evitar mirar sus labios; ella, por su parte, imperturbable, acarició su mentón.

— ¿Cuál es la comida preferida de Ben, Theodore? ―la pregunta lo descolocó, atrayendo una vez más su concentración al momento que estaban viviendo; el miedo empezó a inundarlo.

— Es... la pizza, sí, la pizza ―ella comenzó a avanzar, obligándolo a retroceder.

— ¿Cuál es su cantante preferido?

Drien (Novela Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora