4. El mensaje de Tobby.

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En un ambiente dónde las luces brillaban a todo lo que da y las ventanas de la habitación estaban abiertas y parecían tan expuestos, Tobías acomodo en la grande y algo desastrosa cama a la chica rubia —cuyo nombre había olvidado— y la puso a horcajadas de él, mientras trataba de quitar su blusa de una manera algo torpe.

—Es-espera —balbuceo la chica y se sentó a un lado de Tobías, acomodando su blusa y mirando a su alrededor. Luego tomo aire mientras miraba confundida al chico de sus sueños. — ¿Qué hacemos en este cuarto?

Toby miro a su alrededor, dónde momentos atrás la chica miraba y es que en realidad no podía darle una respuesta clara del porque la colcha era rosa y las paredes blancas y lila. Porque las cortinas del balcón tenían un estilo de rosa princesa y porque los muebles eran como de una reina empalagosa. Podría decirle que era porque Barbara era inmadura y sus gustos eran infantiles pero esa no era la respuesta que esperaba. Quizá la rubia ni siquiera supiera quién era Barbara. Ni siquiera sabía que decirle.

—Es la habitación de mí, humm... —Tobías pensó, —De la hija de los Parker.

— ¿Tu hermanastra? —cuestiono la chica, con una mueca. Tobías rodo los ojos, enfadado por la falta de acción y la palabra hermanastra.

—No. Barbara no es mi hermanastra, porque nuestros padres no están juntos ni los Parker me adoptaron, solo vivo con ellos.

—Bueno, como sea... ¿por qué estamos aquí y no en tu habitación?

Las preguntas comenzaban a hartarle. Comúnmente a las chicas les daba igual en dónde sucedía y esto parecía más un interrogatorio. No quería responder especialmente esta pregunta porque la respuesta era que extrañaba como el infierno molestar a Barbara, y se imaginó lo furiosa que se pondría si supiera que él lo había hecho con alguien en su habitación y ¡en su propia cama!

Y otra de las razones es que nunca, nadie jamás —ni siquiera Barbara o los señores Parker— habían entrado a su habitación. A Toby no le gustaba que la gente invadiera su espacio personal. Y su habitación era lo que su espíritu realmente era, no era tan perfecto ni tan ordenado como el resto de la mansión. Incluso tenía posters de jugadores de beisbol y un montón de fotos de sus padres.

Y nadie nunca entraría ahí.

—Uhm, porque fue la primera habitación que encontré. —mintió el, y la chica solo asintió sin decir otra palabra más, por lo que Tobías continúo besándola logrando el propósito del porque traerla a ese lugar.

{...}

—Vamos, solo será una foto. —suplico Toby a Cindy (la rubia) mientras la sostenía por su desnuda cintura, debajo de la colcha rosa.

—No sé, Tobías... ¿cómo sé que no se la vas a enseñar a alguien y quedaré como una cualquiera? —Cindy se mordió su labio, tentada por la idea porque no le molestaría que la relacionaran con el chico más guapo de su escuela, pero aun así, en sus planes no estaba perder su dignidad.

—Te prometo que nadie la verá. —aseguró.

Aunque mentía, porque la foto que quería tomar era para nada menos que Barbara. Quería volverla loca, y no, no de celos ni porque le gustará la chica, sino porque el simplemente disfrutaba hacerla enojar. Era de esos momentos gloriosos como cuando ves a una niña haciendo un berrinche y sus padres aun así le daban todo lo que quería. Y a él, al molestarla era como si dijera no, no y no tantas veces a la niña más mimada del planeta tierra.

—Está bien. —acepto la chica después de un momento en un cómodo silencio.

La rubia tomo la foto con el celular de Tobías, en la cual se veía claramente la habitación donde se encontraba.

Y luego él le envió la foto a Barbara junto a un guiño especialmente para ella.

{...}

Mientras tanto, Barbara estaba acoplándose a su nueva escuela, que podría llamarse reclusorio, porque si bien era cierto, Faith y Gracie tenían razón: la escuela era un asco; no había chicos, las salidas solo eran los fines de semana y solo si tus padres firmaban un permiso, y sí, era una escuela religiosa. Llevaban un uniforme en dónde la falda les llegaba a las rodillas y un suéter que por más que buscarás tu talla, te quedaba el doble de grande y holgado y siempre debían llevan una cola de caballo como peinado.

Claro, en cuanto se enteró del infierno que le esperaba, quiso volver a casa, pero entonces se imaginó el enojo de su padre, el drama de su madre y el "te lo dije" de Tobías. Y ella no les daría esa satisfacción aunque viviera en una pesadilla. Así que se prometió a ella misma que aguantaría estar en la escuela los cuatro año que faltaban.

—...Y entonces, chicas, ese es el motivo por el cual de nuestro lema: "esfuerzo doble, ganancia al doble." Y recuerden sobre los chicos, son una distracción... —explicaba la monja que tenía como maestra la cual, hablaba de algo que no tenía nada que ver con la materia que se supone que impartía.

Mientras el silencio reinaba la clase, y la maestra apuntaba algo en el pizarrón, el celular de Barbara comenzó a sonar, con una canción que contenía varias groserías e insinuaciones sexuales. La maestra, por su parte casi se desmayaba con la letra y el rubor de Barbara solo se hacía más intenso ante las miradas de las chicas y con su desespero de no encontrar su celular.

—Señorita Parker. —Gruñó la monja, — ¡¿Qué no sabe que en las aulas de clases no se permite llevar celular?!

—Lo- lo siento —Balbuceo ella, aunque no solía pasarle, pero cuando encontró su celular y vio el remitente del mensaje, se desconcentro.

Tobías.

Sin importarle otra cosa, abrió el mensaje y se encontró con una foto de Tobías con una rubia entre sus piernas y ambos desnudos, lo peor de todo era que sabía dónde estaban: en su habitación. Ella casi se ahoga con su propia saliva.

—Señorita Parker, entrégueme su celular. —Exigió la maestra, que ya estaba a un lado de ella y casi le arrebata el celular de sus manos.

— ¿Qué es esto? —gritó, escandalizada. —Señorita Parker, ¡a la oficina del director!

Y mientras se sentía más humillada y enojada que nunca, solo pensó en una cosa:

Que Tobías Hayes se diera por muerto. 

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora