— Mamá, mi papá dice que ya debemos irnos ―un joven de unos dieciséis años, alto, de ojos celestes y rostro perfecto, le hizo perder la ilación de su trabajo. Cuando llegó a su lado, desde la cocina, le dio un beso en la frente a modo de despedida, y caminó hacia la puerta de calle.
— ¿Cuántos días serán? ―lo miró preocupada. A pesar de los años transcurridos, su mirada aún conservaba un pequeño rastro de la tristeza que hacía unos años había estado a punto de matarla.
— Dos semanas, es decir, quince días ―al ver que su madre no sonreía, él lo hizo por ella y la abrazó―. Mamá, no me voy a enfermar ni voy a permitir que un oso me coma, ¿de acuerdo? Confía en mí y en mis tíos, y en Rose.
— En ellos confío, pero en ti... ―haciendo alarde de un talento al que junto a su esposo había renunciado, lo miró con fingida desconfianza, antes de sonreír―. Cuídate, Beny, ¿de acuerdo?
— Lo haré. Y cuando regrese, visitaremos nuevamente los tres el Zoológico. Mira que me muero por ver la jirafa, esa promesa me la debes desde que era un niño ―infló los cachetes, y ella lanzó una risotada.
— Jajaja, sí, te llevaré, pero luego de comprobar que hayas sido un buen bebé en esta excursión.
— ¡Mamá, no soy ni siquiera un niño! ―Beny se sonrojó por completo, imaginando la exploración que su madre haría en su maleta nada más regresar.
— ¡Shhh, a la madre no se le da la contra! ―el joven la miró resentido, por lo que ella lo atrapó en un abrazo, que fue correspondido con ternura segundos después―. Anda, tu padre está esperándote, dile que no se demore por favor, necesito que me lleve a un lugar antes de que vaya a Kimpit ―él asintió y salió―. ¡Saluda a tus tíos Vicky y George de mi parte, pero especialmente a tu novia!
Beny, el pequeño Ben White, le sonrió desde la puerta, con esa sonrisa que no había cambiado mucho desde su niñez.
Poco después, el sonido característico de un auto partiendo llegó a sus oídos, desde la puerta abierta, lo que le indicó que habían iniciado el camino.
Kimberly se arrepentía aun de algunas cosas, pero poder cada día contemplar a su hijo adoptivo era una de las decisiones que se alabaría siempre.
Y por ello, decidió que quizá era hora de retomar su labor secreta, aquella que avanzaba en momentos como aquel, de soledad, porque aún no se sentía lo suficientemente decidida a poner el punto final.
Así que, dado que solo faltaba la despedida, decidió leer la última parte, antes de sacar una hoja en blanco para ponerse a escribir, estirada en su sillón más cómodo.
Hoy, que se cumplen nueve años desde tu partida, planeo hacer aquello de lo que te platiqué hace tres años, mi amor.
Y aunque ya estoy decidida, no puedo dejar de pensar en si lo que voy a hacer es lo correcto o no, en si lo que ha crecido en mí durante todo este tiempo es algo bueno, o si solo me hará dañar tu memoria.
Creo, que esto ha ocurrido por algo, por algo como lo que dijo Shajak una vez, no a mí, sino a Peter.
Solo espero que no pienses que ya no te amo, porque nunca podré dejar de hacerlo...
Observó sus manos, prematuramente arrugadas y dobló la hoja. Luego se puso de pie y caminó hacia la cocina, a prepararse un suculento y nutritivo desayuno.
―.―
Dobló la esquina emitiendo un gruñido de esfuerzo innecesario, que logró hacer reír a su hijo. Luego, él mismo se puso a reír, cuando por manejar con los ojos cerrados casi mata del susto a Beny.
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Drien (Novela Original)
RomanceDrien es la cuna intelectual del mundo utópico en el que existe. Habiéndose levantado de las cenizas de su anterior condición de país subdesarrollado, alberga a personas y personalidades dignas de admiración, quienes hacen todo lo posible por hacer...