23. Una pesadilla vestida de fantasía.

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Habían pasado apenas unos días y los chicos ya estaban mudándose a su propio departamento, el cual casualmente la madre de Barbara lo tenía desde hace tiempo.

Era cierto, el departamento era lindo, grande pero no lo suficiente, a comparación de la casa a la que Barbara estaba acostumbrada.

—Literalmente nos corrió —susurró Barbie al teléfono.

Todos estaban de un lado a otro cargando muebles y cosas, menos Barbara, quién por su embarazo no podía cargar nada, y no, no era una excusa pues el dolor de espalda que le causaba el vientre falso era cada vez más fuerte y las simulaciones a las que se refería su madre eran ciertas y ya la tenían harta. Además, no podía dormir como era debido porque su enorme vientre no la dejaba descansar en alguna posición cómoda.

no es raro, digo... ¡la mujer te embarazo falsamente! —contestó Faith del otro lado de la línea. — ¿Aunque, sabes? Gracie justo ahora te odia, está celosa... no en serio, claro —se rió ella. —¡pero hasta yo estoy celosa! Tendrás para ti sola a ese chico sexy.

Barbara suspiro frustrada y miró a Toby, lo odiaba y estaba cansada de escuchar a las chicas suspirando por él.

—Sabes lo que pienso de él y el sexo —le recordó Barbara.

—Ya lo sé, Sor santísima Barbie —la interrumpió Faith.

—Cállate —se rió Barbie, pero su risa se ahogó cuando sintió un golpe un poco fuerte en su vientre, incluso más fuerte que los anteriores.

— ¿va todo bien? —preguntó Faith.

—Sí, solo la simulación atacándome de nuevo —resopló Barbara. —Es una tontería, no sé cómo la gente lo encuentra tierno.

Ya sé, ¿verdad? Es una tontería. —concordó Faith. —Bueno B, te tengo que dejar porque si no él bebé se muere de hambre...

— ¿Cuál bebé? —se rio Barbie.

Pues yo —contestó su amiga y ambas rieron. —te dejo, B, besos. —Faith termino la llamada tronando un beso.

Barbara dejo el teléfono en la mesa y se acercó a Tobías y tomó su mano, sin siquiera saber por qué. Solo quería pensar como cualquier otra chica, como sus amigas, ellas encontraban guapo al sujeto.

Por su parte, Tobías la miró confuso, pero aun así no apartó su mano, por lo que Barbara rió. Cuando él estaba confuso, hacía caras adorables. Y sí, lo aceptaba. Se veía guapo. Siempre lo había sido y no es que no lo supiera, pero se negaba a aceptarlo. Pero ahora, con su cabello despeinado, sus mejillas rosas y algo de sudor en su frente por trasladar las cosas, lo hacían parecer todo un hombre.

De pronto se preguntó qué habría pasado si no lo hubiera tratado tan mal el día que se conocieron en aquél parque de diversiones.

—Yo no te traté mal a propósito, ya sabes, en el parque —explicó de repente, Tobías se quedó en blanco.

— ¿Hablas de hace catorce años? —reacciono él, riéndose.

—Llevas la cuenta. —sonrió ella, también se preguntó qué hubera pasado si los padres de él no hubiesen muerto. —Quizá no serías mi enemigo ahora —pensó en voz alta.

— ¿Enemigos, uh? —preguntó Tobías juntando sus cejas. —No creo que seas mi enemiga, yo no te veo así.

— ¿Entonces cómo? —pregunto ella, casi suplicando.

Como a una pesadilla vestida de fantasía... —se rio Toby, quizá él estaba solo bromeando, pero a pesar de todo, ella sabía que era cierto.

Ella le había hecho daño siempre: en aquel parque, cuando murieron sus padres, y la terrible lista seguía. Lo único que había hecho él, era defenderse de ella.

—Lo siento. —murmuró y se alejó de él, frotándose sus brazos consiente del frío que de repente hacía.

{...}

Al anochecer se habían quedado solos, la madre de Barbara había prometido regresar al día siguiente a comer y checar que todo estuviera en orden.

—Solo falta que traigan la sala y todo estará en orden. —anunció Toby, sentándose por primera vez en todo el día.

—Luces horrible –le dijo Barbara.

—Bueno, lo dice quién tiene una enorme barriga. –se rio Toby.

Barbara rodó los ojos.

—Ve a descansar. –Le dijo suavemente.

Toby volvió juntar sus cejas.

— ¡Deja de hacer eso! –gruño Barbara. Desde hace unos días que el hacía eso y ella no podía pensar con claridad. Solo quería tocar su cara para que se relajara.

—Es que —alargó él —, quería decirte que... bueno, ellos... -vaciló.

— ¿Ellos...? Solo dilo.

—Solo dejaron una cama. —dijo cerrando los ojos como si no quiera ver su reacción.

Barbara respiro muy profundo, ¿por qué no lo imagino antes? Dormir en la sala sería buena opción, solo que no la llevarían hasta el día siguiente.

¿Quién estaba más jodido? ¿La embarazada falsa o el que apenas acaba de sentarse y había cargado muebles y cajas todo el día?

—Tú duerme en la cama, yo lo haré en el piso. –le propuso Barbara.

Pero en vez de agradecer, Tobías se rio.

—Normalmente eso dicen los chicos –bromeó. —Yo dormiré en el suelo y tú en la cama.

—Estás cansado.

—Y tu embarazada, te ha dolido tu espalda de cargar ese aparato del diablo y no has dormido bien, dormirás en la cama y punto final.

Barbara se cruzó de brazos.

—Bien. –aceptó.

—Bien –sonrió Toby. —Buenas noches.

Y desapareció de la cocina. Barbara, nerviosa y pensando por qué de repente se preocupaba por él, se quedó un rato en la cocina, sin saber cómo actuar. De pronto su mente no funcionaba como antes y solo podía pensar en ser amable con el idiota.

Gritó frustrada, mientras ponía sus manos en sus cienes, pero después de un rato, no pudo más y decidió irse a dormir.

Cuando entro a la habitación, vio a Tobías en el suelo, a un lado de su cama con una cobija debajo de él, y una chamarra como cobija.

¿Por qué siempre pasaba eso? En todos los libros el chico dormía incomodo en el suelo – o el sofá- y la chica como reina y si no, ella lo invitaba a subir con ella a la cama.

Pero eso no pasaría.

Tomó las cobijas que estaban en la cama, y cubrió a Tobías con ellas, sin saber muy bien por qué, se acostó a un lado de él, en el piso duro y frío.

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora