VI La amenaza de Mc Field

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— He estado pensando ―mientras Tom, Shajak y Kim ensayaban los parlamentos que les correspondían en la nueva película que estaban rodando, a lo lejos, en el fondo del estudio, Mc Field y George confabulaban en su contra; mientras hablaba, el rostro de Jeff se llenó de un aire de maldad sutil, pero no por ello menos demente―, que debemos tener un plan de soporte, George. Solo por cuestiones de seguridad.

— De acuerdo, pero...

— ¿Pero...? ―George se tomó su tiempo para aclarar.

— Aunque te apoyo, no comprendo hasta ahora ese ensañamiento tuyo contra Thed y Kim. Después de todo, The Monks será un éxito, no te quitaron nada, que yo sepa ―George miraba fascinado el trabajo de los actores, muy poco interesado en los planes de su jefe, o en una explicación.

— Cierto, hay cosas que no sabes aún, amigo y, por ende, tu bondad va de la mano con tu estupidez ―George volteó intrigado―. Ya habrá oportunidad para que sepas todo...

— Hum... Ok, si tú lo dices ―el joven lo miró con indiferencia, y arqueando los hombros, volteó hacia los chicos justo cuando terminaban de rodar aquella escena―. Bien, señores, a grabar la Escena 22.

— Bah, nos estábamos divirtiendo ―Kim se apartó y se paró junto a su esposo―. Siempre soñé con trabajar con efectos especiales de este tipo, la pantalla verde, la nada rodeándome, ¡ES FASCINANTE! ―Peter rió divertido al verla como una pequeña niña que cumplía su sueño de ir a Disney.

— Curioso. Thed odia estas producciones. Dice que los efectos especiales y los montajes electrónicos le quitan protagonismo y belleza a su delicado rostro ―sonrieron, y luego él susurró en su oreja―. Ya te propuso matrimonio, ¿verdad? Esa carita te delata ―la sonrojó, pero logró responderle en el mismo tono de voz.

— Pues, sí. Y tú ya estás con Shajak, ¿verdad? Esos ojitos negros son un libro abierto ―Peter carraspeó, para no dejarse en evidencia a causa de sus nervios.

— Sí, Kim. Nunca creí poder sacarte de mi corazón ―teatralizó su comentario, y ella tuvo de aguantar la risa para no llamar la atención―. Pero ese ángel lo logró ―volteó hacia la rubia, y le alzó la mano, pese a que la joven estaba en medio de la escena, por lo que logró distraerla; ambos rieron divertidos al ver su expresión acusadora―. ¿Sabes? Creo que al fin Thed y yo estaremos completos después de estos meses.

— Ya era hora, se iban a quedar a vestir santos ―se oyó un gruñido de desaprobación―. ¡Es broma! Nosotras también estaremos completas al fin...―miró a su amiga y le sonrió―. Pit, quiero preguntarte algo.

— Dime ―la miró fijamente.

— Cerca de Blue Boulevard hay una calle de casas de tres pisos, muy bonitas. Pero hay una que difiere considerablemente del resto ―el joven frunció el ceño, al no entender aquel cambio de tema tan brusco―. ¿Sabes qué funciona ahí, o a quién pertenece?

— La verdad Kim, es que nunca he estado por ahí, no suelo frecuentar esa parte de la ciudad a no ser que sea por motivos laborales. El que sabe de eso es Thed, es una de sus zonas favoritas de Zweiten, ¿no le has preguntado?

— No, no he tenido tiempo, desde que fuimos a aquel lugar y dado el incidente con aquellos hombres, se me olvidó. Pero al final de cuentas no es importante, era solo curiosidad... ―volvieron a escuchar a George, por lo que ella se enderezó, mostrando su disposición total―. Me toca filmar, deséame éxito en mi incursión asesina ―se acomodó el rifle de utilería en el hombro y entró en escena, mientras Peter miraba embelesado a la princesa armiana.

Drien (Novela Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora