30. De nuevo: perdón.

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Barbara trenzó su cabello mientras miraba a Tobías, quien estaba sentado del otro lado de la habitación, y al mismo tiempo sentía la mirada pesada de su madre.

—Sra, Parker, lamento que nos encontrará en, bueno... esa situación, nosotros... —Tobías dejo de hablar cuando Priscilla levantó la mano, diciéndole que parara.

—Lo siento, Tobías pero necesito hablar de esto con mi hija. —Esta vez, Barbara sí la miro con los ojos muy abiertos. —Puedes retirarte, por favor.

Tobías juntó sus cejas y para sorpresa de Barbara, él no se movió ni un poco.

—Perdone por atreverme, pero esto es entre Barbara y yo —Dijo Tobías, captando la atención de Priscilla. —No es como si fuera algo malo, ahora esta es nuestra casa y ella no se estaba aprovechando de mí, ¿verdad?

Bromeó nervioso lo que le sacó una risa a Barbara pero se calló de inmediato cuando su madre la miro.

— ¿En serio te estas riendo, Barbara? —le pregunto su madre nerviosa. —Ojalá te hubieras reído así cuando me dijiste que no querías hijos, pensé que serían más responsables, al menos hasta el día de la boda.

—Mamá, por favor... lo que acabas de presenciar fue solo... el inicio —Barbara rasco su oreja, sin saber que decir. —La llave no estaba adentro, ¿sabes?

Su madre se tapó la boca con una mano, sorprendida y enojada.

—Barbara, ¡por Dios! —la regañó. Y ambos rieron.

—Ni siquiera hay cerradura para esa lave —le siguió el juego Toby, viendo a la acalorada madre de Barbara dejarse caer en un sillón.

—No puedo creerlo, chicos, ¡de verdad que no! —dijo con voz chillona. —Te enojaste conmigo porque te di una lección sobre esto, Barbara y ahora que sé que tengo razón, vine por mi disculpa.

Barbara dejó de reír de golpe, se preguntó si era normal pasar tan rápido de una emoción a otra, pues toda la vergüenza que había sentido, ahora era solo enojo, fluyendo en sus venas más rápido que la sangre.

—Pues te vas por donde viniste. —soltó Barbara, mirando de reojo a Tobías para continuar, pero él ni se movió, eso le dio luz verde. — ¡Me enviaste al hospital y no me pude mover en muchos días!

—Pero ahora pareces estar perfecta, ¿no? —gritó su madre, mirando a ambos.

—Señora, creo que no es tiempo para esta plática...

— ¡Claro que no! —lo interrumpió. —Estoy muy decepcionada de ustedes, chicos... Tobías, pensé que serías más prudente que ella, pero ya vi que son iguales.

A pesar de sus palabras, Tobías no se sintió mal, ni culpable... al final del día, ella era la que los había enviado a esa casa, con solo una cama, además, ¿qué pensaba que iba a pasar, entonces?

— ¿Saben qué? Me voy, así ustedes pueden seguir haciendo... lo suyo.

Barbara, hasta entonces, se puso completamente roja. ¿Y después, qué? No lo había pensado pero, ¿qué pasaría después de que su madre se fuera y los dejara solos de nuevo? No se sentía incomoda, como antes, pero tampoco sentía ya como si quisiera continuar lo que estaban haciendo. Y suponía que tampoco Tobías, porque lo vio mirándola fijamente y cuando sus miradas se encontraron, ambos hicieron una mueca.

—Cómo sea, ¡ustedes sabrán! —se levantó del sillón su madre, y con aires de dramatismo, salió de la casa.

Ambos se quedaron en silencio, sin moverse de su lugar y con la mirada en la puerta.

¿Qué pasaba con Barbara? Nunca se había sentido de la manera en la que sentía cuando besaba a Tobías, se sentía nueva, y libre y no tenía ni idea de por qué, es más, se sentía molesta porque había dejado que muchas cosas cambiaran en unos meses. Porque antes ella estaba asqueada de besarlo y ahora, hubiera deseado que su madre no hubiera interrumpido.

Pero su madre había arruinado todo y, ¿ahora que podía hacer o decir?

<<Bésame de nuevo, Tobías, podemos seguir bromeando acerca de la puerta y la cerradura y haber que pasa >>

Sacudió la cabeza deshaciéndose de sus estúpidos pensamientos, no diría nada, ni tampoco lo besaría. Quizá solo necesitaba descansar un poco, así que con esa idea en mente, caminó hacia su habitación sin mirar a Tobías y sin acordarse de que compartían cama. Se deshizo de su ropa y se metió en su cama en ropa interior.

Del otro lado de la casa, en la sala; Tobías trataba de aclarar su mente, ¿de verdad habría llegado a tanto con Barbara? Nunca, ni en sus sueños más salvajes se imaginó lo que acababa de pasar y lo más raro de la situación, no era que él quisiera más, si no que deseaba que ella quisiera más, así como él, Quería que viera lo especial que podía ser, porque así se había sentido todo antes.

Pero por un demonio, pensó debo sonar como un pervertido.

Pero en realidad es que lo deseaba de una forma pura, pero no creía que sonrará bien de cualquier forma.

Además, no solo era solo algo físico que rondaba por su mente, últimamente, se sentía emocionalmente más apegado a ella. Buscaba cualquier pretexto para abrazarla, trataba de estar dónde hubiera gente para así actuar como si ella lo quisiera y sí, era lo que él quería, que ella solo quisiera abrazarlo también, que así como él, deseara que fuera de noche para compartir más noches en el auto pues el camino a casa era lo mejor del día, después, obviamente de los momentos dónde se acurrucaban y dormían.

Estaba un poco decidido a hacerlo, haría lo posible para que a ella le encantará pasar el tiempo con él, y le gustarán tanto los mismos momentos, hasta que ella sintiera algo por él.

Y ahí, sentado en el sillón fue cuando lo comprendió. Vino a su mente como un flash: lo cegó por un momento, pero casi de inmediato volvió a ver todo con claridad.

Se levantó de un saltó, y casi corrió a la habitación, quitándose la ropa y quedándose en calzoncillos solo porque no quería perder más tiempo buscando su pijama.

Cuando se metió entre las sabanas, cerca de ella como ahora estaban acostumbrados a hacerlo, sintió el contacto de su piel desnuda contra la de ella, parecía que también había dormido solamente en ropa interior.

La miro por un instante y de verdad, se veía tan pacifica que pensó que estaba dormida, hasta que la escuchó suspirar y moverse. Su corazón se aceleró.

—Si esperas que me disculpe por haberte besado, no lo haré —le dije él, tan despacio que pensó que no lo escucharía, pero ella lo miro fijamente. —Porque no lo siento, ni me arrepiento.

Bueno, eso no era exactamente lo que quería decir, pero... de todas maneras, ¿era el momento adecuado?

— Solo abrázame, ¿sí? —le pido, más como una orden a la que él obedecía siempre.

— ¿Qué me estás haciendo? —le susurró y la vio arrugar su frente.

—No te provoqué, simplemente paso... —empezó ella, pero la interrumpió.

—No me refiero a eso. —dijo finalmente, esperando que ella entendiera con solo mirarlo, ¿es qué no se sentía ni un poquito igual que él? —Diablos Barbara, lo siento.

—Estás confundiéndome bastante, ¿por qué te disculpas? —preguntó, separándose de él.

—Por esto...

Y la besó. No como hacía un rato, si no era más despacio, sin prisa, tomándose su tiempo para saborear sus labios, disfrutando todo lo que podía, esperando que ella se alejara pero no lo hizo, ella también lo besaba torpemente. Aun así, se sentía mejor que las otras veces, no había espectadores; este era personal y tranquilo... honesto. Ahora, al menos uno de ellos tenía las ideas claras. Ahora, lo único que faltaba era tener el valor de separarse un poco de sus labios.

—Te quiero. —susurró.

¿Comprometidos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora