21. Estás embarazada, no enferma.

25.9K 1.3K 43
                                    


La puerta del cuarto de Barbara se abrió de golpe, despertándola. Estaba toda sudada por toda la medicina que había tomado la noche pasada, también sentía sus ojos hinchados, pues había llorado toda la noche y se sentía más vulnerable que nunca, porque se había quebrado en frente de Tobías Hayes. Ni siquiera recordaba haberse quedado dormida. Solo recordaba los brazos de Tobías consolándola.

¿Qué diablos le había dado su madre?

—Hija... ¡ya llegó!, ¡Tienes que levantarte ahora! —gritó su madre de esa manera que tanto odiaba, ¡¿por qué la gente se ponía a gritar cuando tú estabas justo a un lado?!

Ella ni siquiera se molestó en levantarse.

— ¡Vamos hija, tienes que ver esto... se ve tan real! —Barbara se enderezó de una vez por todas y miró a su madre con los ojos entrecerrados, llevaba una bola enorme que parecía de cera.

— ¿Qué es eso? —preguntó con voz ronca, y el dolor de garganta se hizo presente. Cerró sus ojos masajeándola.

—Es tu bebé, bueno... en donde se supone que debería estar. —se rio.

Barbara abrió sus ojos, sorprendida de lo persuasiva y descarada que podría ser su madre.

— ¿En serio, mamá? ¡¿Después de todo lo que me hiciste ayer, crees que vas a convencerme de ponerme eso?!

Su madre también la miro mal

—A mí no me hablas así, jovencita... Harás lo que yo diga y al menos así serás consiente de que debes cuidarte y-

— ¡Y nada! —la cortó. —Estás loca.

Su madre chilló horrorizada y al momento el Señor Parker entro a la habitación.

—Está bien, ¿por qué gritan esta vez? —preguntó su padre, mirando a ambas ya con poca paciencia.

— ¡Mi mamá está loca, papá! —empezó Barbara. —Quiere que finja que estoy embarazada y ponerme un vientre, ¡no quiero!

Diego suspiro, al momento que veía su esposa, con los brazos cruzados.

— ¿Es necesario todo esto, Priscilla? —preguntó su él. Ella se mordió el labio asintiendo.

—Diego, tú mismo los viste en la oficina... además, ya la pague y es mucho dinero —se encogió ella de hombros. Barbara supo que había dado en el clavo.

Podrían tener todo el dinero del mundo, pero para su padre, malgastar el dinero era algo que odiaba. Así que Barbara supo que tenía que usar la estúpida bola de cera.

—Puedes donarla a las niñas que están aprendiendo educación sexual temprana o algo así... —sugirió ella, rodando los ojos.

—Barbara, no creo que sea tan malo... deberías usarla, si no te hace ningún bien, tampoco ningún mal —le dijo su padre, besando su frente y saliendo de la habitación.

Ahora estaba sola con su madre, quién sonreía triunfante.

—Te odio, ¿sabes? —reto a su madre.

—Oh, solo cállate y ven, luego me lo agradecerás. —le dijo, mientras ella caminaba hacia su madre quién apenas la tuvo cerca comenzó a acomodarle el vientre.

— ¿Es de verdad necesario? —pregunto ella, incomoda. La cera en su piel era indescriptible, además estaba fría sobre su piel tibia.

—Sí, solo será una semana.

En unos cortos movimientos, su madre había terminado, Barbara abrió los ojos y miro su vientre, que parecía real. Incluso el color combinaba con su piel.

— ¿Dónde la conseguiste?

—Ah, el simulador lo encontré en una página para internet, ¿has visto los videos donde a los hombres que no creen que el embarazo les ponen el simulador? Pues allí, y luego, mande a hacer el vientre con algunos diseñadores de Hollywood, es normal ahí...

— ¿Simulador de qué? —la miro confusa.

—De los movimientos del bebé, por supuesto.

Barbara rodó los ojos y cuando se movió, algo entre la cera y su vientre real se movió.

— ¿Qué diablos es eso que se mueve? —pregunto asqueada.

—Una bolsa de agua, parte del simulador, nada importante... ahora: debes cuidarte, porque tiene unos cables en la parte de atrás y si intentas quitártelo o te pegas, va a doler.

— ¿Qué? ¡¿Hay cables y agua en el mismo lugar?! —gritó horrorizada.

—No están en el mismo lugar, no seas ridícula... ahora vístete.

Cuando su madre salió de su habitación, Barbara corrió al espejo a mirarse. Se veía gorda como nunca antes, y por más que se viera algo tierna, no podía lograr sentirse conmovida o deseando que esa imagen fuera real algún día. Al contrario, la ansiedad se apoderaba de ella.

Escuchó a alguien tocando la puerta y ella trató de ponerse su blusa de nuevo, pero no le quedaba, así que probó con otra, luego otra, y otra, pero nada le quedaba. Sintió sus mejillas calentarse y salió envuelta en su bata de baño, dirigiéndose a la cocina.

— ¡Nada me queda! —se cruzó de brazos, enfrente de sus padres y Toby.

Cuando su padre alzo la mirada, sonrió de una manera tan pura que Barbara se sintió incomoda. Pero luego, escucho a Tobías reírse.

— ¿Qué te pasó? —preguntó burlón, pero luego se aclaró la garganta. — ¿Qué comiste, mi amor?

Una risa se asomaba en sus labios.

—Tú le pusiste el bebé ahí. —le respondió Priscilla y la sonrisa de Toby desapareció.

Barbara los ignoró.

— Nada. Me. Queda. —repitió.

Su madre rió y se levantó, tomándola de la mano.

—Busquemos en mi cuarto, a ver si algo te queda.

{...}

Después de unas horas, Barbara aceptó bañarse. Claro que amaba bañarse, pero le daba miedo que hubiera cables enredados en su estómago. Hasta que después de que su madre le dijera por milésima vez que nada pasaba, entro a la ducha horrorizada. Igual, nada le había pasado.

Se vistió con la ropa de su madre, que no le favorecía para nada, se recogió su cabello en un moño alto y no se aplicó maquillaje. Empezaba a sentirse cansada, pero cuando estaba a punto de acostarse de nuevo, su madre interrumpió –por milésima vez- en su cuarto.

— ¡Tardaste años! —se quejó. — ¿Estás lista?

— ¿Lista para qué? —preguntó Barbie, rodando los ojos.

—El trabajo —respondió su madre con obviedad.

— ¿Estás bromeando, verdad? —se rio. — ¡Estoy embarazada, no iré así!

—Estas embarazada, no enferma... ahora vamos o tu padre se va a enojar, es tardísimo.

Se puso sus zapatos y caminó fuera de su habitación, no le importaba estar bien arreglada o sin maquillaje, realmente no tenía ganas de nada, y sabía que no podía negarse a trabajar. Hacerlo sería incluso muy bajo para ella.

En el coche, Barbie y Tobías se sentaron juntos y tomados de la mano, pues estaban en presencia de sus padres.

— ¿Qué rayos pasa con tu madre? —se río bajito Tobías, susurrándole al oído mientras fingía que estaba besando su mejilla.

—Pregúntale tú, porque yo estoy harta de averiguarlo.

Suspiro, y sin pensarlo mucho, se acomodó en el hombro de Tobías y cerraba los ojos, tratando de relajarse.

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora