28. ¿Y... qué has vivido?

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Tobías la había esperado en la oficina hasta las diez de la noche. Barbara se había ido sin decir nada. Y él de nuevo se sentía culpable, y no sabía por qué, ¿qué le estaba pasando? Siempre se habían dicho cosas así con Barbara, y al contrario de esto, decirle eso lo hacían sentir más seguro, a pesar de los insultos que ella también le decía.

Quizá ese era el problema. Hacía mucho tiempo que ellos ya no peleaban como solían hacerlo. Hace mucho que ella comenzaba a sonreírle honestamente. También podía ser que el se estaba encariñando con los viajes en coche con ella después del trabajo, en donde a veces cantaban u otras veces solamente contaban chistes y reían.

Tobías suspiró y pateo el escritorio. Se sentía enfadado con él mismo y no sabía por qué, Barbara era quién había humillado a Cindy.

— ¡Maldición! —volvió a patear su escritorio cuando pasaron otros quince minutos. Barbara no regresaba y era obvio que no lo haría.

Tomó su abrigo y celular, y salió hacia el estacionamiento, en el que ya no quedaba más que su coche.

Condujo a casa por el mismo camino que siempre tomaba con Barbara buscándola por las calles, pero no hubo rastro de ella, y a casi unas cuadras de llegar a su departamento, se detuvo en un semáforo y suspiró frustrado, necesitaba saber si Barbara estaba bien.

Volteó su mirada a un par de chicos escandalosos que salían de un bar, y entonces la vio: parecía tan perdida, y en sus manos llevaba una botella de licor. Vio como abrazaba del cuello a un chico con su mano libre y lo besaba con fuerza, la vio reír como si fuera lo más divertido del mundo y se acercó a otro chico, intentando besarlo.

El corazón de Toby pareció dejar de latir. Escuchó un claxon a lejos y a alguien gritando sobre que el semáforo estaba en verde, pero lo único que él pudo hacer, fue bajarse del carro y caminar hacia ella.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó, apartándola del grupo de chicos. Ella se rio al verlo y su cabello rubio se pegó en sus labios.

— ¿Qué crees que hago, papá? —preguntó ella, no hablaba tan borracha como él pensaba. Ella estaba bien en absoluto. —me divierto con mis amigos, ¿no ves?

—Cindy, tú no eres así... —le dijo, mientras miraba a su alrededor y la botella a la mitad.

—Tú no tienes ni idea como soy —se rio ella. —Mejor vete, Hayes.

—Vamos, Cindy... te llevo a casa. —se ofreció, mientras se quitaba su abrigo y se lo ponía a ella.

— ¡Ya lárgate a tu vida de aburrido! —le grito ella, al mismo tiempo que se quitaba el abrigo y lo lanzaba lejos. —Tu Barbie te espera y tu hijo falso también.

—Cindy, aquí corres peligro —susurro él. —Ven conmigo y dejaré que me insultes todo lo que quieras.

— ¿Peligro? ¡Son mis amigos, los conozco desde más tiempo que a ti! —se burló. —Y no quiero irme contigo, ni siquiera me importas para eso.

—Cindy...

—Cállate, Tobías... ni siquiera sé por qué estuve contigo, ¿sabes? Eres tan aburrido y predecible.

Por fin lo logró, ella había dado en el clavo.

—Ya lárgate. —le dijo con seguridad.

Él le hizo caso, levanto su abrigo de la calle y camino hacia su auto sin mirar atrás. Sabía de alguna manera que ella no le había dicho esas palabras porque estaba dolida o borracha, lo había dicho de verdad y sin vacilación.

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora