Capítulo 7. "La amiga adoptiva de Nico Di Angelo"

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Nico's Pov.

Estúpido día.

Y no era para menos. Todo había comenzado siendo un desastre.

Primero un mensaje iris de Hades. Lo cuál era extraño y habría sido gratificante ¡Si no lo hubiese hecho a las cuatro y media de la mañana! En esos momentos me preguntaba porqué los mensajes iris no eran como las llamadas, con alguna especie de botón o control de voz para cortarlos.

Pero no. Tuve que escuchar, para ese entonces yo medio dormido y maldiciendo a mi padre, como se quejaba de una especie de pelea con Perséfone ya que ella quería invitar a Deméter al inframundo, y a eso sumándole sus constantes reclamos de mi gran ingratitud al no realizarle una llamada o una simple carta para saber cómo estaba. Dudaba mucho que el cartero fuese a entregar cualquier especie de mensaje al inframundo. Pero aún así, para que se callara prometí hacerlo.

Poco le importó que yo estuviese durmiendo plácidamente, murmurando una disculpa y poniendo como excusa que no podía ver el cielo desde el inframundo para ver si ya había amanecido.

Cuándo el mensaje iris hubo acabado volví a dormir, pero una hora después algo volvió a despertarme. Nada más ni nada menos que los ensayos de la cabaña de Apolo.

A mi lo menos que me apetecía era escuchar el irritante sonido de una Lira a esas horas. También maldije interiormente a Hermes por crear ese instrumento y dárselo a un dios que no pudo darle peor uso. Busqué mi reproductor de música para dormir con alguna canción de Green Day o algo parecido pero resultó que estaba sin batería.

Ahogué un grito en la almohada y me vi tentado a visitar la cabaña de Hypnos un momento y pedirle a Clovis una cama junto a una almohada de plumas de Furia, las cuales extrañamente eran las más suaves para una almohada.

Volviendo al tema, no me quedó mas alternativa que levantarme e ir a darme una ducha temprana.

Y ahí seguía mi mala suerte al darme cuenta que los Stoll habían descompuesto el calentador como una broma. Juré por el Estigio que esa se las devolvería.

Me bañe con agua helada muy a mi pesar y me cambié de ropa, por suerte no había nada de malo con ella.

Tendí mi cama de mala manera y al salir encontré a un chico de la cabaña de Némesis afuera con una libreta y un lápiz en la mano.

Lo que me faltaba. Había olvidado la revisión de la cabaña.

No es que hubiese limpiando pero al menos habría recogido los envoltorios de osos de goma regados en el suelo y las latas de gaseosa bajo mi cama.

Observé descuidadamente su libreta, dándome cuenta que poseía el peor porcentaje de todas las revisiones.

Murmuré una maldición en griego y cerré la puerta de un golpe.

Así se hicieron las siete menos quince.

No vi lo productivo de quedarme en mi cabaña por más tiempo así que tomé rumbo al comedor y sl llegar a mi mesa ya eran las siete en punto.

Me senté y ni siquiera me tomé la molestia de ofrendar parte de mi comida a Hades. Eso se ganaba por despertarme tan temprano.

Recoste mi cabeza un rato en la mesa, pasado un tiempo empecé a comer de mi cereal y plato de frutas.

Cuándo acabé se hicieron las ocho.

Ni siquiera habían llegado todos los campistas y yo ya había desayunado.

Varios campistas se arremolinaban alrededor de la mesa de Atenea, y en ese momento me di cuenta que mi suerte no podía empeorar más.

Annabeth estaba de vuelta.

Sangre de semidiós. |Percy Jackson y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora