𝐌𝐀𝐍𝐋𝐀𝐍𝐃 |༶| J.JK

જ➤ O1「❀」

21 de abril del año 3002

Comisaría Nacional, Seúl Corea del Sur

10:44pm

── 「❀」 ──

La luz amarillenta de aquel pasillo totalmente desolado comenzaba a fallar, dejando el pasillo de aquella comisaría con una luz tan opaca que sentía la miseria rodear las instalaciones. Dejaba el pasillo en oscuridad para volver a encenderse a penas, y eso me recordó a las lucecitas de Navidad que de niño solía ver a través de la ventana de mi habitación, en aquella época donde los vecinos decoraban sus casas con aquellos adornos festivos.

Cuando me preguntaba porqué nosotros no adornamos la nuestra también.

── Señor Jeon ── la voz del secretario resonó con eco en aquel largo pasillo, haciéndome levantar la vista apenas para observarlo. Baja estatura, anteojos en mal estado que dejaban a relucir unas enormes ojeras y mirada cansada, era joven, tal vez mi edad o mayor ── El general solicita verlo.

Asentí sin ánimos para luego levantarme de aquella banca de metal donde muchas otras veces me había sentado. Y con la misma situación.

Aquel secretario me guío por los pasillos desolados, como si no conociera aquel lugar de memoria de las tantas veces que había ido allí. Nuestros pasos resonaban a la par haciendo eco.

Paró en seco cuando estuvo frente a la puerta de la oficina del general, para después hacerse a un lado y permitirme el paso, a lo cual no dude y giré la manilla de la puerta haciéndola rechinar mientras la abría.

Cerré detrás de mí, observando de primera la luz ahora blanca tan opaca de aquella oficina. El general YunHo, sentado en su escritorio me observaba con los codos recargados a la mesa y su rostro entre sus manos.

Detrás de él una gran ventana que dejaba ver la oscura noche que azotaba la ciudad. Los edificios en su mayoría abandonados y los que aún estaban en función brillaban cuán estrellas habían desaparecido del cielo nocturno.

Un carraspeo me trajo de vuelta a la realidad, e inmediatamente hice una corta reverencia sin moverme de mi lugar. Aquel hombre de al rededor cuarenta años me miraba con cansancio, como si el que estuviera allí le sacaba más canas de las que ya tenía.

── Tome asiento ── señaló la silla metálica frente a su escritorio. No me demoré e hice lo que ordenó.

Lo ví acomodarse en la silla mientras suspiraba con ese notable cansancio del que ya estaba acostumbrado. Su enorme barriga parecía ser más grande que la pobre silla en dónde se encontraba sentado.

Yo por mi parte crucé mis brazos sobre mi pecho y me recosté del respaldo de la silla, esperando el típico sermón ante mi nueva llegada.

── Jeon... Jeon ── suspiró como por tercera vez, enfocando sus pequeños ojos negros en mí, tratando de intimidarme como cualquier jefe enojado ante la situación. Pero la verdad era que ya me daba gracia y era capaz de reírme en su cara de lo idiota que se veía.

Aún así me mostré serio, pues, era mi superior quisiera o no. Mientras su uniforme era del color verde selvático, el mío era negro; mi color favorito, que mostraba el rango en el que estaba en aquella comisaría. Yo era jefe policial. Pero los jefes también tienen jefes.