||EXTRA || Galletas de vainilla.

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Era hora de afrontar uno de sus mayores miedos.
Pero estaba horrorizado.
Sí, era un hombre casado y su vida ahora era diferente de muchas otras formas, ya no estaba a cargo de la empresa, y ambos, Barbara y él se habían separado casi al completo de Priscilla y Diego Parker.
Tobías pudo llevarse la herencia de su padres, en cambio Barbara no llevó nada con ella. Él era estudiante de medicina por las mañanas y según Barbara, el mejor esposo por las noches.
Ella ahora estudiaba psicología y trabajaba en una pequeña cafetería en Londres, su nuevo hogar.
Eran felices, casi eran nuevas personas.
Pero había algo que a Tobías no le daba total alegría.
Su boda fue un fraude. Un evento para complacer a los Parker.
Si bien hubo demasiados sentimientos, tenía la sensación de que ambos merecían algo mejor. Algo auténtico.
Así que en primavera, cuando se enteraron que los Parker tomarían unas muy lujosas y largas vacaciones en Italia, ellos decidieron escabullirse en su antigua casa y recoger todas sus cosas valiosas, entre ellos, los anillos de sus padres para pedirle a Barbara casarse de nuevo con él, pero esta vez, lo haría con el corazón en la mano.


Y ahí estaban ahora.
Barbara se había ido directamente a la cocina, y él a su habitación.

 A la que nadie jamás había entrado.
Dónde guardaba la escencia de sus padres.
— ¿No has entrado aún? —escuchó a Barbara subir las escaleras, se dio la vuelta y la encontró con un tazón de cereales y yogurt, no se veía afectada por regresar a esa casa, para él, ella se veía perfecta, había ganado un poco de peso y no la culpaba, él también lo había hecho, ya no eran los adolescentes flacuchos, pero a Barbara le había favorecido el cambio, a él... no estaba tan seguro. Tenían 25 y 24, y la vida de casados, sí o sí, te hacía ganar algo de peso. Sobre todo cuando lo único que hacían los fines de semana (cuando ninguno estaba sumergido en los estudios o en el trabajo) era ver películas acostados y comiendo, pero nadie podía culparlos; su carrera los hacía estar exhaustos y ambos se sentían felices en su pequeña casa, con el clima lluvioso de Londres, pasar las tardes acurrucados descansando en los brazos del otro era lo ideal y justo. Ya no eran ni de lejos los mismos niños que peleaban por cualquier cosa.
— Empiezo a creer que ahí adentro está el secreto más grande de Estados Unidos, dime Tobías, ¿qué guardas ahí? —lo interrumpió Barbara, él negó con la cabeza y sin darse cuenta, sintió que sus ojos se humedecían. Barbara inmediatamente dejó su tazón y corrió a abrazarlo, sabía que era difícil volver. Para ella, su enorme mansión que alguna vez llamó hogar, que antaño presumía cada que podía, ahora parecía fría y solitaria; y sin duda, prefería regresar a su pequeña casa en Londres, pero aún así, sabía que no odiaba esta casa tanto como lo hacía Tobías. Sufrió tanto en esta casa, llegando primero como un invitado no deseado, a un huérfano molestado por la mismísima hija del demonio, y si, esa era ella. Pero ahora conocía a Tobías, sabía que había algo más y quería darle tiempo para contestar. Así que solo se dedico a abrazarlo.
—Tú casa siempre me pareció horrible —admitió después, con una risa entre todos sus sollozos, parecía de nuevo aquel niño miedoso que llegó llorando después del funeral al que ella no había querido asistir. —Tú cocina podía ser toda mi casa y hasta más grande, pero nunca me gustó venir aquí, amaba mi casa, siempre olía a las galletas favoritas de papá que mamá siempre hacía y... cuando pasábamos las fiestas ahí, éramos sólo los tres y no necesitábamos otra cosa, pero luego tuve que venir aquí, solo... no quería, ni encajaba y todo lucia perfecto, mi casa no era así, y no podía recuperarla ni cambiar el aspecto de la tuya, así que un día le pedí a uno de los choferes que me llevara a mi antigua casa, tenía trece y no obedecían a nadie más que a tus padres pero quizá le di lástima cuando le expliqué el porqué, y él mismo me ayudo a traer todo lo posible, fotos, nuestro árbol de navidad, y nuestra sala. —explicó, quedándose sin aire, ahora ella también estaba llorando y preguntándose qué había pasado por su mente, era una niña, pero siempre creyó que él era el enemigo. Nunca se detuvo a ver su dolor, podrían verse todos los días y vivir bajo el mismo techo antes, pero nunca se conocieron realmente.
—Yo me arrepentiré de no haber sido mejor persona toda la vida, en general, pero más contigo —se disculpó Barbara con la voz cortada, siempre estaría avergonzada. Pero Tobías siempre se ponía a la defensiva si se trataba de ella, pero esta vez, para defenderla de ella misma.
-Tú no sabías nada, cariño -la consoló. -Todos contamos nuestra versión siendo protagonistas, lo gracioso es que siempre hay un villano, yo fui el tuyo y tú la mía, y  a lo largo de nuestras vidas siempre vamos a tener un papel diferente en la vida de cada persona sin darnos cuenta, y bueno o malo, no es nuestra culpa. —la arrulló, y Barbara estaba acostumbrada a esos pequeños discursos, siempre la calmaba con su voz rasposa y lenta, habían estado pasando mucho tiempo con ingleses, y ahora Tobías parecía estar adoptando su acento, cosa que hacía que ella cayera más profundo por él. Ella siempre se dejaba caer en sus brazos sabiendo que la tenía y que no la dejaría caer, era una sensación que nunca pensó tener con nadie, que no sabía que quería, pero ahora era a lo que más se aferraba.
—Ahora, además de Mary, ¿quieres conocer de donde vengo? —le preguntó a Barbara con humor, ya se veía más calmado y la mención de Mary les hacía gracia (más a él que a ella) porque aún no olvidaba que ella era hija de una de las empleadas que limpiaban y estaba enamorada de Tobías. Y si, le ponía celosa que ella conociera la habitación antes que ella.
—No pongas esa cara —se carcajeó él. —Ella ayudaba a su mamá a limpiar, tenía que entrar.
—Cómo sea, gusano —fingió molestarse y se apartó de él solo para tomar su tazón con cereal, él puso una mano en su corazón, mostrándose dolido hasta que ella alcanzó su mano de nuevo, y ambos rieron antes de entrar a la habitación. 

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora